Default, cesación de pagos, quiebras, riesgo país. Términos actuales que circulan, asociados a hechos de amplia divulgación. Términos que también aluden a un momento de la empresa, asociados con problemas de caja, sin entrar en detalles acerca del modo o circunstancias que la llevaron a esa situación.
Pero en este artículo no pretendo hablar de los problemas económicos financieros. Quiero referirme a otros “default”.
En que otros áreas de la vida empresaria nos podemos referir que existen niveles altos de “insolvencia”? es posible que gracias a esas “insolvencias” luego caemos en “default”?
Veamos:
Ánimos en default: imaginemos a Cristóbal Colon en su travesía junto a sus compañeritos. Días largos sin “tierra” a la vista. Pasajeros desmoralizados por la demora. Que hubiese pasado si el digno capitán transmitía desesperación, desilusión, despotricaba contra las adversidades? Seguramente lo tiraban por la borda. En circunstancias críticas, el liderazgo requiere moderación, y vislumbrar la luz al final del túnel, dar cuotas de optimismo y salida de la crisis.
Default directivo: excedernos en tareas operativas, vivir en los detalles, perder de vistas las tendencias por anclarnos en las anécdotas, son el reflejo de descuidar los factores claves estratégicos. Si dirigir es lograr que otros hagan, se necesita que no perdamos la visión global, seamos eficaces en la delegación de funciones, generemos un ambiente motivador. Son condiciones para crecer. Si el capitán del barco deja de monitorear y articular la meta con las posibilidades y el camino a recorrer, por estar pendiente de cosas delegables, no se llegará a buen puerto. Sería prudente tener escrito cuales son los factores claves a desarrollar, guardarlos, y una vez por semana espiar cuanto nos dedicamos a ellos en ese periodo. Como dice un sabio dicho: “pensar es gratis, no hacerlo sale carísimo”.
Duplicar esfuerzos: si una vez al mes, entráramos en la empresa, observáramos con distancia, y nos preguntáramos: “y esto para qué sirve?” si la respuesta encontrara que duplicamos recursos y esfuerzos para un mismo fin, deberíamos reducirlos y simplificar. Lo excesivamente complejo lleva a perder el dominio del negocio, con la consiguiente pérdida de rentabilidad.
Exceso de diversificación: para ganar más, necesitamos tener una especialidad reconocida, por la que paguen y nos permitan crecer. Pero si entramos en la variante de satisfacer todo lo que nos solicitan, con la justificación que agrandamos la caja, vamos a estar agregando productos y servicios, que van a sacarnos de esa especialidad, achicar márgenes y hacer insostenible la actualización de esa cartera. Sepamos renunciar a tiempo a lo que no nos conviene y aleja de la identidad reconocida.
Ingredientes mal dosificados: la razón, la emoción y la acción representan 3 aspectos que actúan de modo simultáneo. La razón aporta el objetivo, la emoción la energía, la acción es la práctica concreta. Una mala dosificación, al igual que en la receta de cocina, llevan a que el resultado no sea óptimo. En la empresa, implica problemas de comunicación y decisión, que nos alejan del proyecto y merman la utilidad final.
La familia empresaria: fundadores y nuevas generaciones conforman el mundo de la pyme familiar. En la medida que articulen visiones, propuestas, aspiraciones, disposición al riesgo, y relaciones con los no familiares, van a garantizar la continuidad en el tiempo. De lo contrario, el futuro estará comprometido y a merced de las luchas internas, que dejara vacía la empresa, y la familia con su patrimonio, que tanto costo lograr.
Para finalizar: hay otros tipos de default para ocuparnos, que en el día a día llevan a la empresa a perder vigencia y rentabilidad. Tenemos que estar alertas, para dar sentido al proyecto que iniciamos.