Por: Daniela Escribano
Difícil tarea. Cinematográfica, diríamos. Claro que existió el Cine Mudo y era genial y quizás su gran genialidad se debía a que no tenía contrapunto porque no había voz. Pero a pesar de que en muchos aspectos podemos pensar que “algún tiempo fue mejor”, para el cine, la aparición del “habla” fue una gran innovación. Lo distinguió, lo mejoró y lo completó.
Porque cuando se habla, no se calla, y cuando se rompen los silencios, muchas veces se producen las revoluciones. Se suele decir que quien acostumbra a callar, cuando habla, hace eclosión, y que quien no habla a tiempo, sufre de por vida. Por eso levantar la voz ante los silencios históricos es sinónimo de valentía, y quien se anima a decir lo que piensan muchos, tiene fisonomía de héroe.
Se ha dicho muchas veces que en la televisión la imagen es todo y que una imagen cuenta más que mil palabra, pero qué hay entonces del silencio; ¿cómo se puede hacer televisión con una materia prima silenciosa en un medio dónde está prohibido callar?
Se puede, o por lo menos se intentó durante el 18F, en medio de una convocatoria homenaje al Fiscal Nisman, que fue mucho más que eso. Simplemente porque cada uno llevó su bandera y la izó en medio del Congreso o la Plaza de Mayo. Cada uno escribió en su cartel una consigna distinta y hubo muchas figuras políticas que se “autoconvocaron” con fines seguramente más electorales que de apoyo ciudadano.
Todos desde el silencio. Sin cánticos, sin insultos y sin cancionero homogéneo, por lo menos en el primer tramo de la caminata, y antes de que irrumpieran las primeras voces coreando “Argentina”, “Nisman” y el himno nacional.
Antes de esta ruptura del silencio, y antes de que tomaran la palabra los fiscales convocantes, no hubo fervor, solo gente, lluvia, pasos, caras, paraguas, carteles y una voz, la de los canales de noticias y sus periodistas, relatando más que nunca lo que pasaba, lo que ellos podían ver desde sus miradas parciales y aquello que se murmuraba entre los que caminaban a la par.
Nunca se dijo tanto en medio de tanto silencio, un silencio que se interrumpía por los pequeños diálogos entre cronistas y asistentes y la pregunta más citada: “¿por qué estás acá? Y terminado el alegato, otra vez el relato del silencio.
Y como no había consignas que hablaran por si solas, ni voces que dijeran más que las fotos que se podían registrar, la poética de los periodistas estuvo a la orden del día, la comparación con cada “cumbre” ciudadana que se regó de lluvia y se combatió con paraguas, y la descripción de los concurrentes, sus caras salpicadas y un escenario triste que el agua entristeció más.
Las llamadas “historias mojadas” fueron muy echadas a mano por cronistas que apelaron a ellas, a las pequeñas anécdotas de color que se cuelan en los tumultos, y a pesar de su poco tamaño, se hacen notar, para alargar salidas al aire con nulo contenido de voz.
En televisión se usa el término “bolo” para llamar a aquellos actores que dicen nada o poco en una escena de ficción. No es que no quieren, no pueden. Pero acá la orden era callar, aún pudiendo hablar. Y en medio de este contrato no escrito entre convocantes y asistentes, una cobertura televisiva que debió ingeniárselas para darle presencia a la ausencia (de voz en este caso).
“Narrador omnipresente” se le dice a aquel que es testigo y puede contar más acerca de lo que otros están viendo, pero desde una posición “tercerizada”. Y en base a esta herramienta literaria se gestó esta suerte de “interpretación” del silencio que se llevó a cabo este 18F.
Una modalidad que registro la hermana Pelloni en Catamarca tras el asesinato de María Soledad Morales, que nació desde un profundo dolor, pero que lejos de exorcizarse en gritos de hastío, se corporizó en silencios “de muerte”; que te ponían la piel de gallina, te anudaban el estómago y te daban ganas de llorar.
En la era del ruido, callar es una elección y, quizás, un obstáculo para la televisión. Y tal vez en la tarea de llenar los espacios que los protagonistas no llenan, se repiten palabras, se cometen errores, se producen pisadas entre los trabajadores y se dicen cosas que no aportan.
Nadie dice que los silencios son malos. Muchas veces son necesarios para evitar situaciones de angustia. Para la TV son difíciles, críticos, pero como alguien dice “crisis puede ser oportunidad” y aquí la hubo; de construir voz desde el silencio, de relatar escenarios desde la inexistencia del diálogo y de poder, esto para el público, de construir el propio 18F, como si estuviéramos con el volumen en 0, pero en volumen normal