“Amor complicado”
Y la verdad no quería terminar escribiendo sobre él. Pero un cuento de Cortazar que se remite a Bioy Casar constantemente, leído en un viaje en colectivo a la medianoche rumbo a mi casa, me hizo recordar la invitación a cenar que le llevo 2 años y medio concretar.
Martes 9 de julio del 2002, como era habitual el día martes para sus llamados “perdidos”, suena el teléfono, mientras estaba chateando por Internet con mi novio, que llegaría el jueves a la mañana de viaje y al cual el crédito ya se le estaba finalizando. Atiendo el teléfono y solo tuvo que decir “Hola” para reconocer que era él, a lo que continuo “tan reconocible es mi voz”, y le tuve que contestar “sí”, unido a miles de recuerdos que no tienen sentido mencionar. Así comenzó nuestra conversación que por conocernos en enero de 1999 y, pasar ya un año sin vernos, podría involucrar mayor tiempo. Aunque realmente no tome el tiempo de la conversación, me pareció expeditiva, sin rodeos. Tenia está vez un fin claro: VERME. Su llamado no me sorprendía, ni me tomaba por sorpresa, en realidad ya no me afectaba. Me había olvidado que iba a aparecer algún día y no creí jamás que iba ser en este momento de mi vida. Pero así fue, siempre cuando menos uno lo espera acontece. Cotidianidades de la vida. Casi sin respirar me propuso una invitación a cenar, dándome su dirección para que no hubiera malos entendidos, ni vueltas, está vez. Dadas tantas decepciones, y a pesar de que el tiempo había pasado, tenia que hacerlo. Se definió que la cena sería al otro día, ya que el jueves llegaría mi novio y no quería tener que realizar ese encuentro entremedio. Pedí que fijáramos el horario, y al decir 21:30 hs. Me dijo que era temprano, pero yo lo determine como el horario correcto.
El otro día pasó a las corridas como era habitual en ese año de mi vida. Con una sonrisa picara de saber que al fin a la noche me encontraría y sin saber si realmente acontecería. Dado que desde que lo conocía me había invitado en varias ocasiones a cenar, y si no era por A era por X, nunca se había producido ese acontecimiento. Llegue a mi casa, 21:00 hs, mi hermana se encontraba en su cuarto y me grita tenes un mensaje. Con temor a escuchar algo que no quería apretó el botón para escuchar los mensajes del contestador telefónico, y ahí estaba él, diciéndome una ambigüedad que no me aclaraba, ni me definía nada, supuestamente me volvería a llamar. ¿Para que?. Pensé en varias opciones, la cancelación esta vez no era excusa, si no era de importancia que le diera una nueva oportunidad para dejar cualquier otro tipo de compromiso de lado, no tenia sentido el encuentro. Así que luego de dudar un poco, ya que era la última oportunidad que recibía de mi parte, a pesar que la intriga era un fuerte componente en esta cena, me bañe y me cambie. No quería esperar su llamado, prefería hacer como si no lo hubiera escuchado. Así, salí, temprano sabiendo que corría el riesgo de que no estuviera. Solo recordaba a mi novio quedándose todo el día en su casa para cocinarme su plato especial, porque iba a cenar por primera vez. No me lo podía imaginar a él teniendo la misma actitud.
Empecé a caminar esas seis cuadras que nos separaban, que resultaron interminables. Tenía miedo de reencontrarme de nuevo, que sucedería. Era una gran prueba para acentuar el cambio que había sufrido en mis relaciones personales desde que su presencia se había disuelto dado que no me lo había cruzado, dado que el destino no nos había encontrado como fue habitual a lo largo de dos años de muchos vaivenes y contrariedades. ¿Valía la pena comenzar algo?. ¿Valía la pena revivir algo, si algo realmente hubiera existido entre ambos?. Muchas preguntas. Pero ese mismo miedo de enfrentar a él, mi fantasma, me daba fuerza. Necesitaba llegar hasta el fondo, necesitaba ver que me pasaba. Tenía miedo que se me despertara el sentimiento que por un año se había mitigado, hasta el punto de no tener ya importancia.
