“La crueldad lejos de ser un vicio es el primer sentimiento que imprime en nosotros la naturaleza” Marques De Sade.
Todos tenemos sombras, zonas oscuras, lados “B”, muchas veces no son visibles a simple vista, para uno mismo, para los otros: pero más allá de si son percibidas o no, pueden gobernar nuestra vida. La tendencia a autodestruirnos, a destruir a otros, al sadismo…a construir vínculos enfermos…todo eso está en nosotros, en nuestra naturaleza. A veces, ese submundo de fuerzas que luchan dentro nuestro, se presenta de manera visible, pero otras no: están más camufladas y se hace difícil identificarlas, pero están allí, produciendo efectos.
Lo cierto es que por estos días, “sale a la luz” un film: “50 Sombras de Grey” que viene siendo un fenómeno descomunal, lo fue también el libro. Ambos muy flojos, pero no lo digo desde un lugar intelectual que pregona solo leer J. L. Borges o Dostoievski, no: hay mucha literatura y cine hecho solo para entretener que está muy bien, pero bueno: no es el caso. A ver: se cuenta una historia, bastante trillada, sobre un hombre atormentado por una infancia brutal…una niña virgen que se enamora de él… un “cuarto del dolor”…dos clases sociales…es una suerte de “La Cenicienta” pero con AC/DC de fondo a todo volumen. Pero de veras: tiene todos los elementos de la literatura clásica Universal; es “de libro” en eso. De todas maneras, el asunto es que nos sirva de disparador para pensar algunas cosas.
El film, sintéticamente, trata sobre una relación entre un hombre y una mujer en donde se empieza a imponer, lentamente, un vínculo del tipo amo-esclavo sadomasoquista. El mensaje general es…medio pobre… negativo en casi todo; pero no por esto del sadomasoquismo, si se quiere, sino por todo el planteo de fondo general, y ni hablar si nos ponemos a pensar la “obra” desde cuestiones de género, o desde ciertas ideas o conceptos generales como el amor, los vínculos, la educación sexual en niños y niñas, sus deferencias, etc. Por otro lado, la piba, se acerca al muchacho desde una suerte de “fantasia de rescate” , casi sin experiencia de vida, de vínculos…eso es un punto a pensar tambien. Pero bueno, locura, furor en cine y en librerías… ¡ey! Algo está pasando: cuando algo tiene mecha tan corta, y desata tan intenso fanatismo y exaltación, es porque ha tocado algún punto del inconsciente colectivo y de ciertas fantasías o tendencias que todos tenemos y que han encontrado “algo” en la realidad (film, libro) para abrirse camino y hacer su catarsis (descarga).
Decíamos: la crueldad, las tendencias autodestructivas y demás “cositas”, son parte de la naturaleza humana, lo vemos todos los días: es un componente central en la historia de la humanidad y en la vida cotidiana. Ya desde niños todo eso emerge en nosotros: nacemos bastante jodidos digamos: celosos, posesivos, violentos, autodestructivos y bueno, con suerte, la sociedad, los padres, las instituciones, nos van regulando un poco todo eso como para poder vivir en sociedad y para que no nos auto eliminemos. Por supuesto que los seres humanos también tenemos decenas de cosas fantásticas: el amor, la ternura, la generosidad, la amistad, pero lo que digo es la pulsión de vida y de muerte es constitutiva de nuestra especie.
Seguramente todos coincidimos en que para que un encuentro sexual tenga cierto vuelo o intensidad, muchas veces, se juega un poco al “sometimiento”, a cierta cosa de “agresión”, de posesión del otro; pero todo eso, legitimado, aceptado, es lo que llamamos erotismo: a ese componente de agresión, pasión, pero colocada al servicio del placer compartido en una relación sexual intensa y de mutuo acuerdo. No estamos diciendo que esa sea la única sexualidad válida, hacer el amor con ternura y suavidad puede ser una experiencia también súper intensa, pero en donde no se ve, en principio, tanto el componente agresivo. Ahora bien: ¿Cuál es el límite de ese juego de sometedor -sometido, de sujeto- objeto, de esa “agresión” legitimada?
