Por: Flavia Masetto
La búsqueda de lo espiritual a través de las impresiones visuales de la abstracción geométrica comenzó con artistas como Piet Mondrian y el suprematismo ruso de Kasimir Malevich que resumían al arte a las verdades absolutas de la geometría, el espacio y la luz. La naturaleza de la luz ha inspirado a los artistas desde el Impresionismo del siglo XIX cuando éstos trataban de liberar a la luz de la tela plana y transferirla a una tercera dimensión. En los años ´60 se empezó a experimentar con las luces de colores y sus efectos en un determinado espacio.
En este comienzo de año les voy a hablar de dos de mis artistas preferidos. Ambos procuran experiencias de orden contemplativo a través de la abstracción geométrica y de la apropiación de las particularidades físicas de la materia o la energía. Son los artistas James Turrel y Callum Innes.
El proceso de liberación de la luz de su fuente y los cambios que produce esto en la percepción del espacio, es la esencia del trabajo del artista californiano James Turrel (1943). Graduado en Psicología de la percepción, renuncia a los soportes y materiales tradicionales para crear su arte, prescindiendo de la pintura, la tela, el dibujo, el movimiento, el sonido y la materia. En su lugar comienza a experimentar con los fenómenos físicos de la luz, teniendo como premisas la abstracción geométrica, el “land art” e inclusive a la arquitectura de las catedrales creadas en función de los efectos de la luz para lograr atmósferas religiosas. Turrell le da a la luz características de materia para construir sus esculturas y “pintar” atmósferas que generan experiencias perceptivas trascendentales e hipnóticas. El artista utiliza la arquitectura o la misma geografía natural, como montañas, cráteres y cielos como soportes o marcos que manipula para guiar los haces de luz hacia un determinado objetivo y así crear sus obras.
En los años ´70, Turrell que también es piloto, sobrevoló con su avioneta toda la zona oeste de los Estados Unidos, de Canadá a California hasta avistar un cráter de un volcán dormido en el medio de Arizona. Fue allí en el “Roden Crater” donde decidió crear el soporte más grande de la historia del arte. Turrell ha ido transformando al volcán en un observatorio de luz que puede ser comparado con Stonehenge o las pirámides de Giza. Como vemos, las influencias de este artista no sólo se encuentran dentro de la misma historia del arte, si no en la arquitectura celestial de varias civilizaciones desde la antigüedad a la edad media.
En los Valles Calchaquies de la provincia de Salta, en uno de los paisajes más bellos del planeta, se encuentra un museo dedicado a James Turrell. El museo, diseñado por él mismo, está en la Bodega Colomé del cual es dueño el también coleccionista de arte, el suizo Donald Hess.
Así, las obras de James Turrell reflejan la búsqueda de lo espiritual, de lo sublime y de lo absoluto. Muchos otros artistas han procurado el mismo objetivo a través de una “Abstracción Mística” de sus representaciones. Es así como vemos un hilo conductor con el artista americano Barnett Newman (1905-1970), que también inspirado por los fenómenos de la luz y las transformaciones de color logra a través de sus abstracciones geométricas y la pintura de campos de color, el encuentro con lo sublime.
Y de esta manera voy construyendo un puente conceptual que me lleva a contarles sobre un artista contemporáneo que de la misma forma que Turrell, descontractura la utilización tradicional de la materia como medio y se apropia de las características físicas de la pintura para experimentar con lo translúcido y crear así abstracciones atmosféricas o metafísicas sobre lienzo. El escocés Callum Innes (1962) fue uno de los nominados al premio Turner de 1995, pero el premio fue otorgado a Damien Hirst. También es uno de los artistas que forman la colección del nuevo museo, Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires, MACBA. Innes es uno de los artistas abstractos más significativos de esta generación. El artista usa lienzo y papel de base oleosa como soporte para darle a la pintura una textura que le da profundidad y una percepción infinita. La pintura de Innes es una “no pintura” de manera que logra el resultado deseado a través de ir sacando capas de color y pigmento con ayuda del solvente “Trementina”. El artista deja secar al lienzo y nuevamente aplica más pintura diluida o no, dependiendo del efecto translúcido que le quiera dar. Este proceso puede durar semanas y hasta meses. El resultado son obras de “Abstracción Atmosférica” que a través de bandas de color que adquieren un relieve intenso o una profundidad translúcida, crean una tensión sobre el soporte que atrapa al espectador en una experiencia contemplativa.