Por: Alejandro Rosenfeld
Muchos dudaron de LeBron James. Los calambres sufridos en el primer juego de las finales ante San Antonio fueron el hazmerreir en las redes sociales. “Mi físico me falló”, llegó a decir “The king”. 72 horas después, James demostró por qué es el mejor del mundo: 35 puntos, 10 rebotes y un partido que le permite al Miami Heat soñar con el tricampeonato.
Los Spurs llegaban al partido 2 de la serie final con una racha imparable jugando en el AT&T Center: 9 partidos ganados en Playoffs. Tras la victoria del equipo texano sobre el Heat en el primer choque, este segundo juego se convirtió en trascendental para LeBron y compañía. Y había un dato no menor que favorecía a Miami: desde el 2012 que no perdía dos partidos consecutivos en postemporada.
No solo eso estaba en juego anoche. LeBron James tenía que demostrar que su físico no lo había abandonado. Erik Spoelstra, Dwyane Wade, Chris Bosh y Pat Riley habrán rezado por la completa recuperación del mejor jugador del mundo. El mundo de NBA habló y rellenó su programación acerca de las verdades y mentiras de las bebidas energizantes. Hasta peleas entre las dos marcas más importantes, con burlas incluidas. Carteles de los fans de San Antonio recibiendo a un mermado LeBron James. Si él fallaba, si su cuerpo no lograba recomponerse, entonces no habría serie. Ya no importaba nada más, sólo LeBron y sus calambres.
35 puntos, 10 rebotes, 3 asistencias. James hizo callar a las miles de almas que asistieron a su show. Porque fue todo LeBron. Sin calambres, sin fallos. Una muestra más que cuando quiere, “The king” hace lo que se le antoja.
Una victoria que coloca al Heat en una posición inmejorable para lo que viene: dos partidos en el American Airlines Arena, con su gente. La chance de lograr una mini-racha de triunfos que dejen a Miami a la vera de un tricampeonato que solo lograron los Celtics, Lakers y Bulls.
Tienen a LeBron James. Tienen al mejor del mundo. Corren con ventaja.