Llegue a la entrada de un gran edificio en una esquina. Visualice su piso entre tantos en el tablero de entrada. Primero, cerciore con mi agenda que fuera el piso correcto, con un escalofrió interno que podía disimular externamente pero el cual podía sentir dentro de mis entrañas. ¿Se repetiría la historia de siempre?. Toque el timbre y espere unos segundos. Eran exactamente las 21:45 hs. de un miércoles de frió en Buenos Aires. Espere unos minutos e insistí. Al no tener contestación volví a tocar. A pesar de que intentaba, tenía la sensación de que volvería con las manos vacías, a cenar en mi casa, con un intento más perdido. Esperaría unos minutos. Sabia que llegaría después de las 22:00 hs. del gimnasio. Pero el cansancio, más la incertidumbre de que me llamara y me comunicara que lo posponíamos para otro día, más tener que soportar la espera, todos estos elementos juntos se me hacían insoportables. Prefería estar al aire libre, esperándolo.
En eso el portero al verme se me acerca, y me pregunta a quien buscaba. Le dije el nombre. A lo que respondió, salio hace un rato y no creo que vuelva, si quiere puede esperarlo en el hall del edificio. Le pregunte como estaba vestido para descifrar si había ido al gimnasio. Al contestar equipo de gimnasio, sentí que todavía tenía una oportunidad. Él me había prevenido que era muy temprano la hora fijada, pero interiormente esperaba que me esperara. Me agache en cuclillas a esperarlo, no quería pensar, ya que la espera me resultaba insoportable, tantas veces ya lo había esperado, era una herida que no quería abrir, y que ya estaba cerrada. ¿Por qué darle una nueva oportunidad si realmente no se la merecía?.
Tantas preguntas sin respuestas tenia de nuestra historia de película sin final, que prefería concentrarme en ver las caras de las personas que llegaban, todas denotaban sentimientos disímiles que uno ni se imagina si no las observa con detalles. Expresan sentimientos, pensamientos, actitudes de ellos mismos. Personas desconocidas para mí, que me cuentan un poco de su historias con solo observarlas. Un nuevo portero suplanto al anterior, y el vaivén de gente que venia y se iba era interesante, estudiantes, mujeres que sacaban el perro, un grupo de chicos con una torta para algún homenajeado, chicos en motocicletas que llegaban con encargos. Puertas que se abrían y cerraban y su imagen no aparecía por ningún lado. ¿Lo reconocería?. ¿Habría cambiado en algo en su apariencia?.
Pregunte la hora, media hora había pasado y ni señales de vida. Así fue que decidí salir a hablar por teléfono a una amiga, y así tomar un poco de aire. La espera se me hacia insoportable. Me cruce al kiosco de enfrente y llame pero sin resultado. Decidí llamar a mi hermana, haber si por esas casualidades él se había comunicado. Al preguntar si había llamado alguien y si llamaba Nando decirle que yo nunca había llegado a mi casa, la respuesta de mi hermana fue seca, si es “él yo no le hablo”. El malestar que provocaba su nombre en mi entorno era grave. Tantas lágrimas derramadas por sus desplantes, me hacían replantear esa espera. ¿Cuál era el fin para esperarlo?. Pregunte, al señor del kiosco, si tenia hojas para escribir mientras lo esperaba. Había tomado una decisión a las 22:30 hs. en punto me iba para no volver nunca más. Se le habían terminado las oportunidades. El interés de reencontrarnos se vería en esas acciones, detalles, que tal vez con otra persona ni consideraba. Di unas vueltas a la manzana para que el tiempo pasara mas rápido, y no me encontrara esperándolo. Conseguí hojas y me senté nuevamente en el hall, a esperarlo. Le escribí un cartel que decía, “No vuelvas a llamarme”, pero lo rompí, porque creí que ni se merecía que le diera explicaciones luego de tantos años. Así fue como decidí preguntar nuevamente la hora. 22:25 respondió el nuevo portero.
