El cuerpo posparto, el peor de los traumas

#MamáPor2

Hoy nos tomamos una pequeña licencia. Dejemos a nuestros hijos de lado por un rato y centrémosnos en un tema no menor que viene de la mano de la maternidad: el cuerpo en el período del posparto.

Si bien por suerte ya pasé esta etapa de lo más traumática (aunque les aseguro que mi físico jamás volverá a ser el mismo), me sorprendió la tapa de una famosa revista que muestra a Griselda Siciliani ESPLÉNDIDA (sí, con mayúsculas).

Todavía me acuerdo la imagen de la actriz en la última entrega de los premios Martín Fierro, apenas unos días antes de parir. Estaba hinchada, bella pero hinchadísima. Poco tiene que ver aquella mujer con  la que hoy aparece en traje de baño neón contando que bajó los 25 kilos en cuatro meses.

¿Alguien me puede explicar cómo hacen para estar impecables en tan poco tiempo? Porque mi posparto fue realmente traumático. Una de las peores sensaciones que tuve fue mirarme al espejo y ver un cuerpo de embarazada sin estarlo. Las mamás seguro que saben a lo que me refiero: es volver del sanatorio con una panza flácida y arrugada, las caderas anchas, las piernas hinchadas y la cara redonda, como trazada con compás.

Encima el posparto no es momento de dietas porque a una se le corta la leche y, en mi caso, nada me dio más hambre que dar de mamar.  Bajarme paquetes de galletitas en cuestión de segundos,  repetir inmensos platos, mandarme chocolates XL y, a pesar de todo, tener la sensación de que nada saciaría mi voracidad.

Ni hablar de las lolas, que se ponen enormes pero dejan de ser sexies en el momento que empiezan a chorrear. Uno se siente feliz porque finalmente tiene la delantera soñada hasta que, de tan cargadas, ¡sorpresa! ¡la bendita leche! ¡a ordeñarse se ha dicho!

No podes usar casi ninguna crema porque casi todas tienen ácidos y están contraindicadas durante la lactancia. Lo mismo sucede con los tratamientos estéticos, casi milagrosos: los mejores están prohibidos si estamos dando de mamar.

¡Uf!  Ahora lo cuento con una sonrisa en la cara pero no fue fácil la reconciliación con el espejo. Y menos con la revolución hormonal que una sufre en esta etapa. A ustedes, mujeres, les digo paciencia, todo, o casi todo, vuelve. Me costó aproximadamente seis meses bajar los 28 kilos que engordé (llegué a pesar más que mi suegro). No hice dieta ni gimnasia: la lactancia ayudó, estar de acá para allá también. Nada volverá a ser igual pero las prioridades cambian: no tendremos el cuerpo perfecto pero si bombonazos que nos alegran la vida.

¿Cómo vivieron el posparto? ¿Lograron bajar de peso? ¿Fórmulas?