¿Por qué hacer una lista de 20 autores argentinos para regalar?

1. Porque si querés que alguien siga escribiendo hay que empezar por comprar sus libros. Para que cobre sus derechos de autor, para que pueda vivir de escribir o al menos tener un margen económico para hacerlo. Más tratándose de autores argentinos. La Argentina es un mercado chico, es difícil sobrevivir. Esto, en general. Digo “en general” porque ciertas pequeñas editoriales independientes no se caracterizan por respetar esos derechos; esa vieja práctica local de publicitarse por izquierda y funcionar por derecha (o peor). Pero también hay editoriales independientes muy serias.

2. Porque, creo, hay un prejuicio a vencer, una cuestión que también se da con el cine argentino y que atribuyo a errores de la propia industria y del periodismo que lo pondera -cinematográfico/editorial-: el lector/espectador tiene temor de ensartarse. Entonces por ahí te dicen: “No, yo cine nacional no veo”. Hasta que llega “Relatos Salvajes”, claro. No digo que esta lista sea de los 20 “Relatos Salvajes”de la literatura pero digo que hay excelentes libros de autores argentinos que merecen vender más y escribir más, y así en círculo virtuoso.

¿Cómo funciona la lista?

Por clusters. Voy a ir armando la lista por grupos de afinidad y en cada grupo va a estar incluido al menos un título que probablemente ya hayas leído. Ese libro tiene que funcionar como referencia para que la lista no sea ciega y tengas de dónde agarrarte.

Miércoles 17 de diciembre. Primera entrega.

 

LIBROS DONDE ALGO SINIESTRO ACECHA

 

Glaxo, de Hernán Ronsino (Eterna Cadencia, 2009).

Funciona como un rompecabezas y es mi libro preferido de Ronsino. Un pueblo construido desde distintos ángulos, aportados por cuatro voces, desde distintos espacios y en cuatro momentos históricos diferentes. Y un mismo crimen político.

Distancia de rescate, de Samantha Schweblin (Penguin Random House, 2014).

Una madre y su hija están de vacaciones en una casa en el campo. Podría ser un verano apacible pero todo se tuerce: los niños del pueblo, el suelo, un malestar súbito y una voz que te empuja al abismo de la muerte. Una novela corta donde la destreza de la escritora logra algo muy difícil: que la tensión no afloje nunca.

Bajo este sol tremendo, de Carlos Busqued (Anagrama, 2011). 

Cetarti es un perdedor que no hace nada. Pero nada de nada excepto mirar televisión y fumar. Hasta que le avisan que a su madre y a su hermano los han asesinado. No comienza entonces la esperable historia de venganza sino un viaje en pos de una herencia y la conformación de un trío nefasto con Duarte y Danielito -ya sabrán quiénes son-.

 

 

LIBROS DONDE LOS PERSONAJES SUFREN COMO (LOS) HOMBRES

 

Cuaderno del acostado, de Jorge Asís (Booket, 1988).

Rodolfo Zalim estuvo en la buena y ahora está en la mala, estigmatizado, borrado, desplazado. O, como diría Enrique Cadícamo, va como un descarte, siempre solo, siempre aparte… Me lo imagino a Rodolfo -o a Jorge, que es lo mismo- caminando Buenos Aires bajo una lluvia torrencial, solo con sus pensamientos, con la angustia. Para escribir este libro no solamente hace falta haber vivido sino también tener el coraje de contarlo.

El que tiene sed, de Abelardo Castillo (Sudamericana, 1985; Booket, 2005, Seix Barral, etc.).

Esteban Espósito es escritor y alcóholico. A poco de empezado -como pasa con Cuaderno del acostado- el lector se da cuenta de que hay menos de imaginación que de experiencia en este relato donde la botella es el infierno.  Y el asco. Y la desgracia. Leer El que tiene sed es la tarea improbable y fascinante de entrar en la mente de un borracho.

Mi libro enterrado, de Mauro Libertella (Mansalva, 2013).

Hijo de Héctor Libertella, escritor y alcohólico, Mauro -sin mediación de personaje- escribe lo que yo llamaría una elegía en prosa para contar los últimos días de su padre y desandar su laberinto. Es un texto bello, duro, emocionante pero sin golpes bajos. Es inteligentemente cruel y a la vez suave y amoroso.

El cielo con las manos, de Mempo Giardinelli (reedición Edhasa, 2014).

