De qué ecología nos habla Francisco

#ProfetaEnSuTierra

“¡La persona humana está en peligro: he aquí la urgencia de la ecología humana! Y el peligro es grave porque la causa del problema no es superficial, sino profunda: no es sólo una cuestión de economía, sino de ética y de antropología”, sostuvo Francisco en la Jornada Mundial de Medioambiente.

Con esa sola reflexión, el Papa plantea una diferencia conceptual entre un “proteccionismo” que parece desentenderse o no ocuparse de las miserias de sus semejantes, y una filosofía antropológica que pone al hombre, en toda su dignidad, en el centro de la preocupación moral y política. 

El Hombre no es solo parte de la Creación sino que es su principal responsable y esa responsabilidad moral es la que debería impedirle el abuso del ambiente, pero antes y sobre todo, debe impedirle el abuso de sus semejantes.

No es moralmente viable un ambientalismo que no sea previamente humanista y no es sustentable una idea de la ecología que no tenga al Hombre como su interés principal.

No podemos esperar ni proponer un apego al ambiente y un compromiso contra los abusos hacia los ecosistemas, si antes no salvamos a nuestros hermanos de una condición peor que la extinción: la miseria.

Francisco vuelve a llamar la atención críticamente sobre las visiones parciales y reduccionistas de la realidad geopolítica y nos advierte sobre peligro de las medias tintas y las buenas intenciones. Nadie criticaría a quienes defienden los “derechos del animal”  o  pregonan su defensa, pero esa visión muchas veces carece, al menos en su práctica, de una alternativa humanista que contemple al Hombre como algo más que un simple verdugo. Ahí es donde aparece la crítica. Incluso desde un punto de vista ateo y existencialista, el hombre no deja de ser un animal que debería ser protegido.

Es difícil comprender un ambientalismo (ya sea planteado por organizaciones o gobiernos bienpensantes), que no se declare opuesto a la explotación del Hombre y que no abarque en su defensa el imprescindible desarrollo de los países empobrecidos antes de pedirles que en su desarrollo no abusen del ambiente.

El Hombre debe ser el destinatario principal de los esfuerzos humanos, mas la responsabilidad que le ha sido dada sobre la Creación no queda excluida de la plenitud de su dignidad sino que es parte integral y fundacional de ella. Pero para que el Hombre pueda ejercer su responsabilidad se le debe asegurar, como mínimo, el derecho a su propia subsistencia. Negar la posibilidad de ser responsables es también un atentado a la dignidad.

Es en el seno del corazón humano donde nacen los derechos del animal y la conciencia del respeto hacia el ambiente que ocupamos. Es en la toma de razón del dolor producido sobre aquellos que no son conscientes de su propio dolor, donde está clavada la responsabilidad del Hombre sobre los animales y su entorno. Nosotros sabemos y no podemos dejar de saber. Estamos condenados a nuestra conciencia moral. Del mismo modo, pero de forma previa y superior, el Hombre no debe desentenderse de sus semejantes condenados a un estado de indigencia absoluta. No podemos olvidar que el hombre no tiene naturaleza sino cultura y que la cultura solo es posible en la vida en sociedad y que esa sociedad es impracticable en aquellos destinados a la invisibilidad.

Natty Petrosino anda por el mundo abrazando infamias y haciendo visibles a los excluidos. ¿Acaso no la vemos lavando, consolando, alimentando y curando ancianos y niños de nuestro norte y al mismo tiempo vacunando a sus compañeros de desgracias, sus perros?

La humildad siempre da el ejemplo preciso: las comunidades amazónicas, por ejemplo, viven en un equilibrio de solidaridad y respeto ambiental, no porque sean incapaces de abusos (todo humano lo es), sino porque hacen gala de valores culturales que les impiden la locura de la autodestrucción, primero de sus semejantes, de sus vecinos, y por cierto tampoco del ambiente que los sustenta.

No veo en la afirmación del Papa un intento de poner al ambientalismo y al humanismo en veredas separadas. Por el contrario, veo un llamado de unión, una síntesis: si no hay hombres y mujeres plenamente libres, si no les damos una sociedad completamente justa, si no sembramos el compromiso de la solidaridad y no asumimos en su totalidad que el Hombre es digno, el respeto por el medio ambiente será no solo imposible, sino ridículo porque no quedará sociedad humana capaz de salvar nada.

La raíz del abuso del medio ambiente y de la explotación del hombre es la misma: callamos la voz de nuestra conciencia. No podemos pretender acciones ecológicas en un mundo de hombres que relegan a sus pares a la condición de inexistencia.

En nuestro país tenemos la amplia bendición de un territorio fecundo capaz de ser una reserva sustentable de recursos. Pero en ese mismo suelo, al que mancillamos con una explotación insensata, que consumimos agostándolo sin darle tiempo de recuperación, que envenenamos por renta, que depredamos por un punto más de ganancia, existen millones de hombres y mujeres expoliados de su dignidad como condición para que ese abuso sea posible.

Es lógico, porque para abusar del medio ambiente es necesario antes someter a sus habitantes.

Si el Papa nos llama a la política, nos llama por y para esto. Debemos tomar la economía y la política como herramientas y darles un sentido ulterior y subordinado al desarrollo completo del Hombre desde la Fe.

“La tarea de custodiar la tierra, Dios Nuestro Padre la ha dado no al dinero, sino a nosotros: a los hombres y a las mujeres, ¡nosotros tenemos este deber! En cambio hombres y mujeres son sacrificados a los ídolos del beneficio y del consumo: es la «cultura del descarte» e”, dice Francisco y completa: “Así que desearía que todos asumiéramos el grave compromiso de respetar y custodiar la creación, de estar atentos a cada persona, de contrarrestar la cultura del desperdicio y del descarte, para promover una cultura de la solidaridad y del encuentro”.

El futuro del mundo entendido desde la geopolítica deberá pensarse teniendo en cuenta que ya no hay tiempo para políticas ambientalistas sin un sustento ético y humanista.