Por: LevantArt
Estamos de espaldas, comenzamos a idear la mejor frase para aproximarnos a ella y, de pronto, pensamos: “No, seguro que me va a rechazar, y lo hará riéndose de mí y de mi forma de seducir. Incluso sus amigas, que habrán visto la situación, vendrán después a reírse de mí y a decirme que soy un desubicado por intentarlo… Y no sólo eso, sus amigos también se acercarán en actitud hostil a recriminarme mi mal desempeño. Y el DJ parará la música para señalarme, describirá mi ropa por el micrófono mientras critica mis malas artes. Acto seguido, los encargados de seguridad vendrán, obviamente, a pedirme que abandone el lugar”. ¿Cuánto de todo esto es real y cuánto es imaginario?
Todo es imaginario
Hasta que el rechazo no ocurre, no es real: es sólo una posibilidad, como también lo es que ella nos acepte y podamos comenzar una interacción. Del mismo modo, es posible que pensemos que en diez minutos habrá un terremoto, pero esto no será real hasta que suceda. Mientras tanto, a los pensamientos de este tipo los catalogaremos como “paja mental”. No sirven, molestan e incrementan los niveles de ansiedad. En esos cinco minutos que dedicamos –supuestamente– a planificar nuestro mejor movimiento, lo que en realidad logramos es entorpecerlo. Nuestro umbral de “ansiedad en la aproximación” habrá subido tanto que, incluso si encontráramos la frase perfecta y decidiéramos usarla, nuestro lenguaje corporal y la actitud en general mostrarían tanta ansiedad que seguramente ella nos rechazaría de todos modos. Nuevamente, haría bien en filtrarnos. La mayor parte de las veces, los hombres no reaccionan frente a esta situación; simplemente, abandonan la escena cuando empiezan a sentirse mal, incómodos. Lo real es algo que ocurre; el resto es “masturbación mental”, no sirve para jugar ni para vivir; no sirve para nada.
Veamos el caso contrario: nos acercamos y abrimos de costado a un grupo de mujeres sin habernos detenido a mirarlas antes. Los niveles de ansiedad son mínimos e incluso desaparecen una vez que entramos en escena, tanto sea para recibir un rechazo como para continuar con la interacción. Si no permitimos que se incremente en el tiempo, la AA nos permitirá jugar, sentirnos cómodos y avanzar en nuestra seducción. Como conclusión, extraeremos una regla, la famosa regla de los tres segundos de David DeAngelo. Él la puso en boga y está relacionada con el tratamiento que la psicología cognitiva presenta como respuesta al miedo a la exposición: es preciso enfrentarse a la situación en el menor tiempo posible.
Los buenos seductores no “fichan”, son personas sociales, interactuan con grupos y elegrn a sus mujeres después de comenzar la interacción social. Incluso, aunque ninguna de las mujeres de un grupo le resulte interesante, entraría en un “estado hablador” que le permita fluir con mayor facilidad en los sets siguientes y hasta desarrollar estrategias más precisas a la hora de conseguir un gran objetivo –atraer a la más linda del venue o a quien más le guste–.
Todo esto, sin sufrir picos de AA, excusarnos en la timidez o paralizarnos por pensamientos distorsionados.
* Fragmento del libro “El Juego de la Seducción. Todo lo que un hombre debe saber sobre las mujeres”. Adaptado para INFOBAE.COM con autorización de la editorial Dibuks. Los primeros capítulos pueden descargarse gratis en la web de la editorial.