“Es tan difícil que un corrupto pueda volver atrás. El pecador sí, porque el Señor es misericordioso y nos espera a todos. Pero el corrupto se fija en sus asuntos, y estos eran corruptos y por ello se justifican a sí mismos”.
Esto les explicó Francisco a 500 políticos italianos hablándoles de dirigentes que se habían alejado de su pueblo al alejarse de Dios.
Para ejemplificar cómo esos dirigentes se habían distanciado de su Dios y de su gente, usó el término “coyuntura” como ejemplo de un camino de auto justificación opuesto al camino de la Verdad que es siempre el camino de una Promesa. La coyuntura que tan zarandeada tiene a la política es una avenida circular, rutilante y escandalosa pero sin destino, sin proyecto, sin Promesa.
Podemos pensar, siguiendo el derrotero de la homilía se Su Santidad, que la coyuntura es ese río revuelto del que tantas ganancias obtienen sus pescadores. Podemos preguntarnos si acaso, avivados de este beneficio coyuntural, al río lo alborotan los corruptos con el propósito repetido de pescar en él mientras juran que no, que solo hacen “lo necesario”.
“Con el tiempo, el corazón de esta gente, de este grupito se había endurecido tanto, tanto, tanto, que le era imposible oír la voz del Señor. Y de pecadores que eran, precipitaron hasta volverse corruptos”.
Precipitarse en la corrupción parece ser, según Francisco, un paso inevitable si se camina la política en la maraña de la coyuntura. Porque cuando se hace de ella un modo de conducción, cuando la “gestión” corre detrás de los problemas y acumula “soluciones” una sobre otra como tantos problemas genere, se pierde de vista el sentido último de la Política, se nubla la Promesa, se desconoce el destino, de desdibujan los idearios de un pueblo y la nación (que es siempre Promesa compartida) deja de ser.
Quizá por eso Francisco insiste en diferenciar al pecador del corrupto, porque el pecador sufre su pecado y el corrupto monta un sistema de justificación y beneficio.
Mientras el corrupto blanquea alegremente su sepulcro, la política grande que peca pero anhela, se diluye.
En el ejemplo que pone Francisco vemos dirigentes sin sustancia política pero repletos de justificaciones que los divorcian del pueblo y de la esperanza de ser una nación, porque están precipitados en su propio discurso. Son la política “clericalizada”.
Coyuntura y corrupción, en la imagen que deja Francisco, parecen ir enlazadas por un defecto en común: la ausencia de Promesa y la negación de lo trascendente. En política, es como poner la táctica por encima de la estrategia o la justificación de la necesidad sobre el sueño de grandeza.
“¡En la dialéctica de la libertad está el Señor bueno, que nos ama, nos ama tanto! En cambio, en la lógica de la necesidad no hay lugar para Dios: se debe hacer, se debe hacer, se debe… Se han vuelto hombres de buenas maneras, pero con malos hábitos. Jesús los llama, a ellos, ‘sepulcros blanqueados’”