Por: Agostina Fasanella
¿Hacia dónde voy? ¿Quiénes me acompañarán? ¿Cuáles son mis verdaderos objetivos?
Todos, en algún momento de nuestras vidas, nos hacemos estas mismas preguntas… preocupados por lo que vendrá.
Cuando estamos pre-ocupados nos referimos a cuestiones que tienen que ver con algo que todavía no ocurrió… nuestro futuro.
Estas preguntas implican un proceso de reflexión profundo y continuo que nadie puede responder por vos… tal vez esas respuestas están guardadas en espacios en los que tu mente no sabe o no le conviene entrar.
Existe una gran diferencia entre “improvisar” la vida y “tener la predisposición de dejarse sorprender por los acontecimientos de la vida”. El “momentismo”, los vínculos pasajeros, las relaciones poco profundas y nada comprometidas, son una constante en nuestra época. El “deber ser” como mandato irrenunciable y limitador de la existencia, lo ha sido desde siempre… Lo uno y lo otro, produce desorientación y sufrimiento en quien así lo vive.
Vivir de modo inconsistente; disperso y abarcando todo lo que llega a nuestro lado; sin una coherencia interna entre tu modo de sentir, pensar y actuar; dejando que las circunstancias y los otros (familia, gobiernos, jefes, etc.) decidan por vos; no tener planes claros en los distintos aspectos de tu vida; no reconocer la diferencia entre “amor” y otros sentimientos con imagen análoga; que el “deber ser” ocupe el lugar de la respuesta a la pregunta “¿Cuál es tu sueño?” produce sufrimientos y una vida que no satisface tu condición humana.
La posibilidad de dejarte sorprender, implica estar abierto a la novedad, a eso no pensado que la vida te presenta y que por algo resuena en tu interior. Las personas son el potencial que guardan, tu condición de posibilidad de ser, explorar y explotar en la mayor medida posible ese potencial, es el único objetivo de la vida humana desde el nacimiento hasta el instante previo a la muerte. Proyectar, proyectarte, es la esencia de la vida humana. Y un proyecto depende de múltiples factores, pero sobre todo de la profundidad que quieras darle a tu reflexión y del grado de coraje que le pongas a tu vida.
El Proyecto no es uno y para siempre… la adolescencia es la edad “de oro” para los proyectos; sin embargo el carácter propio de cambio profundo de esa edad, hace que estos proyectos de juventud no sean siempre los que luego prosiguen a lo largo de la vida. Reproyectar en cada etapa, a partir del análisis que hagas de cada momento de tu historia… de eso se trata.
La elección de una profesión, la decisión acerca del deseo de tener hijos o no, un concepto acabado de qué es el amor para cada uno y en cada época de la vida, un ideal al que aportar con tu trabajo y pensamiento, van configurando un proyecto de vida.
Saber hacia dónde vas, porqué y para qué, es la posibilidad de transitar una vida lo más cercana a lo que para vos signifique ser feliz, más allá de las vicisitudes que se presenten.
Integrar tu proyecto de vida es un elemento fundamental… Tu pareja, tus hijos, tu realización personal y professional, si van para diferentes lados, son una fuente de sufrimiento.
¿Hacia dónde voy? ¿Quiénes me acompañarán? ¿Cuáles son mis verdaderos objetivos? Tres preguntas que consider fundamentales.
Nunca es tarde para parar y ensayar respuestas. La felicidad -la satisfacción con vos mismo- es un trabajo siempre posible!