Por: Diego Marín
Mientras la situación de Ucrania continúa sorprendiendo cada semana, es válido detenerse en un punto menos contingente. Se trata de un concepto que se está escuchando cada vez más seguido, y con más fuerza en el ámbito de las relaciones internaciones: el “Poder Blando”.
Desarrollado por el profesor de la Universidad de Harvard, Robert Nye, está nueva idea de dinámica de poder implica la capacidad de cooptar en vez de coaccionar. Más cercano a convencer que a obligar, pero el fin sigue siendo lograr que un actor determinado haga lo que desea otro “player” en el escenario político internacional.
El concepto no es nuevo, pero está de moda en las oficinas de los distintos ministerios de asuntos exteriores, salvo en Moscú. Parece que los burócratas dirigidos por Sergei Lavrov no han escuchado nada acerca del “Poder Blando”, y lo que ha pasado en Ucrania es un claro ejemplo.
La relación de Rusia con Ucrania se basaba en elementos de disuasión importantes, como lo son el factor militar, el gas y los distintos acuerdos bilaterales que el intercambio de hidrocarburos rusos han generado. Esas son estrategias que no responden del todo a la complejidad que tienen las relaciones entre Europa del Este, Rusia y Occidente. Un resumidero de tácticas que se han mostrado del todo del todo incompletas a la luz de los acontecimientos.
Los ucranianos querían cambiar su corrupto gobierno pro ruso básicamente porque aspiran a mejorar sus perspectivas de desarrollo, y es eso lo que representa el giro hacia Occidente que se originó en Kiev. Ese ha sido el triunfo de Europa y EE.UU. En términos más simples, han hecho que el nivel de vida que sus habitantes disfrutan y las oportunidades de surgir que pueden aprovechar sean deseables para millones de personas.
No conozco a nadie que quiera que su país sea como Rusia, y aquí está la falla. Rusia es un país que tiene una imagen exterior que varía entre pésima y horrible. Evidentemente que eso es injusto, pero el atolondrado e hipertrofiado Estado ruso hace muy poco para que esto cambie.
Por ejemplo si pensamos en EEUU, Reino Unido, Francia y China (junto a Rusia, miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU) encontraremos aspectos con los cuales nos identificamos. Características o valores deseables, que no hacen estar más predispuestos hacia estos países.
¿Qué pasa cuando uno hace el ejercicio de evocar lo que representa Rusia? Me atrevería a decir que nada bueno.
En Moscú probablemente crean que se trata de una conspiración de los medios occidentales (otra más a larga lista). Lo cierto es que es poca la gente que sabe que es lo que propone Rusia en términos de liderazgo, pero si sabemos que Rusia generalmente está en contra de lo que plantea Occidente. Sin mucha explicación.
Una postura que tiene poco de propositiva, y mucho de reactiva. Eso no es bueno, no es eficiente ni efectivo para los legítimos intereses del Kremlin, y finalmente a lo único que puede conducir es al aislamiento y a la predisposición negativa hacia lo que representa un país.