Mientras nuestra agenda política atrasa 60 años, Francisco ya ha criticado los abusos del capitalismo libre de mercado:
“La posesión privada de los bienes se justifica para cuidarlos y acrecentarlos de manera que sirvan mejor al bien común, por lo cual la solidaridad debe vivirse como la decisión de devolverle al pobre lo que le corresponde“. Evangelii Gaudium.
Y respecto de la extrema izquierda ha dejado claro que:
“La ideología marxista está equivocada. Pero en mi vida conocí a muchos marxistas buenos como personas, y por esto no me siento ofendido”.
Aunque para algún despistado esto parezca una falta de definición contradictoria, la crítica del Papa a ambos regímenes ideológicos es justamente todo lo contrario. Es una afirmación plena de coherencia porque ambos “modelos” son esencialmente lo mismo: materialismo. Ambos niegan la idea del Hombre Íntegro, con su materia y su esencia, con su individualidad comunitaria.
En sus versiones aggiornadas y suaves, ambas corrientes merced a la globalización tienden a unificar una idea única de la humanidad a pesar de sus aparentes diferencias.
S.S., en cambio, recupera para la gran audiencia del mundo la Doctrina Social de La Iglesia.
No es nueva en el pensamiento político argentino. Nuestra historia (la Gran Historia del pueblo argentino), nos muestra fogonazos de una luz doctrinaria que expresa como ninguna el ser argentino. Una luz auténticamente popular porque interpreta y expresa lo que el pueblo ya siente. Una luz que algunas veces fue un relumbrón, otras un candil permanente y la más de las veces quedó en ascuas calentando las cenizas. Pero siempre está ahí, como un anhelo nacional.
Tampoco es nuevo el desconcierto que genera en los ámbitos del análisis político internacional. En un mundo acostumbrado a la hegemonía de la bipolaridad, una tercera posición doctrinaria siempre llama la atención y molesta.
La pregunta es, entonces: ¿por qué, si somos los generadores y destinatarios de la aplicación práctica de la Doctrina Social de la Iglesia, hemos permitido que nos tironeen como Nación, a fuerza de sangre y de hambre, ideas prestadas?
Políticas públicas
En una rara mixtura, por un lado tenemos concentración económica de grandes grupos privados y por otro, un Estado endemoniadamente burocrático al servicio de esos intereses monopólicos.
La Mujer y el Hombre argentinos no aparecen por ningún lado porque la comunidad argentina ha desaparecido del interés del Estado.
Demográficamente desolados, geográficamente desaprensivos, culturalmente subyugados, geopolíticamente desorientados, económicamente dependientes, políticamente vacíos, moralmente quebrados, ecológicamente torpes.
A pesar de tener este panorama como realidad diaria, avanzamos hacia una legislación individualista y hacia una sociedad arrogante pero miserable.
”No podemos responder con verdad al desafío de erradicar la exclusión y la pobreza, si los pobres siguen siendo objetos, destinatarios de la acción del Estado y de otras organizaciones en un sentido paternalista y asistencialista, y no sujetos, donde el Estado y la sociedad generan las condiciones sociales que promuevan y tutelen sus derechos y les permitan ser constructores de su propio destino”. Cardenal Bergoglio, 2009.
Preguntas y gritos
Los pibes para la liberación, por un lado, gritan alejados del pueblo que no entiende de que le hablan. Los intereses concentrados por otro, se visten de capitales nacionales y saquean la producción de los pequeños propietarios, manejando e influyendo en los tipos de cambio.
¿Dónde están, en todas esas discusiones que hemos tenido a lo largo del último decenio, los intereses del pueblo argentino?
¿Donde están la producción nacional, el desarrollo de la clase media, la justicia social, la eficiencia estatal, la transparencia presupuestaria, el profesionalismo burocrático, la salud, la educación, el respeto por la dignidad de la vida, la solidaridad como valor?
Gritamos como teros equivocados, creyendo que hacemos escándalo donde tenemos los huevos…pero no.
Tal vez, la magistral diferencia entre las grandes corrientes populares de nuestra Patria y los pequeños y miserables interregnos facciosos, haya sido que aquellos nunca se interesaron por una discusión bipolar extraña, porque estaban muy ocupados pensando lo nacional en argentino.