El film explota al máximo ese límite, esa delgada línea que describimos, allí está todo el asunto de esta novela. Todos van al cine al contemplar, a espiar “lo prohibido”. Todos quieren, cual voyeristas, asisten a ver esa trastienda en donde están los que, desde las fantasías, acceden a un goce superlativo. Y esa es la primera trampa. Porque con esa lógica, allí están los libres, los “sin represiones”…los que “se animan, y del otro lado, los infelices que gozamos poquito, llenos de limitaciones y represiones, seres aburridos que “no se animan” a lo Thrash Metal. Ni a eso, ni a la bisexualidad, ni al intercambio de parejas, a que se yo que cosa. Amigos, cada cual hace lo que le gusta en la intimidad, pero no es que los que hacen ciertas cosas, gozan más o son más libres: la capacidad de disfrutar de la sexualidad, no pasa por allí, en todo caso, se puede ir logrando libertad de montones de maneras, el trabajo con uno, con nuestra historia, es lo que más resultado da para ir “soltándose” cada vez más, y la creatividad compartida con otro, ocasional o un “otro del amor”. Pero ese goce de “libertad” al que empuja la película…y la sociedad en general es, de alguna manera, la nueva versión de “la tierra prometida”. De hecho es muy común que cuando en las redes criticamos el film, se agrede con la palabra “pacato”, ¿se entiende? De alguna manera, su tu modalidad de gozar la sexualidad no tiene algo de lo que allí se muestra…sos eso; un reprimido moralista.
Muchas personas, por medio de esos juegos eróticos legitimados, realizan un poco ciertas fantasías, juegan a serlo en sus relaciones íntimas: pero el sadomasoquismo, en el sentido duro del término, es otra cosa. Por otro lado pensemos: ver a una mujer o un hombre siendo azotado, es la escena de este tipo de relacion por excelencia, emblemática, pero cualquier forma de maltrato entre los seres humanos, o de automaltrato, cotidiano si se quiere, está en esa línea: fumar dos paquetes de cigarrillos por día es masoquista, ir al casino y salir pelado es masoquista 100%; maltratar a una mujer o a un niño, a un perro o a un hombre, descalificar, ningunear…es sadismo: y esas conductas no están enmarcadas dentro de una relación sexual. Es decir: no circunscribamos sadomasoquismo solo a la esfera de lo sexual puro.
Pero volviendo al tema: allí el goce, el disfrute, no está en el placer, sino que está en el dolor, en el de uno, en el del otro: ese dolor es placentero para una parte del YO de la persona en la escena, y displacentero para otra. Las personas en esas situaciones están bastantes divididas y van y vienen en esa línea delgada entre dolor y placer. Insisto, es una cuestión de “volumen” de esos componentes en una relación lo que determina el pasaje del juego a la agresión directa, a la crueldad. (Volumen del tipo perilla de un equipo de música, que va subiendo). Pero lo cierto es que, en el dolor y muchas veces en la angustia del otro, está el placer. El sadomasoquista pone en acto, “realiza”, hace (pero de verdad), lo que en su gran mayoría queda en el territorio de la fantasías o de ciertos juegos eróticos. De todas maneras, y retomando el tema del disfrute “superlativo” al que acceden ciertas personas: simplemente son sujetos que pueden hacerlo. Igual ojo: ponen millones de reglas, casi obsesivas, para construir las diferentes escenas sadomasoquistas, no es “el libre albedrío”, más bien, todo lo contrario. Sadomasoquismo franco es cuando es “sí y solo si eso” o no gozo nada. Incluso, la meta del orgasmo o eyaculación, queda relegada. El único disfrute digamos, es el látigo, sin eso, no hay nada. Desde ese punto de vista, es una limitación si claro; pero no se puede hablar de patología, de enfermedad y mucho menos de cuestiones morales.
Entonces: una cosa es “jugar a ser” y otra serlo. “50 sombras…” ha habilitado a que una enorme masa de la población, vía identificación con sus personajes, realice un poco esas fantasías sadomasoquistas. Por otro lado, es central debatir el tema de la”decision”, pues a veces, mucha gente , frágil, manipulable, es llevada a ese tipo de escenas, y la cosa termina en una cosa peligrosa y de sometimiento de verdad, pero no por decision, sino por imposibilidad de decir no.
