Señor Bukowski

#Efemerides

Si Charles Bukowski hoy estaría vivo cumpliría 94 años. Pero esto es imposible: murió de leucemia en 1994. Nació bajo el nombre Heinrich Karl Bukowski en la ciudad alemana de Andernach; fue un escritor formidable que marcó una época. Su estilo, oscuro, descarnado e hiperreal, influyó a una vasta generación de escritores que llega incluso hasta hoy. La mayor parte de su vida la pasó en Los Ángeles lo cual es un elemento contundente para entender y unir la atmósfera en la que se movía y los personajes que componía.

Dueño de una personalidad border y de una actitud intelectualmente desencantada del mundo, pisó fuerte en la literatura del siglo XX. Pero tenía un problema: le gustaba mucho beber. Tanto que la primera palabra que su hija Marina aprendió a leer fue licor. Toda la promiscuidad y ácidez por la cual se lo conoce forma parte de su compleja personalidad, donde también se puede hallar una profunda sensibilidad, sobre todo en algunos de sus poemas como Confesión.

Escribió mucho: novelas, cuentos, ensayos, poemas. Fue un autor tan prolífico que es difícil encasillarlo aunque muchas veces se usa el término realismo sucio para definirlo. Pero si hay algo que aprece en su obra es la noche. Y no la noche entendida como un período del día en que el sol se esconde y las personas duermen sino como una contracara de lo lumionoso, de lo convencionalmente bello, de lo visible por todos. Bukowski narra de forma cruda y desvergonzada esos lugares incómodos del ser humano. La desmitificación de símbolos banales aparecen de forma recurrente para otorgarle a la vida un manto de realidad: “La clave consiste en / resistir / cualquier cosa que sirva / para que / esta vida siga bailando / frente a Doña Muerte” (Acto creativo).

Siempre trató de ir contra la corriente. Quizás lo mejor sea recordarlo, más que como un escritor, como un hombre que odiaba caer en obviedades, que siempre intentaba escapar de la corrección política, lo establecido, el deber ser y el cliché, dando golpes certeros, intentando despertar al lector de la aburrida progresión de su vida.