Sábado al mediodía, la familia Gómez, se junta a almorzar. Un tema sucede al otro. Hacia un año que Nicolás ya no estaba con ellos y justamente hoy su equipo había ganado el campeonato de rugby. Claudio llego un poco mas tarde con la camiseta tricolor firmada por el equipo en honor a Nicolás. Bocha agarra la camiseta y la apoya sobre la foto de su hijo en el living. Mientras, Bauti y Rami jugaban con dos espadas de juguete a los piratas sin prestar atención a lo que hacían.
Al rato, Bautista, se cae sobre la remera, tirando la foto del tío sin darse cuenta. Pichi agarra la foto y le recalca “No se juega con eso”. Bauti, intentando que la abuela se olvidara de lo sucedido, y al recordar al tío, le pregunta ¿Donde esta Paola? La abuela le contesta que Paola finalmente había decidido viajar a Londres, pero les había dejado una sorpresa.
“Sorpresa” grita Bauti llamando la atención de la familia. La tía Paula, va a buscar la caja colorada al cuarto de sus padres. Al abrir el paquete, un pequeño libro llamado “Pluma de Cóndor” se encontraba. Los chicos no entendían de que se trataba pero la curiosidad los había apoderado. De esta forma, le pidieron a Claudio que les contara el cuento. Toda la familia se dispuso a escucharlo.
“Había una vez una familia que tuvo cuatro hijos, el mas pequeño de todos se llamo Nicolás al que llamaban “El Polaco”. Nació un 19 de mayo de 1975 y desde muy chiquito se mostraba intrépido y audaz. Desde niño se sentía un cóndor que volaba. Tomaba la bicicleta y salía a dar vueltas sin cesar planeando con sus brazos como si estuviera dando grandes vueltas en el aire. Le gustaba sentir que enfrentaba el viento. Saltaba grandes obstáculos que se le ponían en el camino, volviendo loco a más de un vecino por el temor de que se hiciera daño. Pero el Polaco no tenía miedo a nada.
El Polaco tuvo un sueño, un verano en el que se encontraba en Miramar, que le marcaría la vida. Soñó que un gran cóndor lo iba a buscar a su casa y lo llevaba con sus grandes alas por el cielo. El cóndor le mostró su destino y para que lo recordara le regalo una de sus plumas que lo acompañaría el resto de sus días. Cuando se despertó esa mañana, una pluma de cóndor dorada se encontraba sobre su almohada. ¡No se explicaba como había sucedido! Su mama vino a despertarlo y apresuradamente abrió un libro de la biblioteca y guardo el preciado hallazgo. A la tarde, luego de jugar con sus amigos, agarro el libro del Don Quijote de la Mancha, el cual había sido el elegido para guardar la pluma de su sueño extraño. Al abrirlo, en la pagina que la contenía leyó la siguiente frase de Cervantes: “La libertad, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra y el mar encubre; por libertad así como por la honra, se puede aventurar la vida y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”. El sería libre y para ello sería marinero. El mar encerraba los misterios que su alma aventurera necesitaba para ser feliz. En el agua el encontraba la paz y la excitación de la vida.
Ni bien cumplió los veinte años, decidió tatuarse la pluma de cóndor, como símbolo. Sabía que cuando el cóndor apareciera, su sueño se cumpliría. Su pluma de cóndor le recordaba la importancia de ser libre, de elegir lo que su instinto, y no su cabeza, le dictaba. Fue pasando el tiempo y el Polaco sumaba experiencias. Como Marinero, aprendió a trabajar en equipo, todos tenían que tirar para el mismo lado para ser una fuerza y oponer resistencia. En consecuencia, entendió la importancia de ser responsable de sus actos. Él daba su palabra y cumplía con ella, lo cual le provoco varios contratiempos pero siempre lo llevaron a buen puerto. Le gustaba resolver los problemas ajenos. Siempre se destacaba interviniendo en alguna pelea de marineros en los bares, aunque él no la hubiera empezado. Su fuerza lo llevaba a poner fin a las contiendas. Piña para un lado, piña para el otro, terminaban todos compañeros del mismo ring, mientras rondas de cervezas fluían sin cesar. La vida era simple para él y la disfrutaba.