Recordé que no había controlado tocar su piso nuevamente. Tal vez había llegado mientras había dado la vuelta a la manzana en búsqueda de las hojas que me mantenían ocupada. Al salir y tocar de nuevo y comprobar nuevamente su ausencia, pensé que ya había pasado tiempo suficiente para regresar a mi casa. El hambre, el frió y la decepción ya habían llegado a su limite, y el último granito de arena estaba pasando al otro lado del reloj de arena, marcando que el horario había finalizado. Había perdido su última chance.
Cuando había decidido partir, aparece enfrente de mí una figura masculina, que no lograba visualizar, pero que me sonreía desde la distancia. Era él. Con su tranquilidad de siempre, aparecía. Mi cara le hablaba sin emitir sonido. “Perdóname has tenido que esperarme”me dijo, a lo que siguió ante mi silencio activo “Yo te avise que tu horario era demasiado temprano”. Solo atine a mirarlo. No podía creer que había llegado. Un minuto mas tarde y ya no me encontraba. Estaba igual, no había cambiado nada, tal vez un poco mas dejado, pero la vestimenta no lo ayudaba. Al abrir el ascensor, le dije: “pensé que me habías invitado a dormir, ya que no llegabas, un minuto más y ya no estaba” se lo recalque, para que no creyera que nada había cambiado. A lo que siguió, “Perdóname, como siempre te hago esperar, te llame para avisarte” (recordé la ambigüedad de su mensaje). Decidí dejar de un lado lo acontecido, y darle la oportunidad que ya había decidido darle. No podía creer que sucediera. Desee tanto este momento y ahora me encontraba a la defensiva, desafiante, segura a no dejarme llevar por sus encantos.
Abrió la puerta de su casa, y lo que vi no me gusta para nada. Nunca me imagine encontrar su casa como estaba. Primeramente, porque luego de leer el libro EVA LUNA de Isabel Allende, no había casa que no entrara y no buscara correlación con su personalidad. En el libro se hace mención que a un hombre se lo conoce por la decoración de su casa, por donde vive. Así fue, que el resultado de Nando era LA NADA. Sí, la nada, le comente esta frase del libro, porque lo que mis ojos veían era más triste de lo que jamás me hubiera imaginado. Tantas veces soñé su casa, ¿como estaría decorada?, ¿que cuadros tendría?, ¿si habría colgado alguno de los que le había regalado?. El departamento consistía en un tres ambiente, un cuarto, un living y una cocina. El living fue lo chocante. Paredes blancas, sin nada colgado. Una mesa de madera acompañada de cuatro sillas, un televisor en una mesa con rueditas, un colchón a lo lejos tirado con una sabana envuelta como sillón. No había lámpara de techo, una lamparita de escritorio sobre la mesa, con individuales sucios de una comida realizada. Su cuarto no conocí, aunque me intrigaba. Totalmente sorprendida de encontrarme con esa NADA. Lo que agravio el hecho fue su comentario de que hacia ya 4 meses que se había mudado de nuevo. Recordé la casa de mi novio, que su calidez y originalidad me habían enamorado a pesar de que solo horas habían transcurrido desde nuestro primer encuentro planeado. No había nada de eso, en esta persona que creí alguna vez el amor de mi vida, porque el destino en varias oportunidades nos había cruzado.
