Por: Sol Iametti
Wanderlust: gran deseo o impulso de viajar, deambular o explorar el mundo.
¿Por qué o para qué viajamos? ¿Qué es lo que nos impulsa a viajar? ¿Qué es lo que buscamos o creemos que podemos encontrar a través de los viajes? Éstas y muchas otras incógnitas podrían alinearse en una sección de preguntas frecuentes. Son preguntas con las que uno generalmente se encuentra en la instancia pre-viaje, ya sea partiendo de terceros o de nosotros mismos. ¿Por qué viajo? ¿Qué es lo que me impulsa a seguir viajando?
Ya pasaron 3 años desde mi primer vuelo. La primera vez que subí a un avión fue para viajar hasta Uruguay. Todavía recuerdo la adrenalina corriendo por mis venas. Esa instancia previa al despegue en la que el avión comienza a desgastar la pista y empezamos a sentir la intensidad desbordando los sentidos. Luego, el despegue; empezar a tomar distancia del suelo. Las manos abrazando los brazos del asiento, como si sostuviéramos un puñado de potencia en cada mano. Viajo para despegar del suelo, viajo para sentir la adrenalina a flor de piel.
Más tarde, en el 2012, llegaría el gran viaje. Un viaje transatlántico que cambió mi vida. Europa me esperaba del otro lado del Atlántico con miles de secretos para contarme, secretos que dos años después habrían de convertirse en el relato de un viaje poético, un libro de 18×11 cm: un pequeño tesoro. Cada nuevo lugar me depara un secreto, cada nuevo lugar me depara un murmullo propio, de mí para mí misma. Viajo para re-descubrirme y despegar de mis versiones anteriores, viajo para cambiar de piel.
Luego, en el 2014, dos viajes. Enero en Montevideo y un septiembre-octubre de regreso en Europa. Atravesar un río, cruzar un océano, recorrer distancias para salir al encuentro de nuevas formas de palpar las ciudades. En mi caso la percepción nunca es la misma. No soy la misma de hace 2 años atrás, y en mi próximo viaje no seré la misma que ahora. “La vida es un proceso de modificación” escribió alguna vez Anaïs Nin. Viajo para asimilar mis cambios de piel, viajo para gestar nuevos recuerdos que me llevarán a la próxima escala: una versión de mí con más secretos y murmullos en mi haber, una re-versión enriquecida.
En ocasiones me detengo a pensar en todo lo que grabé en mi memoria a través de mis ojos: el Barrio Latino bajo la lluvia, un atardecer en Venecia, la magnificencia del David, el abrazo maternal de Montmartre una mañana de septiembre… el Coliseo. Me doy cuenta de que viajar es una inversión para crecer, para apostar por uno mismo. Viajo para concebir un tesoro de secretos que durarán para siempre, viajo para escribirme las ciudades en la piel.
“Ser un punto es ser parte de la ola; y pasar de punto a espuma, contribuir a su textura, volvernos evidencia de su existencia. Nos movemos con ella, nos elevamos con ella, nos rompemos con ella. Ser un punto es ser parte de la ola de las entrañas de la historia.
¿Cómo se siente ser un punto que salió de las entrañas del exceso?
Se siente como no ser más un punto, porque un punto que fue parte de una ola, luego aspira a textos, párrafos, y hasta libros enteros.”
[Extracto de La Hija del Cambio, Cap. #8, Los anillos de Roma: el Coliseo]
***
Tomaré un puñado de ciudades
y las convertiré en un libro.
Haré del último suspiro maternal
un murmullo de esperanza:
Viajo para emprender vuelo, cada vez.
Viajo para gestar nuevas versiones que florecen hacia adentro.
Viajo porque busco nuevas formas de tejerme
tesoros de secretos en la piel.
Y sobre todo:
Viajo para no llegar a la vida con retraso.
La vida no espera.
Wanderlust: hacer que el viaje valga la pena.