Este es el relato de mi historia, de como hace 8 años que vivo haciendo lo que me gusta, tiene mas capítulos o mas partes y las iré compartiendo. Porque yo hace años que vivo ayudando o hablando o contándole a desconocidos o no tanto que se puede, que se puede ser feliz, que se puede cambiar, y en realidad lo hago porque a mi desconocidos me ayudaron a encontrarme a decidir vivir la vida con mis reglas!!
“RAICES COMPARTIDAS”
Había decidido irme de viaje a Australia sin saber que era solo un detalle para el comienzo de mi verdadero viaje: hacia mi misma. En realidad la decisión de ir a ese destino escondía el sentimiento de corroborar si un hombre con el cual mantenía correspondencia hacia más de tres años, era el hombre de mi vida. El viaje sería por casi dos meses y por una cuestión de economía tome un vuelo que pararía de regreso en Sudáfrica en donde haría un safari. Para eso logre que en mi trabajo me dieran el tiempo requerido para hacer esta travesía en el país del “Down under”. Así descubrí porque ningún trabajo te da más de un mes de vacaciones, volver es más difícil de lo que podía llegar a imaginar. Salí a la aventura un 4 de diciembre con todos los ahorros que tenia y mis 27 años, sabia que estaba buscando respuestas pero no sabia bien de que.
Llego a Sidney, Australia, sin preconceptos, ni ideas establecidas de antemano. El descubrimiento de esta ciudad me cautivo por su modernidad y diversidad de barrios y opciones que te dan la sensación de estar en más de un lugar al mismo tiempo. Mezcla de Inglaterra con Asia y Norteamérica seria la mejor manera de describirla. Ecléctica, cambiante, sus edificios y yuppies del downtown (centro de la ciudad) contrastan con los surfers y bohemios de Bondi y Newtown. En realidad lo que me imaginaba por supuesto no sucedió, el hombre que pensé que podía ser el hombre de mi vida ni se imaginaba la historia que yo tenia en mi cabeza, lo que me hizo dar cuenta de la necesidad que tenia de decir lo que pensaba, lo que creía y sobretodo lo que sentía. De esta forma me encontré dando vueltas por el país australiano, recorriendo toda la costa Este entre playas y turistas. Disfrutando de paisajes paradisíacos y dándome cuenta que había crecido y que había cosas que ya no me interesaban como antes.
Después de mas de un mes, me fui para Sudáfrica donde me encontré en un safari en el Kruger Park con 16 personas, de las cuales quince eran mujeres y un solo ingles; mas los dos hombres del Tour que nos llevaban. Durante cuatro días compartimos charlas entre paisajes y animales exóticos. Pero lo que mas me sorprendió es que estas quince mujeres que venían de los países mas “desarrollados” del mundo, como Alemania, Estados Unidos, Holanda y Canadá, habían pagado para ayudar a orfanatos de chicos con Sida perdidos en África. Estaban donando su tiempo y su dinero para ayudar a otros. Al escuchar sus historias, me sentí por primera vez egoísta. Yo había ido a Australia a comprobar si un hombre con el cual solo compartía líneas cibernéticas era el hombre de mi vida, me había gastado todo mis ahorros en cruzarme el océano, dando vueltas por las tierras australianas buscando respuestas que no encontraban preguntas y principalmente me había dado cuenta que no podía comunicarme porque estaba mas perdida que cuando había empezado el viaje. La naturaleza te desborda en Sudáfrica. En realidad te hace pensar en la supervivencia y como todos los animales viven respetando sus espacios, existe la convivencia a pesar de la falta de agua, de los cambios climáticos y de la ferocidad o no de sus habitantes. ¿Cómo podría ser que los humanos pensantes no sabemos respetarnos? ¿Tendrían que enseñarnos los animales?
La verdad lo que parecía un dato insignificante, se convirtió en lo mas importante de este viaje. El encuentro en un aeropuerto, me cambio la vida. De regreso de Sudáfrica el avión paro en Brasil para hacer trasbordo. Cansada de tanto recorrido, con la cuenta del banco en cero, pensando solo en comenzar de nuevo a trabajar y borrar a un hombre más de la lista de posibles príncipes encantados, algo ocurrió que jamás podré olvidar. Salí del avión agotada después de unas cuantas horas de avión, y escucho por primera vez después de casi dos meses hablar en castellano, lo cual mi corazón palpito y me exprese: ¡Que lindo escuchar hablar en mi idioma! Un hombre de pelo largo azabache con ojos profundos se me acerco a conversar. El estaba de conexión rumbo a Buenos Aires, venia de India después de estar seis meses viviendo un sin fin de aventuras que no necesitaba ni contar dado el brillo en sus ojos que me relataban que había encontrado la paz. Era colombiano y había estudiado antropología. Nos sentamos a esperar nuestros respectivos aviones, él saldría en unos minutos cuando se entera que le habían revendido su pasaje lo cual tendría que tomar el próximo avión que saldría en dos horas. Yo estaba tranquila porque sabía que tenía que esperar como cinco horas. Empezamos a conversar. El saco de su mochila un sin fin de telas de colores, sahumerios con fuertes olores que se desparramaron a nuestros alrededor, como si fuera un mercader de oriente me empezó a mostrar esos colores exóticos, y me regalo unos cigarritos hechos con hojas aunque no fumara me dijo que encontraría a quien regalárselos. Me contó un poco de su experiencia y fascinada yo lo escuchaba. En realidad mi historia no era tan maravillosa para relatarla, lo que había ido a buscar no lo encontré y sentía que por mas que había visto lugares maravillosos, los viajes los hace la gente y lo que uno aprende en ese lugar, las lecciones de vida. Dado lo que entendía, mi enseñanza era no volver a salir a buscar a alguien sin hacerle saber que iba a verlo.
