“Buscando Paz”
En un país donde la pobreza y a la vez la tecnología inunda cada espacio mostrando la dualidad de dos mundos unidos pero tan distantes, la cultura de los indios se mezclaba con la modernidad de los tiempos que corren. Hacia solo dos días que había llegado a este país tan distinto, donde mis raíces se encontraban, la incertidumbre me inundaba completamente en cada momento. Solo observaba sin poder sacar conclusiones, era una contexto diferente, ajeno, que me abrumaba.
Esa mañana salimos muy temprano con mi mama, mi hermana pequeña y mi primo recién conocido, a caminar por las calles sin rumbo definido. Todo era desconocido. La capital de este país era como un gran hormiguero, donde los puestos estaban jerarquizados y donde se distinguían los manifiestos de cada individuo sin necesidad de preguntar nada, las diferencias eran muy claras. Luego de un largo recorrido nos encontramos a la hora del almuerzo con otra prima, para tal fin. Buscamos especialmente un lugar típico para comer las famosas empanadas salteñas.
El bar de dos pisos, enmarcaba nuestras conversaciones que no terminaban. Pensar que eran parte de mi familia que recién nos relacionábamos. Entre charla y charla, tres hombres de traje se sentaron en la mesa de al lado. Al mirarlos me sentí atraída por la mirada de uno de ellos de traje verde, de tez morena, cabello oscuro, mostraba tener alrededor de unos treinta años. Su perfil, su mirada profunda me resultaba atractiva. Su conversación lo mantenía concentrado, intentaba justificar ideas, planteaba argumentos que aunque no oía de que se trataba la charla eran notorios; la forma me daba indicios de su talante. Sentía vergüenza al querer observarlo ya que mi madre se encontraba a mi lado y a pesar de mis veintidós años, mi inocencia todavía se manifestaba como una adolescente en sus primeros bailes. La experiencia no había logrado perder mi ruborización inicial y sentía que la mantendría como un rasgo característico de mi personalidad, que no se modificaría a pesar de los años. La timidez de la atracción no la podía vencer, lo observaba atónita y al mismo tiempo indiferente, ya que mi mirada se perdía en el aire pensando en que era una doncella de los cuentos de hadas, esperando que el príncipe viniera a buscarme, él tendría que dar el primer paso mientras ella esperaría encerrada en la torre sin dar mas que suspiros al aire, creyendo que el viento se encargaría de llevarlos a su encuentro, atrayéndolo a sus encantos.
En un momento sentí que él también me observaba y a partir de entonces un juego de seducción sorpresivamente despertó entre los dos. Nuestras miradas se cruzaban y como en un hechizo nos observábamos, no necesitábamos las palabras. Paralelamente, él dialogo de mi mesa se desarrollaba. Sabia que no me encontraba en esa mesa, mi mente vagaba por la profundidad de mis pensamientos, el pudor de mi interior afloraba incontrolablemente. Para que mis nervios no fueran visibles, ya que su mirada me intimidaba, tome unas hojas de papel y me puse a dibujar. El juego, me parecía asombroso, indescriptible y a la vez divertido. Tenia cerca a mi madre, el límite de que nada pasaría, todo quedaría en un intercambio de miradas; pero me equivoque.
Los minutos pasaron y el almuerzo había llegado a su fin teníamos que continuar nuestra jornada, así que nos dispusimos a irnos. Al levantarse todos, junte apresuradamente mis lápices ya que inconscientemente tenia miedo de que pasaría si me quedaba. Al disponerme a ir para la escalera, siento una mano en mi hombro. Era el hombre del traje verde con mirada profunda que me tomaba desprevenidamente, no podía creerlo.
Estaba nerviosa, la situación me parecía inmanejable. Mi mama a pocos metros se encontraba; pero parecía que a él no lo intimidaba ya que me mira y me dice: “No quieres que nos conozcamos”. Me pidió el teléfono, pero realmente no lo sabía, hacia solo un día que habíamos llegado a esta ciudad tan alta. Asimismo, me resultaba totalmente sin importancia saber el teléfono de donde nos alojábamos, y no podía pedírselo a mi madre ya que la conocía y sabia que nunca me comprendería que ese hombre realmente me atraía aunque ni supiera su nombre. Pensé en una alternativa. Tímidamente le dije que escribiera el suyo en una de mis hojas.
Su nombre apareció en mi cuaderno, su letra lo reflejaba, acompañado de dos números telefónicos que quizás propiciarían un encuentro. No podía creer lo que estaba sucediendo, mi mente no podía emitir palabras ya que estaba totalmente inmersa en una carrera de sensaciones y de pensamientos. Ese hombre se había animado a hablarme adelante de todos y a la vez de nadie, la atracción había sido más fuerte que cualquier obstáculo. No puedo negar que me tomo de sorpresa y quede muda mientras él me observaba y me hablaba, no podía hilar oraciones. Estaba atónita, me dijo unas cuantas frases mas, a las que no podía darle una respuesta. Los nervios me invadieron aunque su mirada me hacia recordar cuanto lo deseaba. Era como que aunque quisiera salir de la torre del castillo donde me encontraba sin cadenas, me encontrara apresada.
Baje las escaleras del lugar como si me escapara de algo; realmente me había sentido invadida mientras no me encontraba preparada, me sentía indefensa ante la sorpresa de su acción. Salí de ese bar con la mirada perdida, mientras mi madre hablaba comentando lo atrevido de ese hombre desconocido, pero dentro de mí sentía que su acción había sido totalmente fascinante. Si no lo hubiera hecho, la situación se habría reducido a algo sin relevancia, tal vez la hubiera recordado como algo que podría haber sido creada por mí desarrollada imaginación. A pesar de que las horas pasaron y los lugares cambiaron, su mirada me perseguía con el solo movimiento de cerrar los ojos. Preguntas sin respuestas encontraba, recordaba el bar nosotros dos enfrentados y me daba cuenta que no le había dado ni una señal de lo que me pasaba.