No había tampoco cena preparada. Me pregunto que quería cenar, y le conteste que me había invitado así que era su decisión. Me dijo algo inventare. No podía creer, su casualidad preparada, dado que el vino de marca estaba por ser destapado, y había detalles que denotaban que había pensado en cada uno de los detalles, pero todo parecía muy desinteresado. Me pregunto cuanto tiempo había pasado desde nuestro último encuentro. Lo recordaba muy bien. Sus veinticuatro horas de locura, que me resultaron insoportables. Apareció un martes a las cinco de la mañana en mi casa, luego de un llamado para preguntarme si podía verme, paso la madrugada en mi casa y se despidió con un “Llámame nos vemos”. Esa misma tarde, lo llame para invitarlo a una fiesta, a lo que recibí que me colgara el teléfono y me dijera “No me llames nunca más”. Pero la noticia de que había sido seleccionada para el intercambio en Holanda disipo todo sentimiento de angustia para una persona que ya no merecía ni una lágrima.
Comenzamos a hablar mientras el cocinaba, tenia una razón de ser, poder accionar mientras dialogábamos. En mi pensamiento la pregunta de ¿cómo era ser papá?, no dejaba de aparecer pero sentía que todavía no era el momento de preguntar y que ya llegaría. Me senté en la mesada de la cocina a mirarlo como cocinaba. Charlábamos de superficialidades, después de tanto tiempo que había pasado, pero en algún punto parecíamos amigos de toda la vida que nos reencontrábamos. Tocan el timbre, la vecina con un gato pequeño aparece a lo lejos. Me saluda, y habla con él por unos minutos. Yo, a lo lejos, pensaba en lo loco que me resultaba encontrarme en su casa. Le comente que no era la mejor cena que me habían echo, pero el solo hecho de que estuviese y de que no me había dejado plantada, era un adelanto. Me dijo que me volvería a invitar, todo lo que decía en esta oportunidad tenia un planteo a futuro. Un futuro incierto del cual yo no me ilusionaba, ya había sufrido mucho por su inconstancia, no podía creerle tan fácilmente como el planteaba. Continuamos hablando mientras cocinaba pescado con arroz. El vaso de vino se iba vaciando. Necesitaba las gotas de infusión roja para estar mas relajada, tenia miedo a sus encantos. Su apariencia física como siempre me atraía a sus brazos, aunque esta vez buscaba y miraba algo más. Ya superaba esa instancia.
Le pregunte directamente sobre sus hijos al comentar sobre su viaje a Cancún de las vacaciones pasadas. Lo cual menciono que no tenia hijos, y que nunca había querido desmentirlo porque sentía que no tenia sentido. Mi cara, no se como fue mi cara, pero mi sentimiento fue ambivalente, estaba enamorada de un fantasma. Había creado un hombre del cual estaba perdidamente enamorada. Los alimentos mencionados ya estaban cocinados, a los cuales agrego queso rallado y pimienta. La comida estaba lista. La mesa ya estaba casi preparada, cambio de platos y un repasador para limpiar las migas dejadas. Todo el departamento denotaba dejadez, una dejadez impregnada en el ambiente, que no me interesaba tener a mi lado. No correspondía con el amor que ahora tenia, que había descubierto, mas focalizado en el alma.
Seguimos hablamos. Prendió el televisor, luego de varios canales, dejo música clásica de fondo que nos acompaño hasta el final de la velada. Me contó un situación singular que me demostró que no solo a mi me sucedían cosas extrañas. Luego me mostró fotos de su vida, lo que me complació y satisfació un deseo de antaño. Vi fotos de su hermano en un día de caza, cuando era chiquito con un arma en el campo, de la famosa Florencia, su novia que le preparaba tartas para la cena mientras vivía solo a dos cuadras de casa. También estaban las fotos del viaje a Europa en el que lo había conocido, tan hermoso se encontraba. De ese Nando me había enamorado, pero al verlo en la realidad parecía que me encontraba frente a otra persona que ya no reconocía. También me mostró fotos de su primer viaje a Europa y a Rusia, del cual habíamos hablado largamente en el avión en el que nos habíamos conocido. Menciono que se había encontrado varias veces con Laura, la pendeja rubia que me había destrozado mi cuento de hadas, mi luna de miel en Barcelona de la cual él nunca se había enterado.