El hombre habla sin parar. Le habla a un tal Jaime. Esta novela -publicada originalmente en 1981- es una suerte de Portnoy’s complaint donde el narrador es un exiliado argentino en México que añora y elude porque lo salva pero también porque lo quema, el recuerdo de su primer amor en su Chaco natal: Aurora y sus rulos púbicos, Aurora y sus piernas fuertes, Aurora y sus pechos firmes, Aurora y mil veces Aurora.

 

 

 LIBROS PARA CHICOS DE 12 A 92 AÑOS

 

NENES

El rey de los espinos, de Marcelo Figueras (2014, Suma de Letras).

El título para la sección se lo robo a Figueras. Fue lo que me contestó cuando le pregunté de qué edad imaginaba al lector de “El rey…”. El protagonista es un chico dickensiano que peor no la puede estar pasando: Milo es huérfano de madre, tiene un padre borracho, trabaja de enterrador en el cementerio, es menor de edad. Lo sobrenatural aparece durante la sepultura de El Autor de historietas, creador de personajes que no van a quedarse en el papel (algunos son inventados, otros son clásicos de la literatura).

NENAS

Camino a Aletheia, de Victoria Bayona (Editorial Norma, 2011).

La protagonista es Marion, una niña bien que huye de su hogar de la alta sociedad cuando lo descubre como cómplices de un sistema corrupto. Marion se hace a la mar y en ese camino se convierte en marinera, luego en capitana, y de las mejores en la región de Knur en épocas del gobierno de terror de la Papisa. Hay mares, barcos, cofradías secretas, hombres sabios, hombres que hablan con pájaros y una banda de asesinos. No está de más decir que Marion es linda, talentosa y bastante mal llevada.

 

LIBROS PARA NO PODER DECIR: “YO NO SABÍA”

 

El robo de Buenos Aires, de Gabriela Massuh (Penguin Random House, 2014). Un relevamiento exhaustivo sobre los males de la ciudad de Buenos Aires y una explicación racional para todo lo que nos quieren hacer creer que es obra del destino o de la naturaleza: inundaciones, derrumbes, el tráfico infernal, este calor del demonio. Complicidades políticas que hacen negocios a costa del espacio público y perjudican al ciudadano: no se salvan ni la Nación, ni la Provincia ni la Ciudad.

Chicas muertas, de Selva Almada (Penguin Random House, 2014). El interior del país y cómo todavía está naturalizado el maltrato a la mujer. No sólo a partir de la prostitución disimulada (“el patrón me ayuda”) y de la violencia doméstica (“todos en el barrio saben que tal la faja a la mujer”) sino también desde los cuerpos sin vida de chicas que aparecen en un zanjón, en un río, en un campo abandonado, y cuyos crímenes nunca son resueltos.

 

 

LIBROS PARA LECTORAS ROMÁNTICAS Y NO TAN ROMÁNTICAS

 

Si bien Florencia Bonelli es la reina indiscutida de la novela romántica argentina, creo que en Gloria Casañas hay una genialidad poco valorada; digo bien, Gloria Casañas es genial: ella comenzó con una historia, La maestra de la laguna, y en lugar de clausurar a los personajes o escribir una previsible segunda parte lo que hizo fue armar otras historias donde algún personaje secundario de la primera, se convertía en protagónico de la segunda. Y de paso, los que terminaron juntos en la primera, no comen perdices y viven felices porque sus matrimonios -y los conflictos de la cotidianeidad- aparecen en relatos posteriores como telón de fondo. Otro extra del diseño translibro Casañas es que el lector ya conoce a los personajes así que cuando reaparecen en una novela distinta la sensación es la de reencontrarse con gente amiga.

 

 

CUENTOS PARA LOS QUE NO LEEN CUENTOS

El loro que podía adivinar el futuro, de Luciano Lamberti (Editorial Nudista, 2012).

¿No sos lector de cuentos? No importa. Estos te van a gustar. Sobre todo porque “El loro que podía adivinar el futuro” arranca con una seguidilla adictiva. Terminás uno y comenzás otro con una continuidad similar a la de una novela. Funciona un poco por acumulación hilarante como esos chistes que se cuentan en serie -como la serie de chistes de los elefantes, cuántos elefantes entran en un Fitito, y así-: el primero te hace algo de gracia, el segundo más y al quinto no sabés por qué ya te estás riendo.

 

Cuando fuimos grandes, de Hugo Salas (Alción, 2014).

