Walter Olmos como un golpe eléctrico de alegría

#Efemerides

“Estaba jugando con un arma que no sé de dónde salió. Lo apuntó a uno de los chicos y no pasó nada; lo apuntó a otro y no pasó nada. Al final se puso el arma en la sien y salió el disparo. Fue un juego y no sé por qué ocurrió”. Esas fueran las palabras de José Luis Gozalo, el manager de Walter Olmos, cuando le preguntaron qué pasó. Fue hace ya 12 años, un 8 de septiembre de 2002. Tenía 20 años, hacía tan sólo dos que estaba en la cresta luego del apadrinamiento de Rodrigo. Antes hacía shows en Catamarca, de donde él era. Mucho antes pedía en la calle o salía a robar. Es la historia del muchacho que nace pobre y se encuentra de golpe con la fama.

En una entrevista, días antes de hacer dos fechas en el Luna Park en el 2001, contó: “Uno no se fuma o chorea por hobby, por gusto. Yo por lo menos no lo hice. Pero tenía nueve hermanos. Ahora mismo lo digo: si a mí se me acaba lo del canto y, siendo el mayor de los hermanos, veo que no tienen nada de comer, yo salgo a robar de vuelta. Ese es mi pensamiento. Uno por comer hace cualquier cosa. Y después están los que empiezan para comer y después ya no paran, eso también es así.”

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Todo comienza en el barrio de Altos de Choya, al norte de San Fernando del Valle de Catamarca, donde escuchaba a La Mona Jiménez porque su madre, fanática del cuarteto, lo ponía siempre en el grabador de su casa. Él cantaba imitando su voz, fuerte y nasal. Fue por ello que la banda catamarqueña de cuarteto Los Bingos lo llevó a algunos de sus shows para que interpretara un par de canciones. Dos años después ya era su cantante.

Cuando Rodrigo va a Catamarca, alguien le acerca un demo de Walter Olmos. Su parecido con la voz de La Mona hizo que Rodrigo le pida que suba al escenario para cantar con él. Días más tarde lo lleva a Tucumán para que lo acompañe a hacer unos shows. La anécdota cuenta que cuando Rodrigo llega a Tucumán, va a buscar a Gozalo -que por entonces era su representante-, le tapa los ojos y le pide a Walter que cante. “Adiviná quién es”. Gozalo grita “¡La Mona!”. Al abrir los ojos descubre que esa voz era de un morochito que no paraba de sonreir.

Walter Olmos se mudó al barrio San Martín, en Córdoba, con Rodrigo y lo acompañó a la mayoría de sus shows. Los rumores cuentan que un día Rodrigo le dio una tremenda paliza a Walter porque le había vendido una estatuilla de los Premios Gardel que había recibido. Ese fue el motivo por el que se volvió a Catamarca, a cantar de nuevo con Los Bingos. Pero un día, el 2 de junio del 2000, 22 días antes de que El Potro tuviera el accidente fatal por el que perdiera su vida, la Tota Santillán los junta en un show épico en San Fernando, la capital catamarqueña.

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Walter Olmos decide despegarse de Rodrigo. Empieza su carrera solista sabiendo que tenía mucho camino por recorrer. Su primer disco es un recital en vivo que realiza en el club Central Córdoba, en la provincia de Tucumán, ante 20 mil personas. A partir de ahí todo fue éxito y extravagancia: almorzó en el programa de Mirtha Legrand y su novia y su madre se peleaban en el programa de chimentos de Jorge Rial.

“El cuarteto es lo que alegra a la gente. La gente quiere divertirse y no le vayas a poner un tema lento porque no va. Y yo entiendo: si te estás muriendo de hambre y encima escuchás un lento, te pegás un tiro en la cabeza. Querés fiesta, energía, pasarla bien.” Walter Olmos, que se mató al gatillar una pistola Bersa calibre 22 apoyada en su sien, creía en la alegría de la noche, del baile, de la fiesta. En un mundo hostil y desigual, el cuarteto era una suerte de carnaval del olvido donde el pueblo disfrutaba sin importar sus necesidades cotidianas, sus falencias, sus miserias. Ese era el rol que debía cumplir el ídolo popular: brindar felicidad, ser un apoyo, ser energía, funcionar como un golpe eléctrico de alegría. Y Walter Olmos lo sabía.

“Yo sostengo que la gente va a escuchar la música, no va a ver la cara de un negro fiero”. Y ese negro feo, como decía él, aún hoy suena en los bailes, en los boliches, en las fiestas. Incluso en youtube, donde la muchos de sus videos superan el millón y medio de visitas. Ahí está Walter Olmos, con sus 19, 20 años y su característica campera de cuero larga, moviéndose de un lado a otro del escenario, sonriendo, levantando las manos, señalando al público, cantando, bailando, alentando… de fiesta.

En el velatorio, que se realizó en un boliche de música tropical, Mundo Bailable 2002, la gente que fue a despedirlo coreaba como si aún viviera: “Olé olé olé olé. Walter, Walter”.

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