Por: Joaquin Múgica Diaz
En el mundo del fútbol la vida pasa rápido y sin detenerse. Los habitantes son protagonistas de una novela maravillosa que orquestan los medios, hasta que un día, la gente se pudre de tanta historieta futbolera y baja el pulgar como el emperador en el circo romano. En la ciudad San Lorenzo, donde los cuervos arman su nido, los últimos dos años se diluyeron entre la desesperación y la ilusión. #ParemosLaPelota para entender porque el pasado tiene que ver con el presente del puntero.
Hace poco más de un año el “Ciclón” dejaba de soplar con fuerza, y abría la puerta del Nacional B para caer en el enorme agujero negro del descenso. Ese pozo donde la mayoría de los equipos puede convivir con tranquilidad pero que los denominados grandes lo sienten como la peor pesadilla. Cerca del precipicio, Caruso Lombardi firmó contrato con velocidad, se infló el pecho y lideró la resurrección.
Si el hincha mira los diarios del 2012 encontrará que lo que pasó no se condice con el presente. Que todo lo que el tiempo dejó en el camino apenas fue un mal momento que parecía ser el final del mundo azulgrana, pero que ahora la punta del torneo tiene un sabor bien dulce y distinto.
En el final del 2013 la diferencia con el pasado es absoluta. Rotunda y tranquilizante para los corazones exitistas. Hoy San Lorenzo sueña con el campeonato. Hoy, ahora, ya. Lo importante en este fútbol atrofiado por la desesperación siempre es el presente.
Caruso Lombardi se fue por la puerta de atrás jugando a ser vedette ante tanto micrófono suelto. Pero antes de irse, dejó su trabajo hecho. Al menos, para el que lo trajeron. Enfrentar ese momento crítico del club lo volvió protagonista en la actualidad. Porque San Lorenzo también está donde está porque no se cayó del mapa. Y en eso Casuro tiene que ver.
Después de pasar el mal trago, Lammens y Tinelli se arremangaron la camisa para trabajar duro. Ordenaron las cuentas, trajeron un técnico de bajo perfil, respaldaron el proyecto de Pizzi y reforzaron el plantel con más coherencia que certezas.
Juan Antonio se puso el buzo de DT y rotó jugadores hasta marearse. Cambió de esquema, de equipos y de ideas. Cambió de todo menos de convicciones. Siempre fue al frente. Así llegó a la cima de un torneo donde la irregularidad abolió a los equipos sólidos que perduran en el tiempo.
En este presente, a diferencia de aquel que le tocó vivir a Caruso, el agujero negro fue extirpado del diccionario. Y eso, claro está, es mérito de Pizzi. De un técnico que no contó con la espalda de la historia como Ramón o Bianchi, pero que se quiere hacer un lugar en los libros del club de Boedo a fuerza de resultados y buen juego.
San Lorenzo sabe a qué juega y ese es su principal tesoro. Puede ganar o perder el campeonato porque el fútbol, hasta el momento, no ha dejado de ser un juego. Es justo que sea puntero en la recta final pero no debe olvidar que su presente se fundó al borde del abismo. Eso le ayudará a manejar la presión que recae sobre un equipo que depende de sí mismo. Ya no hay fantasmas en el Bajo Flores, solo viven las ilusiones de volver a gritar campeón.