El Polaco, era una persona feliz, que tomaba lo que la vida le ofrecía y al mismo tiempo siempre estaba dispuesto a dar una mano al que lo necesitara. Mientras pudiera compartir con otros lo que vivía estaba hecho. De esta forma, la amistad era un pilar fundamental para su vida. Viajo a varios destinos con la tripulación de su barco. No tenía ningún lugar en particular. A él le gustaba viajar para conocer, solo por el placer mismo de descubrir algo más, de perderse en el mar sin saber bien a donde iba a llegar. En realidad descubrir nuevas sensaciones era la clave para entenderlo, no dejaba de experimentar nuevas cosas y nada lo saciaba.
Así fue como sin brújula timoneaba en las distintas aguas ascendentes o descendentes que se le presentaban. Las horas inmersas en ese líquido le daban lecciones sobre la vida. Las mareas crecían y se modificaban por acciones tan externas como el sol, la luna o el giro del globo terráqueo; indicándole que al igual que las mareas la vida a veces se altera por causas tan inexplicables. ¡La vida es para vivirla plenamente! porque uno nunca sabe lo que le puede pasar, decía incansablemente como si de alguna manera supiera su final.
Luego de varios años de navegar por el mar, y de cultivar grandes amistades, se dio cuenta que le faltaba lo que mas quería, pero que no podía encontrar. En realidad, buscaba lo que todo ser necesita para sentirse completo cuando ya es feliz por ser sincero con su alma. ¡Una compañera de viaje! Él que llenaba todos los vacíos de los que lo rodeaban con su cariño y gracia ¡no encontraba a su alma gemela en ningún lado!
¡Ahí va el que exprime la vida!- decían al verlo pasar. Toda la gente que lo rodeaba lo quería porque se mostraba sincero y frontal. Era fuerte y rudo como un tótem de afuera pero por dentro era un niño que nunca había dejado de jugar.
El Polaco solía caminar por el puerto cada vez que estaba en tierra. El día menos pensado vio a una mujer que le llamo la atención. Era determinante en su carácter y pasó con la velocidad de una gacela a su lado. El Polaco decidió seguirla, descubriendo que trabajaba cerca del puerto, en una florería que se llamaba “Lolita, la flor más linda”. Al principio, el Polaco se la cruzaba en el puerto como si el destino siempre lo condujera a salir a la hora que la vería. De esta forma tímidas miradas se intercambiaban una y otra vez. Finalmente, el día que el Polaco se había animado a decirle algo, ella aparece acompañada. Un morocho la escoltaba. El marinero apenado se va a juntarse con sus amigos al bar, a tratar de olvidarse de la muchacha que lo había encantado.
Pero un día a la muchacha, se le cayó la canasta con flores precisamente frente al marinero que la miraba sin cesar. Dándole la posibilidad a este de acercarse y presentarse. A partir de ese día siempre había un motivo para conversar y si no había lo inventaban. De esta manera, pasaron los días que se convirtieron en meses y la amistad entre Lolita y el Polaco se intensificaba. Él siempre que podía, le traía exóticos presentes de sus viajes. Sorprendiendo a Lolita ante elecciones tan acertadas. Mientras Lolita, que era la dueña de la florería, le regalaba plantas para decorar su barco, casa y la de sus familiares. Sus encuentros se limitaban a largos almuerzos en donde las charlas se desplegaban comiendo pizza napolitana con doble ajo. El Polaco veía en Lolita todo lo que pudiera pedir de una mujer. ¡Era tan femenina como la pluma que amaba! Pero ella estaba comprometida con otro hombre y él no podía intervenir en su libre albedrío a pesar de estar enamorado. Ella elegía a otro. Él tan solo se limitaba a decirle, “Si vos dudas, yo voy a estar”. Pero ella no entendía lo que estas palabras significaban. Siempre lo colocaba en una posición de “mírame y no me toques” y el marinero lo aceptaba por respeto a ambos.
