Por: Martín París
Cuando se ponen de novios muchos amigos desaparecen. Para algunos, este proceso se toma a la ligera, como algo común y silvestre que se da en la vida de todos los hombres en algún momento de su existencia. Sin embargo, quienes estamos solos sentimos esas pérdidas profundamente. Estas situaciones siempre me dejan pensando qué voy a hacer yo cuando formalice una relación con una chica. ¿Desapareceré para siempre sometiéndome a la exclusiva compañía de mi pareja? ¿O encontraré el equilibrio, accederé a los permisos necesarios, invertiré mi energía en conservar mi grupo de amigos? La verdad que no lo sé, pero, por lo pronto, de los amigos que se ponen en algo serio con alguien pude observar algunas cosas que me llamaron la atención.
Nunca falta el amigo que al ponerse de novio se ausenta durante un tiempo prolongado mudándose a una especie de “lado oscuro” que lo aísla de su antiguo grupo de pares. Pero para peor, nunca falta aquel que, luego de una prolongada ausencia, pretende volver como si nada hubiese pasado. No macho, todo bien, pero las cosas ya no son como antes. Como verás estamos todos más gordos, viejos y pelados. No te rías, vos también estás hecho percha, pero nadie te va a consolar. Tu lugar en la mesa fue ocupado por un potus y queremos que él se quede ahí (cuenta unos chistes de gallegos que te morís). Así que ahora no te vengas a hacer el copado. Sentate por ahí, hacé silencio y si te quedaste afuera de algún chiste, lo lamento (los códigos cambian, las personas también).
Aquel que siempre dijo que jamás iba a dejar a sus amigos, es el primero en irse. Eso es una fija. Pero lo bueno, es que tal cuestionable actitud nos otorga el incuestionable permiso de invocar su nombre ante cualquier chasco. Lo transforma en el absoluto culpable de cada una de nuestras desgracias y en el receptor de todas las maldiciones que salgan de nuestras bocas. Eso te pasa por pollerudo, por dejar tirados a los pibes que siempre te bancamos y estuvimos con vos en las buenas y en las malas. Que te hicimos la segunda cada vez que te querías comer un bicho canasto. Ahora que andás acompañando te hacés el capo, pero nosotros conocimos a todos eso bagartos a los que les juraste amor eterno. Así que si no querés que tus oscuros secretos salgan a la luz, desfilá en mute, careta.
Curiosamente también están esos amigos que siempre, absolutamente siempre, están presentes en todas las jodas a pesar de estar comprometidos. Todo bien, pero si no soportás a tu novia, decíselo y venite de caravana eterna con los muchachos, que esos ataques de arrepentimiento extremo que te agarran cuando estás bailando reggaetón rodeado de cuatro locas, no te los cree nadie. Pero eso de hacernos responsables de tus desapariciones porque le decís a tu filo que somos muy “exigentes” con tu régimen de visitas no va. ¡Hacete cargo de que te gusta más el carnaval carioca que la firma de la libreta, fiestero!
Y como siempre hay alguien que tiene mal gusto, nuca falta ese amigo que aparece con su novia en medio de un asado de machos o una noche de torneo de Play. Obviamente la piba no entiende ninguno de nuestros códigos ni por qué nos reímos de cosas que, para el común de la gente, no tienen ningún sentido o son preocupantemente estúpidas. Si la chica es sincera, nos va a odiar por el resto de su vida mientras finge una sonrisa cada vez que nos ve hacer esas morisquetas de nenes de jardín de infantes con problemas que tanta gracia nos causan, pero si realmente quiere mucho a su novio, o sea nuestro amigo, va a tratar de entender y adoptar alguna de nuestras costumbres para caernos en gracia, provocando exactamente el efecto contrario en el grupo.
Yo, cuando esté en pareja, voy a tratar de equilibrar mi tiempo con amigos y mi tiempo con mi novia. Porque me parece que uno debe aprender de las experiencias de los demás, y darse cuenta que siempre está bueno reservar un espacio privado para uno, tener una descarga con esos que te conocen de toda la vida, y también es copado generar un estado de reconquista permanente con tu chica, para extrañarse un poquito y no estar tan pegote. Eso como que mantiene el fuego encendido de los dos lados, me parece. Así que hoy, cuando los pibes me llamen para reventar la noche, seguro que les digo… perdón…
-¿Hola? ¡Ah, sí! ¿Qué hacés? Todo bien, ¿y vos? ¿Hoy? Sí, dale. ¿A qué hora? Buenísimo. Nos vemos. Beso.
…seguro que les digo que hoy salgo con una mina!!!