“Me acordé de Jesús; ¿qué diría si estuviera de árbitro allí? «El que esté sin pecado que dé la primera patada»”.
Esto, entre otras cosas, expresó el Papa Francisco sobre el “linchamiento” en Rosario de David Moreira.
“Me dolía todo, me dolía el cuerpo del pibe, me dolía el corazón de los que pateaban“.
Francisco también recordó la obra de Lope de Vega, Fuenteovejuna, en la que un pueblo entero se rebela contra el abuso del poder y la ausencia de justicia y termina, por mano propia, con la vida del señor que los oprime.
“Me dolió la escena. Fuenteovejuna, me dije”. De esa muerte no respondió nadie, porque respondieron todos.
“Pensé que a ese chico lo hicimos nosotros, creció entre nosotros, se educó entre nosotros. ¿Qué cosa falló?” siguió reflexionando Su Santidad a la vista del “video casero” que capturó la escena del linchamiento.
“Así la cosa no vá”
Los linchamientos como el de Moreira, que generó el mensaje del Papa, delatan por su posibilidad y su repercusión dos situaciones de alarma, ambas señaladas por Francisco:
1 – La “cosa” que falla es el Estado como seguro e impulsor de los Derechos Humanos de los argentinos. El primer derecho lesionado es la dignidad individual y colectiva y por eso falla otra “cosa”, la contención comunitaria del desborde, tanto del delito común como de las represalias en grupo.
Esta retirada estatal (bajo diversas banderas, unas neoliberales de mano dura y otras progresistas-garantistas), ha forzado al pueblo a “privatizar” derechos básicos como la salud, la educación y la seguridad.
Los que no han podido privatizarlos, se precipitan en una “individualización” o, de otro modo, a procurárselos por mano propia.
2 – El anonimato de la horda que camufla el hastío pero muestra que sigue abierta y latiendo la grieta en los lazos de la comunidad que se abrió en 2001.
“Lo peor que nos puede pasar es olvidarnos de la escena” dice conmovido Francisco.
Siguiendo con el paralelo del Papa, en Fuenteovejuna lo que falla es la autoridad al romper el pacto social y por lo tanto, la sociedad no reacciona como comunidad sino como un puñado de individuos, como un grupo de caza prehistórico.
Las críticas
Desde algunos sectores se critica a la Iglesia Argentina, y ahora al Papa Francisco, por su condena a los linchamientos. Vale preguntar qué esperaban esos sectores que hicieran la Iglesia y el Papa. ¿Aplaudirlos? ¿Promocionarlos? ¿Bendecir las patadas?
“No era un marciano, era un muchacho de nuestro pueblo; es verdad, un delincuente”.
Francisco no necesita disimular, ni exculpar ni “ponerle onda” a la condición delictiva del joven Moreira. Su Santidad recurre, obviamente, a la dimensión digna del muchacho muerto y a la de sus ejecutores, lamentando su supresión.
¿Esperaban algo más?
Libres de pecado
¿Quién está libre hoy? ¿Quiénes siguen pateando al caído en la cabeza mientras también patean a los pateadores?
La piedra ya está volando por el aire y la mano está escondida en la espalda.
“Que el Señor nos dé la gracia de poder llorar…, llorar por el muchacho delincuente, llorar también por nosotros”.