Un día que el polaco había salido a navegar con su hermano y un amigo se perdieron en el mar. Vagaron con las corrientes sin saber a donde dirigirse. El radio se había roto hacia unas semanas y habían salido sin arreglarlo. De pronto del cielo surgió una gran ave. Los tres se quedaron en silencio contemplando el vuelo de ese cóndor dorado. Cada uno pensó en algo. El Polaco al verlo, miró la pluma grabada en su brazo y presintió que su ansiado sueño se estaba por cumplir. El pájaro les indico el camino de regreso y así como apareció de repente, desapareció en las alturas.
A las pocas semanas, las mareas llevaron al Polaco a Rió de Janeiro en su preciada lancha. Allí salio de paseo por las playas de Copacabana y a lo lejos diviso una cabellera que le era familiar. ¡Seria posible que ella estuviera en esas mismas tierras! Al mismo tiempo, se fueron acercando hasta que sus ojos se encontraron y ambos escondiendo ese fuego interno que se desbordaba como un volcán a punto de estallar, se saludaron. Lolita había decidido viajar con su tía Clara. La tía, percibió este fuego que manaba de ambos pero que ninguno reconocía. ¡Era tan evidente lo que pasaba! El Polaco se unió al programa de las dos mujeres ya que deambulaba sin planes. Llegó la noche y se fueron a un bar donde se podía bailar. Una brasilera de formas voluptuosa encaro al Polaco, que sin dudarlo salio a bailar. Mientras Lolita no sabía que excusa inventar para interrumpir el baile. Así fue como se acerco a donde estaban bailando y sin entender porque lo saco de los brazos de esta mujer. El Polaco sorprendido ante la acción de Lolita le pregunto: ¿Pero que haces?
“No lo se”- vocifero Lolita, poniéndose roja de vergüenza
Quem são você?, pronuncia la brasilera sin entender lo que pasaba.
Es una amiga muy querida que quiere bailar conmigo sino te molesta- dice el marinero
La brasilera se pierde en la pista de baile, mientras Lolita se queda indefensa frente a la mirada tierna del Polaco que le extiende los brazos y la saca a bailar. Al sentir sus brazos sobre sus hombros, su cuerpo reacciona.
“Lo nuestro es platónico” convencida pronuncia ella, sin poder mirarlo a los ojos
“Yo pienso que siempre me voy a poner celoso por los que se te acercan y viceversa. Pero, ¡no somos platónicos!-le contesta el Polaco con valentía
La frágil mujer lo mira y se deja llevar por primera vez por su impulso y le propicia un beso. Las grandes manos de Nicolás la tocan y Lolita se estremece al contacto, aceptando las caricias que estas le proporcionaban.
“A mi siempre me pareció que yo podía protegerte” le dice el marinero.
No digas nada. Lo que siento trasciende las palabras. Es como si siempre hubiera sido tuya y no hubiera querido mirarte- aclaro ella sin poder desprenderse de sus brazos
A mi me gusto tu manera de ser y a medida que fue pasando el tiempo yo pensaba ¡tiene que ser mi mujer!- confiesa el Polaco.
Desde ese viaje, nunca más pudieron separarse. No entendían como habían tardado tanto en darse cuenta de lo que les pasaba. Lo bueno es que se habían dado cuenta y lo vivían sin cansarse. El amor los había unido, y como la pluma de cóndor, flotaban por el aire cuando se encontraban. Se compensaban y se cuidaban mutuamente. De esta suerte, el Polaco, paulatinamente, cambio su rutina. La necesidad de compartir su tiempo con su compañera de alma ¡lo ameritaba!. Sus amigos marineros no entendían lo que pasaba. Creían que Lolita le había dado alguna pócima para hechizarlo y se lo remarcaban. Estaban celosos, ya que no disponían de su amigo incondicionalmente para sus peleas de bares y sus noches de tragos. Ahora tenían que aprender a compartirlo con alguien que no era de la manada. Para Lolita, él fue también un gran cambio. Empezó a hacer cosas que antes no se animaba a hacer, él le daba la seguridad para que pudiera realizarlo. Aprendió a confiar en ella misma al verlo como él actuaba.