Recientemente comentado, recomendado en Línea Maginot no sin una gran dosis de indignación por tratarse de excelentes cuentos de un porteño por adopción que termina siendo editado por cordobeses para terminar volviendo a las librerías de Buenos Aires. En fin… Muy buen material y tres cuentos extraordinarios. (http://blogs.infobae.com/linea-maginot/2014/11/27/literatura-con-traccion-a-sangre/).  Y para conseguir un ejemplar hay que ponerle garra: solamente se vende en las librerías Guadalquivir, Fedro, Hernández (Av. Corrientes 1436), Norte, Paidós y Gambito de Alfil. DON´T GET ME STARTED!

 

LIBROS DE UNA REAL REALIDAD QUE YA NO ES (PERO SE DISPUTA)

 

La amargura metódica, de Christian Ferrer (Sudamericana, 2014).

Christian Ferrer es un biógrafo excepcional. Por recomendación de Jorge Asís ya había leído “Barón Biza” y después comencé con “La amargura metódica” que Jorge me ponderó como “el mejor libro editado en 2014″. Verdaderamente Ferrer es un hombre de una inteligencia aguda, una escritura contundente y una generosidad intelectual pocas veces vista (porque algunos que quieren dar no tienen qué y otros que tienen, no quieren dar). Mini anécdota: la mañana que lo recomendé en Radio Mitre, un asistente de producción de poco más de veinte años me dijo orgulloso: “Es un capo, fue mi profesor”.

 

 

American Sarmiento, de Hernán Iglesias Illia (Sudamericana, 2013).

Sarmiento desde la perspectiva de sus viajes y el registro minucioso que hacía de ellos. Hernán Iglesias Illia hace algo que yo aplaudí de pie: ofrece una mirada razonable sobre Sarmiento, desvela el endeble sentido de ciertas críticas que se le hicieron a don Domingo Faustino y, sobre todo, no tiene ningún temor de pegarles piedrazos a ciertos Goliats del campo intelectual.

 

 

Músicos apasionados, de Hugo Caligaris (Edhasa, 2013).

No te digo que este libro es el “todo lo que los músicos compusieron, lo compusieron para levantarse a un mina”, pero casi. El exquisito -y divertidísimo- Hugo Caligaris lo pasa bien a costa de las pasiones de un puñado de compositores clásicos de quienes describe, con gran altura, hasta sus peores bajezas.

 

 

LIBROS CON TIROS, LÍO Y COSHA GOLDA

 

Tuya, de Claudia Piñeiro (Ediciones Colihue, 2005; Alfaguara, 2008).

Inés Pereyra, señora esposa ama de casa, descubre un día, entre las pertenencias de su marido, un papel con un corazón dibujado con lapiz labial y la palabra “Tuya”. Aquí comienza el desquicio de esta mujer no por celos sino porque quiere salvar su matrimonio, no porque será abandonada sino por todo lo contrario: la amante del marido aparece muerta. “Tuya” construye a Inés desde tres puntos de vista: el suyo propio, el de su hija y el de un tercero que sigue de cerca la catarata de despropósitos de un cerebro femenino exasperante.

 

Kyrptonita, de Leo Oyola (Mondadori/Penguin Random House, 2011).

¿Cómo hubiera sido la historia si Superman se hubiera criado no en los Estados Unidos sino en La Matanza? ¿Quiénes serían sus adláteres, quién su archienemigo? ¿Cómo sería la kryptonita? Excelente novela de Leo Oyola no sólo por el latido de su escritura sino también por la acción, el vértigo, la imaginación y el divertimento. Es una novela para leer dos o tres veces, ir descubriendo a los personajes ocultos tras los personajes. Yo misma la estoy leyendo por segunda vez en circunstancias que no puedo confesarles aquí, en cuotas, una o dos veces por semana, a cuatro manos.

Hotaru, de Sancia Kawamichi (Del Nuevo Extremo, 2014).

Fuerzas represivas, montoneros, dos geishas, un aguantadero, un abuelo borracho y miles de luciérnagas que dan título a esta novela negra “Hotaru” (luciérnaga en japonés). Fue publicada por Nuevo Extremo porque ganó el concurso Extremo Negro – BAN! pero hay que decir que, de la mano de las niponas, la novela tiene un gran componente erótico. Me gustaría leer otras novelas de Kawamichi y por eso va como cierre de esta lista.

 

 

 

 

 

¡FELICES FIESTAS!