Gustavo Cerati: se fue el último romántico, el delator de emociones

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Compatriotas: se fue uno de los tipos más talentosos que ha dado la Argentina, y uno de los últimos románticos. Porque de eso se trata: Gustavo fue un tipo que le cantó al amor, casi exclusivamente diría. El amor, los vínculos de pareja, eran su tema. En sus  canciones, en sus refinadas melodías, encontramos un  complejo universo de matices emocionales como pocas veces ha sido mostrado. Creo que ese es el secreto del por qué su obra ha calado tan profundo en el corazón de las masas. Y algo no menor: lo que decía… se entendía. No necesitaba hacerse el sofisticado o usar palabras o metáforas raras para trasmitir las contiendas del alma humana. Porque, queridos lectores ¿qué más importante que el amor? Nada. Este es el tema de la gente, todo parte de allí.  Y digo esto sin desconocer y  teniendo en cuenta los sufrimientos y desventuras que los seres humanos transitamos en la experiencia de amar. Nada es ideal. Pero lo que ocurre allí, es el gran tema de la humanidad.

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Hay un estado de duelo general, social, y una gran tristeza por su desaparición física ¿Se puede entrar en una especie de proceso de duelo por alguien que no hemos conocimos o que no hemos tenido vínculo real? Yo creo que un poco sí: porque el artista está en su obra, y en esa obra está nuestra historia. Uno arma un lazo con su producción artística, un vínculo afectivo.  Todos nos sentimos reflejados, identificados con las historias que él contaba, con sus frases, con sus ideas.

Gustavo fue un gran traductor de nuestros sentimientos y pensamientos. No olvidemos que la música es una expresión del alma, pero también otra forma de pensamiento, un “modo de pensar y decir de la realidad”. La música es poesía, en el sentido duro del término. Él sabía cómo y qué decir sobre ese telón de fondo que sentimos en las aventuras y desventuras del amor. El siempre encontraba “la forma”, “la palabra justa” para nombrar aquello que uno no podía -muchas veces-  poner en palabras. Cerati le ponía etiqueta a emociones que son medio  insondables. Charly García (el hermano mayor de Dios a mi criterio) salió a decir que Gustavo era un “arquitecto”  -siempre tan lúcido Charly-… Y sí: un arquitecto de las emociones, eso era Cerati.

En la adolescencia “Las Bandas”,  el Rock, hacen su aporte a la construcción  de identidad. Vamos armando un poco quienes somos a partir de ellos, de lo que vemos allí, de sus melodías, de lo que dicen. Sirven de modelos, de punto de partida para la diferenciación generacional, para ser nosotros mismos más allá de los modelos primarios. Por eso, cuando se van estos hombres, sentimos que una parte de nuestra se aleja con ellos, es como que  arrastran una parte de nuestra historia. Por eso el duelo. Y también porque los queremos vivos: necesitamos ir a comprar sus nuevos discos y sentarnos a escucharlos. Y bueno, no va a poder ser, es la ley de la vida: todo, no se puede; nunca, en ningún ámbito. Queda su obra, que es muchísima. Gustavo era una maquina de crear, un imparable de la sublimación. Los artistas son inmortales porque  “son su obra”. Todos tenemos recuerdos personales asociados a sus canciones. En los relatos de Gustavo, estamos, y está algo de nuestra forma de ver el mundo.

De ahora en más, por algún tiempo, al escuchar sus relatos melódicos, nos vamos a poner  un poco melancólicos; hablo de esa melancolía agradable, emocional, asociada a ciertas cosas profundas de la vida. ¿Qué hacer entonces? Honrar los valores a los que Gustavo le cantaba y escribía. El amor, el deseo, las pasiones. Las cosas centrales, primordiales, constitutivas de nuestra subjetividad.

Los profesionales que estamos en medios ya abriremos ciertos temas en relación a algunos aspectos de vidas como las de Gustavo, de ciertas endemias históricas que hay en el mundo del rock.  En el caso de hacerlo, jamás puede ser desde lugares morales, que juzguen y sentencien la trayectoria de una vida. Sólo será  para crear conciencia de que tenemos que cuidarnos más, desde un lugar de prevención. Ahora no, porque hay una familia en duelo, millones de personas tristes. Es una aberración, a mi criterio, mencionar la vida personal de una persona en momentos como este o buscar culpables de no sé qué cosa.  A mí, particularmente, jamás me ha  intereso la vida personal de Borges, o de Van Gogh o  John Lennon, o de J. S. Bach,   de ningún  artista; sólo disfruto y me entrego a los placeres de disfrutar su producción.

Bueno, como verán, para mí este muchacho era un superdotado.  Puro talento, pura pasión y deseo de ir para delante. ¿Es un ejemplo para la juventud? ¡Pero claro que sí! ¿Quién puede decir que no?  Ejemplo de sostener la pasión y el deseo por algo, de estudiar, de querer mejorar y refinar su modo de mostrar un área de la realidad. Y con un valor agregado: Cerati tuvo que luchar contra muchos prejuicios sobre su persona, desde esa cosa absurda que tenemos los argentinos de vivir la realidad desde Boca–River. Él se impuso, se ganó el respeto de todos. Gracias Gustavo, gracias hermano, vos, y tantos otros artistas, nos acompañan en la vida, en los viajes, en lo cotidiano; son amigos internos, con los que una conversa de la vida. Lo demás, como decía San Martin: “no importa nada”…

Dedico este escrito a la Familia Cerati, es mi deseo que transiten esto lo mejor que se pueda.