Por: brujitomaya
Fui a ver la película Whiplash, del director Damien Chazelle y que le valió el Oscar a mejor actor a J.K Simmons por su interpretación del docente Terrence Fletcher. Salí del cine consternado, pregnado de la violencia del film, pero a su vez enojado por la ambigua posición del argumento sobre un hecho indiscutido de violencia educativa ejercida por un docente. Para los que no vieron la película, en líneas generales se trata de un aprendiz de músico, que toca la batería, y asiste a una academia de New York para su formación. Hasta ahí vamos bien. El conflicto se desata cuando el discípulo es tomado por la tutela del sádico docente, el Sr. Fletcher. A partir de ahí es sometido a todo tipo de humillaciones con la
excusa de “desarrollar sus talentos”. Lo que indigna del film es la dudosa postura frente a un hecho innegable de violencia educativa. El film deja una dudosa brecha que podría justificar semejantes aberraciones si uno desea ser un virtuoso, desarrollar la excelencia en lo que se dedique, y triunfar en la vida. Vemos aquí la clara mirada de Hollywood respecto al éxito: hay que dejar la vida con tal de ser el mejor. Y esto literalmente sucede, porque el alumno casi más pierde la vida en un accidente de tránsito, con tal de cumplir los caprichos del perverso maestro. No se puede ser tibio respecto a este mensaje, hay que ser contundente a la hora de repudiar y condenar cualquier tipo de sometimiento y violencia en el ámbito educativo (y por supuesto en todas las áreas de la vida).
¿Éxito o felicidad? Tú eliges.
Algunas escenas llamaron mucho mi atención. A la hora de elegir, todos los alumnos
admiraban al docente tirano y deseaban ser parte de su orquesta, quizás porque ambicionaban el prestigio y renombre que la misma tenía ¿pero cuál era el costo? El contraste era verdaderamente grande, en la clase del docente de color (un dato que no es menor) el ambiente era relajado y los alumnos disfrutaban del proceso de aprendizaje, mientras que en la clase de Fletcher, los alumnos clavaban la mirada en el piso, el clima era tenso, la rigidez absoluta, todos pendientes del totalitarismo despótico del Sr. Profesor ¿quién quería estar en esa clase? ¡Yo saldría corriendo! ¡Ni por todo el oro, ni por todo el éxito del mundo me quedaría ahí! Esto es lo que me resultó perverso de la película, que dejara una delgada línea que se preste a la confusión. Por momentos el mensaje parecería ser: para ser el mejor, para ser único, tienes que hacer que tus manos sangren, olvidarte de tu propia vida, entregarlo todo. Hay un diálogo memorable donde el tipo le dice algo así como que no hay nada peor que las palabras BUEN TRABAJO, como si el reconocimiento por una buena tarea y la aprobación fueran un signo de debilidad y corromperían el carácter. Déjenme decir ¡BIENVENIDAS SEAN LAS PALABRAS: BUEN TRABAJO! Si quieres conseguir lo mejor de una persona, fortalece su confianza, potencia sus rasgos positivos, bríndale un estímulo para que expanda sus talentos. Solo las personas miserables
necesitan rebajar a los demás, porque ellos mismos se sienten poca cosa. Para que quede claro: el bulling educativo debe ser repudiado y denunciado, y esos docentes destituidos de sus cargos. Tu felicidad no tiene precio. No compres las mentiras de Hollywood (y de la sociedad) que te hace creer que la fama, el prestigio, el poder, están por encima de todo. Fundemos otros valores en las mentes de las futuras generaciones. Voy por un mundo libre de violencia y despotismo ilustrado.