Por: Alejo Santander
El año pasado el graffitero estadounidense Kidult lanzó la primera piedra cuando pintó en el frente del local del diseñador Marc Jacobs, ubicado en el exclusivo barrio del SoHo neoyorkino, la palabra: “ART”. ¿La repuesta? Una edición limitada de remeras de la marca con la imagen del frente por $686 dólares cada una bajo el nombre de “Art by Art Jacobs”. Pero la historia no terminó ahí.
¿Qué fue lo peor que pudieron hacerle a Ernesto “Che” Guevara? Convertir su cara en una remera. Un revolucionario hecho producto, la materia prima misma de eso contra lo que murió luchando. Aunque por lo menos de algo podemos estar seguros, y es que él no recibió ganancias por ninguna de esas ventas. Antes era fácil seguirle el rastro a una estrategia de marketing, era un deportista diciendo en una revista “Usá estas zapatillas”, que después cambió a “Yo uso sólo estas zapatillas” y más tarde a un simple mensaje en Twitter “Qué ganas de comprarme estas zapatillas ¿No son geniales?”, seguido por otro “Ya las tengo! + FOTO”. ¿La idea? que la propaganda no sea tan obvia como lo es por los canales convencionales, aunque sigue siendo igual de obvia, pero hay genios que se pasan años estudiando para decir que no, y que es lo último en materia de publicidad.
El street art, uno de los movimientos artísticos y culturales más grandes del último tiempo en las ciudades, un fenómeno en constante expansión, no es la excepción e inclusive es ideal, porque nadie dudaría de que esos que justamente critican a la sociedad de consumo desde sus pintadas, van a ser el enemigo. Sin ir más lejos, algunos posts atrás, hablando de que el graffiti de Banksy “Slave Labour” había sido robado (Lo arrancaron literalmente de la pared en plena calle) y luego subastado por millones de libras, no era también a la luz de los acontecimientos la única forma a partir de la que alguien como Banksy podría vender una de sus obras sin dañar su imagen.
Con esto no estoy diciendo que Banksy o Kidult sean mercenarios de un capitalismo encubierto a través del street art, pero es bueno leer algunas cuestiones y hacernos preguntas, principalmente porque podría pasar, y porque otros lo han hecho antes. Ahora el resto de la historia de Kidult con Mark Jacobs, que tuvo su segundo capítulo la semana pasada:
Como contaba en el primer párrafo de este post, el graffitero neoyorkino (Kidult) había pintado en el frente del local de Jacobs la palabra “ART”, con la que el diseñador hizo una edición limitada de remeras que vendió al módico precio de 686 dólares, algunos dicen que ese fue el precio exacto por pintar de nuevo la fachada, pero claro esto no está chequeado. Lo importante en todo caso es que hizo de la intervención del artista un producto, y Kidult quedó ¿sin quererlo? dándole material, promoción, prensa, algo más que vender, a eso que intentó poner en crisis.
El hecho había quedado ahí, hasta que la semana pasada el artista callejero volvió al ataque pero en el frente del local que la marca tiene en París, pintando el signo “$” y el número “686″, el del precio que Marc Jacobs había puesto por las remeras con la imagen de las pintadas en Nueva York. Además sumó un mensaje en Twitter con foto de su obra incluída que decía: “¿680$?, ¿689?…¿686? A cuánto vas a vender estas?”.
¿La respuesta esta vez? Otra edición limitada de remeras y un mensaje en la fanpage de Facebook de Marc Jacobs con galería de fotos incluída:
¿ Una pelea entre un artista urbano y una marca? o ¿Una refinada puesta en escena para promocionarse y vender más? No sabemos, por el momento lo único que no podemos dejar de hacer, como siempre, es de hacernos preguntas.