Ahora bien: en el cine (es allí más fuerte que en una lectura, por el predominio de lo visual) esa identificación con los personajes puede ser muy masiva; es allí en donde hablamos de “Identificación Introyectiva”, traduzco: “me identifico a tal punto con el personaje del film que “me lo meto adentro” lo introyecto (intro = adentro), lo incorporo tipo comida, y paso a ser yo mismo ese personaje “yo soy él”; y hago y vivo en carne propia lo que él hace y goza, ahí ya no hay más espectador. Es como una suerte de… ¿despersonalización? Sí: cuando en una película construimos ese mecanismo… nos despersonalizamos, pasamos a ser otra persona por un rato ¿comprenden? Pero también la identificación puede ser más suave, ahí estaríamos hablando de “Identificación Proyectiva”: soy “un poco” como el otro, estoy identificado sí, estoy proyectado parcialmente en el personaje (le proyecto aspectos míos, se los deposito) pero mantengo un anclaje en la realidad, estoy dividido, sigo siento espectador, pero a su vez vivo y gozo lo del personaje. En los dos mecanismos, ya sea leyendo o mirando… hay disfrute y excitación sexual franca en el lector/ espectador. El magnetismo de esta novela tiene que ver con eso. Mujeres y hombres se van a identificar, en un lugar o en otro, masoquistas o sádicos (siempre la identificación es en los dos lados, pero con más predisposición a uno u otro polo), en función de nuestra historia, de cómo fuimos educados, de nuestras vivencias, de lo que observamos de niños en los padres y vínculos primarios.
Por supuesto que gran parte de esos “fantaseadores”, frente a la situación real de una escena sadomasoquista franca (no de juego) se angustiarían tremendamente, se paralizarían o entrarían en el pánico más profundo. Pues gozar del dolor y de la angustia y del sometimiento…no es para cualquiera. Los que estamos en salud mental hablamos de los sadomasoquistas como perversos. Pero, insisto, sáquenle toda connotación moral; entiéndanlo simplemente un tipo de persona; que también, puede ser portadora de un grado de psicopatía (con todos los mecanismos que se juega allí) pero eso no es exclusivo de los perversos, puede estar en todas las personas a estructuras mentales.
Entonces: no existe el masoquista o el sádico: son los dos en uno, siempre. El sádico goza identificándose (relean la explicación de identificación proyectiva e introyectiva) con el masoquista, y viceversa. Allí, en esa escena, yo soy yo y el otro…cada uno es él y el otro a la vez. El que está ubicado en el lugar del sometido, goza identificándose con el sometedor que lo castiga. Comprenden. Un gran lío, pero es así.
Por ahí hay una canción infantil que dice “juguemos en el bosque, mientras el lobo no está”. Si, jugar, pero cuando aparece un lobo real, que le puede ocurrir a cualquiera de ustedes si se encuentran con una persona que les pide dolor o que les propone ponerse de objeto para recibirlo (dolor “placentero”)…no podrían tolerarlo; es un submundo muy complejo en donde está todo invertido y hay que tener un carnet muy especial para poder entrar en él.
Pero bueno: es lo que hay. Si quieren captar bien ciertos submundos, o jugar un poco con ellos…lean al Marques de Sade (la palabra sadismo viene de allí), es bueno de verdad, gran escritor, un loco de atar, rebelde total de su época, ¿un amoral?, quizá, pero un tipo brillante, formado, admirado por los grandes de la literatura y el pensamiento. A los que les interese, les paso títulos de él, los que a mí más me han gustado. Sus cuentos eróticos son buenos, pesados eh! 50 sombras…es Antojito en comparación, y sus planteos sobre la religión…son una maravilla, y tienen 200 años.
Esta novela, y su pasaje a la pantalla grande, es una cáscara vacía… al menos para mí, no tiene ningún planteo interesante de fondo, no hay subtrama, no hay nada, sólo pirotecnia con pólvora vencida… pero me hizo escribir estas palabras para ustedes: misión cumplida compatriotas.
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