La tarde transcurrió, me sentía mareada invadida, perdida era una ciudad que parecía sin rumbo. Observaba su gente, mientras tanto comenzó a lloviznar por esa gran avenida, donde la mirada de una pequeña de unos solo siete años aproximadamente, llamo mi atención. Sus ropas eran raídas por la pobreza y a la vez coloridas, sus hojotas sucias y viejas mostraban la calidad de su vida. Era tan solo una niña que me sonreía y se escondía atrás de unas columnas, pero detrás de esa sonrisa podías observar su tristeza, su falta de alimentos, su madurez a pesar de sus pocos años, la gran cantidad de vivencias que ha tenido que enfrentar para sobrevivir en este mundo tan desigual. Su inocencia no la encontraba, ya la había perdido, la calle la había hecho crecer sin respetar esa instancia, sus juegos no habían existido dada la necesidad de pedir una beneficencia. Fueron solo unos segundos donde nuestras miradas se cruzaron, ella desapareció entre el tumulto de la gente, sin que ni pudiera ayudarla con unas monedas que a mi no me hubieran significado nada y tal vez a ella tanto. Pero sus ojos perdidos sin esperanzas se mantendrían vigentes en mi memoria para alertarme cuando sintiera que no tenga posibilidades de cambio.
Los lugares turísticos transcurrieron a lo largo de la tarde. Mi mente se encontraba en otro lugar. Quería llamar al hombre del bar, pero sentía a mama detrás de mí a cada instante. Sentía mi libertad coartada. Las salidas se programaban constantemente, y todas eran en torno familiar. Al otro día, marque ese número con expectativas contrariadas, cierta vergüenza me dominaba, ya que realmente no sabía quien era ese extraño. Pero aunque insistí, no hubo respuesta, él no se encontraba. Cuando ya me encontraba acostada dispuesta a dormirme, me dieron ganas de llamarlo pero en vez de seguir mis instintos preferí que la vergüenza me dominara.
Los días pasaron y recién intente volver a llamarlo una noche a dos días de volverme. Nuevamente no tuve contestación, no entendía porque el destino no quería que nos juntáramos. Aunque sea quería saber quien era, que hacia, a que se dedicaba; pero parecía que no iba a poder averiguarlo.
El fin del viaje era el casamiento de mi prima, por lo tanto el
acontecimiento sucedió y yo ya tenia que volver a mi país a cumplir con mis obligaciones. Pero el recuerdo de la mirada de ese hombre no había desaparecido, aunque tan solo supiera su nombre.
El día de mi partida me levante con la necesidad de probar marcar nuevamente esos números pero ya sin esperanzas. Era la ultima chance, solo horas me quedaban en este sitio, tenía la sensación de que ya no tenía sentido volver a intentarlo, pero nuevamente me equivoque. Una voz se escucha a través del tubo, era él, y nuevamente los nervios surgieron. Una energía brota y me recorre internamente por todo mi cuerpo. Era un fuego de pasión postergado, no consumido que quedaba pendiente. No tenia lógica lo que me sucedía, no tenía tiempo, éramos totalmente desconocidos por los parámetros externos.
La charla transcurrió sin darme cuenta, las preguntas sucedieron sin ni siquiera reflexionarlo. Mi nombre recién entra en escena. Todo era tan extraño, y tan solo fue un llamado para cerrar algo si realmente algo había pasado. Las elecciones presidenciales se habían desarrollado en Bolivia mientras me encontraba y él estaba en una de las listas que había ganado, por eso no había podido contactarlo. Si hubiera dejado un mensaje con un teléfono me hubiera localizado. Los minutos pasaron y al cortar el teléfono sentí que me había perdido de algo, que realmente tenia que aprender a no dejar de pasar el tiempo. Llegue al aeropuerto con la mirada perdida. No podía dejar de pensar en que tal vez apareciera por esas grandes puertas para buscarme, porque no le dije que fuera al aeropuerto, por que el silencio le gano la batalla al vuelo, porque la timidez de no conocerlo pudo mas que las ansias de querer verlo. Quería que el avión no saliera, soñaba con cambiar la historia, un día mas pedía, una oportunidad solicitaba.
Como un llamado al cielo, no había lugar para mi hermana ni para mí en el avión que supuestamente nos llevaba de regreso. Los minutos pasaron entre discusiones de mi madre con las señoritas de la compañía aérea, mientras mis ojitos vislumbraban una esperanza. Sin dudarlo busque las ultimas monedas que tenia en mi bolsillo para llamarlo, para que viniera a buscarme, o aunque solo para que volviéramos a encontrarnos. Marque esos números con una ansiedad tacita que no podía disimular, no contestaba nadie, creí que había marcado erróneamente así que con suma calma volví a repetir el procedimiento sin obtener respuesta. Sin poder comunicarme. No podía entenderlo por mas que intente ya no estaba. El problema con la compañía aérea se arreglo y hubo lugar en el avión. No podía disimular mi decepción, no quería volver, quería solo un día más, pero no pudo ser.
Al llegar a mi hogar, y prender la computadora para ver los emails, en la casilla tenia un mensaje de él que me daba esperanza. Tal vez porque no necesitaba más que esas palabras para saber que los caminos tal vez nos cruzarían, tal vez porque me di cuenta que no todo esta perdido aunque uno a veces no das ciertos pasos. En todo caso ¿cómo es eso de que las cosas no siempre tienen un final feliz?
Si tal vez recién empiezan.