Su amor les daba fuerza y los completaba. El Polaco sentía que ya no le faltaba nada. Lolita ya no quería separarse. Justamente, la primavera se aproximaba, y el Polaco solo pensaba en salir a navegar por las aguas en su lancha, con su compañera de alma. Inesperadamente, surgió un viaje con sus quince camaradas del barco. Hacia un tiempo que no compartían un trayecto y a él le daba mucha ilusión hacer ese viaje. El Polaco sintió que era hora que le dijera unas palabras a Lolita. Esa mañana, antes de partir, llevo a su mujer al puerto, sin una razón aparente. Las gaviotas revoloteaban sobre los mástiles de los barcos, el sol recién se asomaba sobre el mar y la quietud de la mañana se percibía por doquier.
¡Lolita, mira el horizonte en el mar!- dice el Polaco.
“Lo estoy viendo, pero porque me traes hoy acá. Estoy aún dormida” – le contesta Lolita
Míralo, porque al verlo me recordaras. Es un sin fin de puntos azules que se unen y forman una línea constante. Así es nuestro amor, permanecerá firme a pesar de las circunstancias. Nunca lo dudes. Mi corazón siente a tu lado esa interminable línea de puntos que forman este gran sentimiento que nos une.
“Por que me dices esto”- susurra Lolita
Porque lo siento así. Quiero vivir este amor hasta el día que me muera y lo mejor de todo esto es saber que lo que vivo con vos es lo mas fuerte que me paso en esta vida. De esta forma, cada vez que me extrañes o me necesites y no pueda estar cerca; me podrás sentir en esa línea invisible que se encuentra en todos lados y que une o divide al cielo de la tierra.- El polaco la abraza fuertemente, y le da un calido beso.
“¿No quieres que te acompañe en este viaje?”- propone Lolita sabiendo la respuesta
Esta vez no. Tu tienes que hacer tus cosas y a mi vuelta festejaremos por todos los horizontes que nos faltan por ver- dice el polaco con tono rotundo
Lolita se despidió de él, convencida que el viento lo traería de regreso antes de que lo viera perderlo en ese misma línea que le había definido. El Polaco se interno con su nave en el mar con sus queridos compañeros. Esa tarde, una gran tormenta se desato y aunque el equipo se mantuvo unido, el Polaco desapareció en el mar sin explicación. La tormenta se lo trago.
Así fue como el Polaco que amaba el mar, fue llevado por este a sus profundidades. Dejando a su mujer endeble en un subibaja de sentimientos indescifrables. Lolita, luego de enterarse de la noticia, se fue a su casa con una tristeza insuperable. Las ventanas estaban abiertas y el viento entro sin su permiso. Los papeles se habían desparramado por toda la casa. Sintió que al igual que el viento desordenaba los papeles, en su vida se llevaban los proyectos que juntos habían delineado, y ella no sabia por donde empezar. Decidió ordenarlos. Así fue como una pluma dorada surgió de los papeles. Al querer agarrarla, esta empezó a volar por el ambiente, saliendo por la ventana. Lolita la miro como desapareció por los aires y recién ahí, al ver la línea del horizonte, entendió que el siempre estaría allí, firme, a su lado.
Pluma dorada, pluma anhelada, pluma que el viento te lleva despreocupada, vuela sin rumbo prefijado, siempre el destino tiene sus cauces y aunque duela siempre hay mensaje”…este cuento se ha acabado… dice Claudio emocionado por el recuerdo de esa alma libre que los había dejado.
Al cerrar el libro, un sobre con una pluma color dorada dibujada vuela por los aires. Ramiro se apresura a agarrarlo y se lo da a su tío Juancho que estaba a su lado. En su interior una nota de Paola decía así: El cuento ha terminado y espero que les haya gustado. Lolita aprendió lo importante que es poder vivir un gran amor y también entendió que a pesar de que parezca que el tiempo no les alcanzo, como el horizonte siempre el Polaco estará presente en su corazón. Quiero que ustedes, no se olviden del gran amor que les tenía su tío Nicolás, y por ello este cuento ha sido escrito. El les hubiera dicho que busquen su pluma de cóndor, ya que admiraba que ustedes, sus sobrinos, tuvieran personalidad, que fueran determinantes a la hora de alcanzar sus sueños. Nicolás tuvo un sueño y el día que murió en sus últimos minutos entendió que lo había alcanzado. Espero que ustedes, al igual que él, sean libres de encontrarlo.