Por: Martín París
No tengo nada en contra de la gente linda. Es más, estoy seguro que le hacen bien a la sociedad. Hay minas que están tan buenas que a veces siento que debería pagarles un impuesto sólo por mirarlas con cara de baboso. Incluso está demostrado científicamente que la belleza es sinónimo de salud. Cuando uno está bien físicamente eso se refleja en el cuerpo. Estamos todos más rozagantes, nos ponemos más simétricos, le pegamos con las dos piernas, posta. Lo que en verdad me hace pensar la gente linda es que forman parte de una burguesía estética. O sea que la vida de la gente linda es más simple. ¿Y por qué pienso esto? Bueno, básicamente porque creo que es mucho más fácil enamorarse de alguien lindo que de alguien feo.
Ojo, con esto no quiero decir que cuando a mi novia le salga una verruga voy a dejar de amarla (sobre todo porque no tengo novia ni verruga ni nada). Lo que digo es que a mí me pasa que cuando conozco una mina linda yo, automáticamente, entro en un estado de pre-enamoramiento capaz de activarse por cosas mínimas. “¡Me está mirando!”, “¡Se rió de un chiste mío!”, “¡Tosió!”, todo vale a la hora de creer que tengo chances con una mujer de esas que vienen bien hechas al mundo.
Les digo más: si una mina linda me pide ayuda, yo se la doy sin dudar, pero cuando una mina fea me necesita para algo, hago todo lo posible para hacerme el distraído. Perdón, pero me sale eso, estoy siendo sincero. Incluso confieso que a las minas lindas las ayudo porque de algún modo inocente pienso que me van a devolver el gesto con algún favor sexual. Ojo, no con sexo (eso sería soñar demasiado), con algún acercamiento, digamos: un beso en el cachete, una sonrisa, una palmada en el hombro acompañado de un cariñoso y sensual “Bien, pibe”, algo así, nada más. En cambio, de una mina fea, lo único que espero es que no se me siente al lado en el bondi.
Y del otro lado del mundo estamos nosotros: el proletariado macanudo. Gente fea, objetivamente fea, legalmente fea que va mezclándose entre sí rogando que alguno de sus rasgos fuertes generen hijos con “belleza exótica”. Igual, no hay nada de malo en ser feo. Lo malo es creer que ser lindo es una virtud. Virtud es otra cosa. ¿Acaso hiciste algo para ser lindo? Naciste y punto (algo que de todos modos hubieras hecho). La inteligencia es una virtud, ponele. ¿Pero acaso alguna mina se quiere encamar con un premio Nobel? Vamos, no me jodan.
Lo bueno de ser un “incomprendido estético” (lo digo así para que ninguno de ustedes se sienta ofendido por ser espantoso) es que aprendemos pronto que todo lo que logremos en nuestras vidas lo vamos a tener que ganar con esfuerzo. La gente linda no tiene que esforzarse mucho. ¿Para qué? ¡Si nosotros, los feos, siempre estamos ahí para ayudarlos!
Por eso, mediante este humilde espacio quiero agradecerle a la gente linda por alegrarnos la vida gratuitamente y a nosotros, la gente con caras desorganizadas, cuerpos inarmónicos y visualmente desagradables, con granos, dientes torcidos, panzas de birra, chuecos y virolas, una extensa vida de desinteresada solidaridad, ayudándonos mutuamente a sentirnos menos solos en este mundo.
Gracias por ser como son…