En un momento, no se como ni porque, este hombre que hasta hacia una hora desconocía, me empezó a hablar de que me faltaba conectarme con mis raíces. Que tenía que conectarme con la tierra, con los abuelos, con la pachamama, que allí encontraría todas las respuestas. Que tenía que conocer a los abuelos. Que si era realmente artista no podía estar sentada en una oficina desaprovechando mi tiempo, tenía que arriesgarme y hacerme cargo de quien era, para eso tenia que hacer un viaje. ¿Un viaje?- dije. Pensé en mis adentros la idea de irme de nuevo de viaje después de estar casi dos meses dando vueltas arriba y abajo del planeta, mirando los animalitos de la tierra, del agua y los diferentes medios en los que habitan, no entendía que mas me faltaba ver. No tenía plata además para irme de nuevo de travesía, tenia que volver a trabajar. Lo cual este hombre me tiraba por la borda todas las decisiones que maduramente había tomado hacia solo unas horas atrás en el avión.
Antes de subir al avión pensé si conocería a alguien especial en el avión, ya que la mayoría de mis encuentros suceden en medios de transportes, en transito, cuando no estoy buscando nada, solo transcurriendo. Hablábamos de la vida como si nos conociéramos desde siempre mientras a nuestro alrededor todos los argentinos protestaban porque habían sobrevendido los pasajes del vuelo y saldrían dos horas mas tarde y pedían que la aerolínea les pagara el almuerzo; con Carlos estábamos en otra dimensión. Estaba abierto al mundo, unido al universo y conectado con su espíritu y se notaba. Después de tanta protesta y bullicio, los argentinos lograron que le pagaran el almuerzo y Carlos prefirió quedarse charlando conmigo. De pronto viene uno de TAM y le dice a Carlos que tenia que acompañarlo al VIP de la compañía y que si quería podía ir con él. De esta forma terminamos tomando café, comiendo dulces y charlando de la vida. Me cuenta que viajaba por el mundo, y que en su empresa les regalaba viajes a sus empleados para que cumplan sus sueños. Yo lo escuchaba con los ojos y el corazón abierto. Su personalidad me atraía pero exteriormente no era mi tipo. Me dice que leía las manos y le muestro mi problema en mi mano derecha, que por suerte en Australia se había curado y ahora que volvía a Buenos Aires retornaban las ampollitas de agua. Me dice que los dedos en donde me aparecen son los de la intuición y de mi misión, que hay algo que me molesta, estorba o que me olvido de seguir cuando estoy en Buenos Aires y que por eso aparecen para recordarme. El cuerpo expresa lo que la mente no dice. No te preocupes, tu trabajo y tu vida darán frutos buenos y que tenía más para contarme pero “alrededor de verde”. Al ver sus manos, no podía creer la cantidad de líneas que se entrelazaban mostrando que era un maestro, que había vivido muchas vidas y que venia a ser mensajero, era la primera vez que veía algo así. Decía que su obra iba a trascender, que iba a escribir libros y que dejaría algo a la humanidad. Llego la hora de que se fuera, su vuelo era exactamente una hora antes del mío, me mira y me pregunta esperando una respuesta: ¿Cuándo vas a estar preparada para viajar a Colombia? Sin ni siquiera pensarlo le dije en mayo. Pero hubiera podido decir primavera o el martes, mi corazón hablo en ese momento. Ya había estado en Colombia con solo 18 años y mi deseo de recorrer el mundo entero hacia que la banderita ya estuviera colocada en ese país, ¿para que volvería? ¿Cómo lo haría?
Me quede escribiendo mails contando mis aventuras en Sudáfrica, era un regalo que estuviera en primera clase, muy mimada, era un buen final para terminar mi viaje. Quiero creer, estoy preparada para escuchar cosas de mi vida. Antes tenia miedo a lo que me dijeran por adelantar mi futuro, pero ahora siento que mi camino ya esta tomado y que por ahí lo que escucho me sirve como herramientas para mi presente, ya que los mensajes llegan a mi sin buscarlos. Personas sin conocerme me dicen cosas de mi vida y de mi futuro y quiero estar abierta.