Quasi Modo. Cuasimodo. Así como. A modo de…
El personaje de la novela Nuestra Señora de París de Víctor Hugo recibió su despectivo nombre para señalar que su maltrecha figura semejaba la de un hombre, pero sin tenerla.
Desgraciado y solitario, ya desde su nombre, Cuasimodo estaba destinado solo a parecer, a ser un ”casi” permanente y un remedo. Confinado en su sordera, desde el campanario de Nuestra Señora hacía sonar las campanas cuyo tañido jamás escucharía.
Ser casi como. Ser un apenas. Ser una figuración.
Lamentablemente, percibo que nuestra actividad política se ha transformado en un campanero sordo especialista en mímica.
Entre juegos de camuflajes encuestados que cambian al ritmo de un parecer, nuestra identidad política es una puesta en escena permanente sin alcanzar nunca a la realidad.
Políticamente hablando somos siempre una simulación. Una ficción que deforma la realidad que pretende imitar. A diferencia del pobre Cuasimodo, prisionero de su naturaleza, nosotros lo somos por interés, por comodidad o por conveniencia. Adoptamos una deformidad dolosa.
En contrapartida, Francisco desde Roma se ha convertido en un faro que señala permanentemente la realidad.
Esa enorme virtud lo ubica como líder mundial más allá de su condición papal porque lo distingue en su manejo de la Gran Política.
Lamentablemente, al menos hasta el momento en que escribo esto, nuestra dirigencia ha preferido el simulacro en vez de la esencia.
Digo esto porque no se trata de ser Francisco. Ni siquiera de seguir a Francisco. Se trata de aprehenderlo, de percibir la sutileza de su crudeza. Se trata de entender y obrar en consecuencia.
¡Se trata de la Realidad!
En nosotros el “faro Francisco” actúa por momentos como la luz con las polillas. De vez en cuando, como una pose a adoptar. Pero como un faro, casi nunca.
Hace poco leyendo un artículo de Heriberto Deibe sobre la real división de nuestro país entre la Verdad y la Mentira, pensé que somos más bastos aún, más groseros y básicos en nuestra real dicotomía y que la grieta política está dada en campos más llanos o “mundanos”: Realidad vs. Ficción. Política vs. Coyuntura. Sustancia vs. Foto.
A diferencia (triste) de Francisco, hemos elegido parecer y no ser. Ahora la moda es aparentar una “franciscanía” que, como toda impostura, nos aleja de la Realidad. En este caso, de la realidad Francisco.
En política las poses son más peligrosas que el error, porque al aparentar una realidad la ocultan y los problemas reales, claro, se acentúan y se pudren a la sombra.
Pongamos un ejemplo: bastó que Francisco machacara sobre el flagelo del tráfico de drogas, para que instalemos al “narco” como un tema de conversación, de debate y, como dijimos, extinguirlo hasta agotarlo en griteríos en poco más de diez días.
El último gesto hasta hoy fue el nombramiento de un religioso, el padre Juan Carlos Molina, al frente del SEDRONAR.
Sin abrir (imposibles) juicios a futuro, por lo menos llama la atención este “vuelco clerical” en una administración que se ha dado el lujo de dejar vacante la dirección del SEDRONAR durante casi diez meses…
Otra vez la “franciscanía”.
Uno puede tolerar y entender o hasta estar de acuerdo con que la política, por sus predicamentos electorales, necesite alguna dosis de maquillaje. Pero no podemos permitir el simulacro cuando se trata de temas que hacen a la integridad de la Nación: el hambre, el narco, la desintegración de la familia, la concentración económica, los recursos naturales como derechos humanos, los millones de jóvenes sin presente y sin futuro.
Al inicio del pontificado de Francisco me permití como válido el orgullo de ser su connacional y cierta satisfacción porque desde nuestra sociedad le regalamos al mundo un líder auténtico. Pero advertía también que Francisco debía ser una apelación a nuestra identidad, un apremio a nuestra ética, un llamado a nuestra solidaridad responsable, una esencia que buscar y sacar a la luz.
Hasta el momento, eso no está pasando.
En cambio estamos “farandulizando” (o “licuando”) la virtud argentinamente cristiana de Francisco y desperdiciando en gestos, modos, posturas y discursos, una autoridad ya reconocida a nivel mundial.
Sin ser pesimista ni alarmista, creo conveniente empezar a distinguir cuáles dirigentes asumen la Realidad que el “faro Francisco” señala y cuáles, con una linternita, enfocan a las tribunas.
No tenemos derecho de “dejar pasar” a Francisco. Este hombre está protagonizando un cambio en la espiritualidad de la política mundial y temo que nosotros nos quedemos en el anecdotario.
Realidad vs. Ficción. Quasi modo. Así como. Cuasimodo.
Estamos haciendo sonar las campanas como sordos. ¿Por quién estarán doblando?
El pueblo de la Patria sigue esperando que alguien le encienda el corazón.