Por: Adriana Santa Cruz
Hay algunas normas del español que, a priori, nos parecen fáciles. Distinguir entre el uso de mayúsculas o de minúsculas puede suponerse algo casi obvio pero, sin embargo, no son pocas las veces en las que dudamos si elegir una u otra. La Ortografía de la Lengua española (2010) intenta dar respuestas a nuestras preguntas sobre este tema y, más allá de las normas, aporta interesantes consideraciones acerca de la mayúscula de relevancia.
La RAE nos dice que se agrupan bajo esta denominación todos aquellos usos más o menos tradicionales de la mayúscula inicial no justificados por ninguna de las funciones lingüísticas asignadas a este tipo de letra en nuestro sistema ortográfico –delimitar enunciados, marcar los nombres propios y formar siglas–, y que responden únicamente al deseo de poner de manifiesto la especial relevancia que quien escribe otorga al referente designado por la palabra escrita.
La mayúscula de relevancia presenta dos facetas: una social, en la que pone de manifiesto la consideración o el respeto que socialmente se otorga al referente de ciertos términos, como los tratamientos, o los títulos y cargos de especial dignidad o situados en los niveles más altos de la escala jerárquica (majestad, rey, papa, duque, presidente, ministro, etc.), y una subjetiva, en la que el que escribe aplica la mayúscula a aquellos términos cuyos referentes considera sagrados o dignos de especial veneración, por razones religiosas o ideológicas. Por ello es frecuente que en textos de carácter religioso, político, militar, etc., se vean escritos con mayúscula inicial muchos términos que designan conceptos relevantes en esos ámbitos (sacramento, misa, eucaristía, nación, patria, bandera, etcétera).
Ninguna de estas mayúsculas de relevancia está justificada desde el punto de vista lingüístico, ya que recaen sobre nombres apelativos o comunes, con independencia de la valoración social o personal asociada a sus referentes. Además, el principal problema es que la mayoría de las veces no hay consenso en el inventario de palabras que serían susceptibles de comenzar con mayúscula y, en consecuencia, se hace difícil la regularización ortográfica.
USO DE MAYÚSCULAS Y MINÚSCULAS EN ÁMBITOS ESPECIALES
En algunos ámbitos como la publicidad o el diseño gráfico, no solo es relevante la información que se transmite, sino también la forma o apariencia del mensaje. Se busca, con ella, llamar la atención del receptor –para asegurar así la eficacia del acto comunicativo– o, simplemente, producir un efecto estético o artístico. Para lograr ese efecto, los publicistas emplean recursos lingüísticos y gráficos entre los que cumple un papel no menor el desvío de las normas lingüísticas. Así, es frecuente la aparición de mayúsculas no justificadas desde el punto de vista ortográfico y, a la inversa, el uso de minúsculas donde la norma prescribe mayúsculas.
NUEVAS TECNOLOGÍAS
El uso de mayúsculas y minúsculas presenta también peculiaridades en el ámbito de las nuevas tecnologías a partir de sus similitudes con el registro oral. Esto provoca que la mayúscula tenga un nuevo valor que es el de representar la intensidad o el volumen de la voz. Así, la escritura íntegra con mayúsculas equivale a gritar y, por tanto, en las normas de cortesía establecidas para las comunicaciones en internet, suele recomendarse evitar su empleo, pues se considera de mala educación. Asimismo, escribir todo con minúsculas demuestra poco cuidado en la redacción y no es aconsejable, salvo en el chat o en los mensajes de texto.