Todas queremos un Donofrio

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No es el más lindo de la clase, es el más entrador. Es el guarro, el trabajador hijo de trabajadores, el que defiende los derechos ajenos y adora la palabra “compañero”. Es el sindicalista, el delegado del gremio, el líder de quienes trabajan en el área de mantenimiento de “Aerolíneas Del Plata”, y también es Rubén Donifrio, el tipo que está enamorado de Mey y trabaja como hormiga para que ella se de vuelta y lo mire un ratito.

“Yo soy el negro bueno”, le dijo la primera vez que pudo hablarle a la azafata rubia que tenía fichada desde hacía rato. Con esa frase también se presentó ante el público que, noche tras noche, mira “Guapas” en El Trece. Con esas palabras también dio rienda suelta al estreno de una ferviente compatibilidad con la platea femenina que aplaude cada una de sus declaraciones amorosas, cada gesto de estoicismo, cada palabra justa en el momento indicado.

Porque Donofrio (Alberto Ajaka) no le gana en facha a Francisco (Rafael Ferro) y al Dr. Muller (Mike Amigorena); les gana en ternura, en jugarse el todo por el todo y hasta la última ficha por el amor que, cree, es el de su vida. Les gana en seguridad, en no amedrentarse frente a alguien, ella, María Emilia (Carla Peterson), Mey, la que pertenece (o perteneció) a otra clase social, lque lo mira desde un pedastal y le ofrece hielo a su estirpe de hombre pura pasión.

Y el personaje genera pasiones porque, a diferencia de lo que se ha visto mucho en televisión, no es el típico bruto, que se come las eses, toma mate, ama a la vieja y busca conquistar a la chica bien. Rubén Donofrio es un hombre rudo, noble y luchador, enemigo de la patronal, que habla mejor que cualquiera y parece tener transitadas muchas más vidas que todo el resto.

Habla de su padre ferroviario y te hace llorar. Le dice a Mey que está enamorado de ella, del mismo modo en que podría decirle “hola” o “chau”. No “novelea”, ni dramatiza su enamoramiento; menos aún lo cree imposible. Se banca como nadie que ella le diga con constancia que ama profundamente al “Comandante” y no se siente menos. Le avisa que está casado, que no la quiere como ella piensa y que el amor que ella cree sentir no es tal.

Todas queremos a Donofrio o a un Donofrio porque representa el sueño del Príncipe azul moderno, el que no usa capa, sino pechera, el que no te despierta con una manzana, sino con un reto a viva voz, el que no besa suave, sino con seguridad y erotismo, el que no te coloca el zapatito, sino que te desnuda sin esperar a que le digas que sí, o que no; el que aparece sin ser esperado, el que ama sin ser amado (todavía), el que pelea con espada de madera, pero se siente ganador.

Porque lo mejor que tiene es que no se siente menos, no se siente el peor de la clase; tiene un objetivo y lucha para alcanzarlo. Y en medio del camino, nuestro galán 2.0 despierta amores y solo amores y va regalando las más lindas palabras que jamás hayamos escuchado.

Cuando tiene que definir el amor, dice que no se trata de tener mariposas en la panza, que eso es gastritis y que, por el contrario, “amar es hacer que nunca nada malo le pase al otro, que el otro no sufra nunca más en la vida” y que “lo demás son boludeces”.

Y nos gusta escucharlo, aunque internamente sepamos que las mariposas existen y que a veces no alcanza solo con amar para que el otro no sufra y que el amor también es compañía, paciencia, abrazos en silencio, resignación ante las cosas de la vida, dejar caminar en soledad, encuentros y desencuentros y posibilidad de hacer feliz, solo a veces.

Pero a quién no le gusta verlo y pensarlo como el más eximio de los guerreros, anteponiendo su cuerpo y su alma para evitar que su amada sea salpicada con algo de maldad. Lo soñamos poniéndole el pecho a las balas, atajando todos los penales en contra, malabareando las adversidades de la vida, solo para no verla sufrir a Mey.

¿Cómo no querer a un tipo que desprestigia el cuento de “La dama y el vagabundo” y hace del “Ocho cuarenta” de Rodrigo un himno nacional?

Lo amamos porque salió del barro y reivindica la cultura del trabajo, el compañerismo y la solidaridad. Lo amamos porque tiene la voz carrasposa y una ventanita entre los dientes, y porque lidera, pero no es soberbio y ayuda sin pedir nada a cambio.

Y fundamentalmente lo amamos porque no ama en silencio. Porque la quiere a Mey impecablemente vestida, pero también en pijama y a cara lavada. Porque no tiene prejuicios con su cuna y porque la quiere más de lo que ella cree.

No existe uno como él, nos lo inventaron Carolina Aguirre y Leo Calderone, autores de “Guapas” y del antihéroe más galán de la TV actual.