“Ponerse la Patria al hombro” fue hace un tiempo la exhortación desafiante de Francisco. Un desafío que apela todavía al coraje del amor. Un convite a ser ciudadanos.
Tal vez la pregunta oportuna sea, ¿cuánto coraje y cuánto amor se requieren para llevar en andas a la Patria? Esto a su vez parece depender del “peso” de la Patria que seamos capaces de soñar, porque no es lo mismo una Patria que esta semana transita sus 203 años de empecinado anhelo, que una Patria de apenas 10 años, por decir algo.
La Patria de Francisco, esa por cuyo pueblo ora el Papa, la que encomienda a la Virgen de Luján en su carta a la Sra. Presidente con motivo del próximo 25 de Mayo, esa Patria para la que pide “aliento”, “sostén”, “solidaridad y justicia”, es una Patria completa y compleja, una Patria con una historia de carne y sangre, de pecados y virtudes, de heroísmos y debilidades.
Imagino que la Patria a la que deberíamos atrevernos como pueblo, especialmente en la Semana de Mayo, es aquella que desde un Cabildo arrabalero, perdido en el Virreinato, incendió de libertad toda América. Imagino una Patria de piedras vivas, de rocas ciudadanas forjadas en el calor del compromiso con la pequeña Patria de cada barrio, de cada parroquia, de cada sociedad de fomento, de cada club de barrio. Una Patria de ciudadanos que den testimonio de ella.
Imagino que la Patria de Francisco es esa que nos recuerda a “nuestros hermanos los indios” como nos grita San Martín desde el fondo de nuestra argentinidad.
¿Cuánto nos pesa la Patria hoy? ¿Cuánto nos pesa hoy el dolor de los Qom? ¿Qué Nación les podemos ofrecer a quienes les negamos la Patria? Monseñor Jorge Lozano advirtió que la responsabilidad es directa del Estado. ¿Y qué es el Estado sino esa Nación organizada? ¿Será entonces que no somos Nación o que hemos fallado al organizarnos y entonces nos devora el tiempo?
Pensarnos sin historia, o sin el valor de pararnos sobre nuestra historia dolorosa y placentera, nos condena a cargar un peso insignificante y sin valor pero sobre un hoy de barro.
Hoy la tentación en la que caen muchos es la de desentenderse de todo el pasado de la Patria e inventar una épica constantemente moderna, borrando así toda responsabilidad para descansar en un presente prefecto y “olvidarnos” del futuro porque todo es hoy.
Parecemos empeñados en hachar las raíces de nuestra Argentina y conformarnos con la foto de una fruta de cera.
Prefiero pensar en el axioma de Mitre: “Debemos tomar a la República Argentina tal cual la han hecho Dios y los hombres, hasta que los hombres, con la ayuda de Dios, la vayan mejorando”.
Esto significa aceptar un desafío con la valentía puesta al servicio del otro y del después. Esto significa tomar nuestros 203 años de miserias y glorias, organizarlos en un impulso responsable, echar el saco sobre nuestras espaldas y andar el camino.
Francisco nos convidó hace 10 años a ponernos la Patria al hombro durante el Tedeum del 25 de Mayo del 2003. ¿Nos daremos cuenta de que había ya una Patria preexistente o seguiremos el espejismo de un extraño relativismo fundamentalista?
Celebremos el camino recorrido estos 203 años de Patria mirando alrededor las necesidades de nuestros compatriotas.