Tratado de culpas

#MamáPor2

Cada una vive la maternidad a su manera. Están las mamás que viven por y para sus hijos y que apenas se les despegan para dormir. Están las ocupadísimas, las que trabajan full time casi sin respiro, las que malcrían sin límites, las exigentes, las hacendosas, las  agotadas, las competitivas, las quejosas.

Todas diferentes, todas unidas por una sensación. La mamá que esté libre de culpa que arroje la primera piedra. Estoy segura que todas, absolutamente todas, sentimos en la nuca esta compañera tan pero tan incómoda.

Tengo que confesar que yo  vivo con culpas. ¿De qué? De todo, todísimo, todo. Digamos que mis hijos nacieron y en ese mismo momento apareció la culpa. Ser mamá de mellizos significa tener que dividirse constantemente.  Esa es la mayor de mis culpas. ¡Tantas veces siento que no puedo a darle todo el cariño que necesitan! Sólo las mamás múltiples pueden entender lo que significa tener que dividir el corazón, la cabeza y la atención en dos partes exactamente iguales. Me resulta tan difícil que muchas veces  me duele.

Sentí culpa por no poder calmar sus alaridos ni poder solucionar sus cólicos de recién nacidos. Culpa por no haber podido darles de mamar como me hubiera gustado y por haber contratado una niñera para dormir de noche. Culpa por el estornudo cuando no los abrigué como debía o por haberles puesto tantas capas de ropa hasta dejarlos empapados de transpiración.

¡Qué dura es la culpa cuando salgo de noche!  Dejarlos de bebés era como si me partieran el corazón en mil pedazos y todavía duele verlos en sus cunas mientras me voy a un casamiento durante varias horas. Es que parecen tanto más buenos cuando duermen.

A veces me enojo cuando pienso que mis hijos ya tienen un año y tres meses y sigo con la misma culpa taladrándome el cerebro. ¿Será que está sensación dura para siempre? Hoy por hoy, me da culpa no tener paciencia suficiente para jugar horas con ellos, mirar el celular cada dos minutos mientras estoy en la plaza y ponerles dibujitos animados en vez de armar castillos con bloques. La culpa de lo que hago y de lo que no hago.

Y sigo con mi catarata de culpas. Porque también me culpo por haberlos anotado en el jardín con apenas un año y medio o sufro cuando tengo que dejarlos en manos ajenas para cubrir tal o cual evento. Me matan los cuatro ojos que me siguen cuando hago abandono del hogar, aunque sea por algunas horas.

Podría escribir una enciclopedia sobre culpas, pero me interesa saber cómo viven el tema ustedes.  Y, como pregunta retórica, para reflexionar, digo, ¿no será momento de que dejemos de disfrutar tanto y empecemos a disfrutar más?