Hablamos de nuestra vida. Con varias copas de vino, una botella acabada, me había relajado. Comenzó a contarme sus intimidades, como que hacia tiempo que no podía enamorarse. Que se había cansado de levantarse a la mañana y encontrar números de teléfonos de minas de las que ni recordaba la cara. Que había llegado a la conclusión que quería enamorarse. Que se sentía solo. Eran intimidades dirigidas a una persona, que le había ofrecido todo eso que estaba planteando, y que solo había recibido cachetazos de su parte. Me di cuenta que le faltaba mucho para aprender, que no sabia amar, que realmente estaba solo, y que me buscaba ahora como ultima brazada de ahogado. Yo estaba perpleja ante su relato. En un momento para, me mira, dado que estaba haciendo referencia de que todas las mujeres con las que había salido a lo largo de este tiempo estaban “ocupadas”, tenían novio; y me pregunta si tenia novio. A lo que tuve que contestar que “Sí”. Peleaba dentro de mí con la respuesta dado que mi novio se estaría yendo en una semana a vivir a otro país, y a lo largo de 3 años soñé que algún día me buscara para probar formar una pareja. Pero justo en este momento yo no podía ni quería probarlo. Era loco, impensado. Siempre me lo había imaginado así, pero nunca creí escucharlo de su propia boca, de que se enamoraba de las personas que no podía poseer realmente, de las que no podían ser de él verdaderamente. También me mostró sus manos, y que tenia un dedo roto, deforme, que nunca había percibido. En una pelea en un bar se lo habían roto y cuando fue al hospital para que se lo vieran ya había pasado demasiado tiempo para arreglarlo. Fue increíble, por primera vez lo estaba viendo. Realmente estaba mirándolo como era, descubrí que nunca lo había hecho. Siempre me había hipnotizado su belleza. Fue raro.
Al contarme su soledad, atine acercarme y darle un abrazo, lo bese en el cuello, no podía besarlo en la boca, ya que realmente no lo sentía. MI novio estaba en mi corazón y en mi mente, él realmente se había ganado ese lugar, se merecía mi respeto. Fue raro estar tan cerca y en realidad tan separados. No sentía nada, dos cuerpos fríos uno al lado del otro, el tampoco reaccionaba. Me abrazo y así nos quedamos un momento. Volví a mi lugar, y seguimos hablando. Me contó sobre sus amigos, sobre sus salidas, en definitiva sobre su vida. Lo deje hablar, quería escucharlo. Al rato se me acerco y me abrazo. Solo duro unos minutos, unos mimos que intercambiamos, habían pasado muchas cosas para hacer como si nada hubiera acontecido. Los dos lo sabíamos, pero su franqueza realmente no la esperaba. Antes, no podía darme nada, ahora no tenia esperanzas de un futuro compartido, a pesar de que el proyectaba, pero por lo menos una vez había cumplido. Al fin habíamos cenado. Dos adultos enfrentados, hablando de su vida, de recuerdos de antaño.
Mire la hora en el televisor, aun pasaba música clásica, y determine que era muy tarde. Le dije que me iba. Me puse el saco, nos abrazamos por un momento y comentamos que la noche había sido muy agradable y que se repetiría. Me despidió en la puerta, y le pedí que me acompañara abajo. Me miro, y me dijo me estas pidiendo actos de caballerosidad de los cuales no estoy acostumbrado. Que puedo hacerlos pero no están en mi naturaleza. Querría que estuvieran pensé. Así, me acompaño hasta la puerta. Eran las 3:30 hs. esta vez todo realmente había cambiado.
Me fui de su edificio. La noche me envolvió a mí esta vez. La cama se convirtió en charla, la madrugada se transformo en noche, y en vez de partir él de mañana partí yo de madrugada. Camine una cuadra, tome el taxi, llegue a casa, no podía sacar conclusiones, mucha información que nunca hubiera esperado. Resulto la cena más buena de lo que me imaginaba. El futuro incierto era una constante. ¿Volvería a verlo?. Todo dependía esta vez de su parte.