Por: Fabio Lacolla
El: Tati, quería hablar con vos.
Ella: ¿Por?
El: Quería saber si está todo bien.
Ella: Si, ¿por?
El: No, porque a veces pienso que no me das la atención que necesito.
Ella: Ah bueno!!! Otra vez empieza el show de la víctima. ¿Por qué no dejás de mirarte un poco el ombligo?
El: Vos no me entendés. Yo necesito que me estés mas encima, que te preocupes por mi. Si yo no te llamo a la tarde, hasta la noche no me llamás.
Ella: Es que ya sabés que trabajo todo el día y después me voy a la facultad mientras vos te la pasas con la guitarrita esperando que la inspiración te toque el portero eléctrico.
El: Es que justamente, estoy pensando en mi disco y necesito sentirte cerca. Porque sino me quedo esperando tu mensaje y me distraigo.
Ella: Si, pero yo trabajo ocho horas y después me voy a cursar, mientras vos te quedás en tu casa fumando porro y esperando a la obra maestra mientras tu vieja te prepara el almuerzo a las tres de la tarde. Sos un caradura, encima la culpa de tu falta de creatividad la tengo yo.
El: ¿Ves? Ya estás metiendo a mamá, ¿ella qué tiene que ver? Lo que yo te digo es que me la paso esperando que me llames y, que si yo no te mando un mensajito, vos ni aparecés.
Ella: ¿Sabés que pasa? Que tenés mucho tiempo al pedo. Vos no sabés lo que es estar a mil por hora.
El: Yo me la paso pensando en vos. Me hace mucho bien que pases a visitarme.
Ella: Claro, a vos nunca se te va a ocurrir pasar a buscarme por la facu un martes a la noche. Y por qué en lugar de pensar tanto en mí no te ponés a hacer algo por vos.
El: Es que la noche a mi me inspira. Es el momento donde más conectado estoy.
Ella: Acá lo único que importa es tu conexión, tu disquito, tu porrito, tu mamita, tus tiempitos.
El: Bueno, tampoco es para ponerse así. Solo te pido un poco más de atención. Se que estás con mil cosas pero vos tenés que entender que es muy importante tener una pareja que te quiera.
Ella: ¿Esa es la forma de decirme que me querés? ¿Teorizando sobre las bondades del amor? ¿No ves que sos un tarado? Por eso no te escribo, porque vos con ese discurso querés encubrir todo lo que no podés hacer con la acción. Parece que tuvieras una internación domiciliaria. Por qué no te calzás el traje de hombre y salís a la vida de una buena vez, en lugar de quedarte a esperar el milagro de la fama. Porque vos no querés ser músico, vos querés ser famoso.
El: Bueno, bueno; bajemos el tonito. Resulta que ahora te enojas porque te quiero. No, claro, seguro que a vos te gusta sufrir, vos serías feliz con un tipo que no te dé cabida. Al final uno lo que quiere es un poco de afecto y mirá el veneno que sale de tu boca.
Ella: Pasa que sos muy demandante. Todo tiene que girar a tu alrededor…
El: ¿Sabés que pasa?
Ella: Si, ya sé que pasa.
Y así sucesivamente por unos treinta minutos más. El queriendo manejarla con la culpa y Ella tratando de justificarse y hasta casi, pidiendo perdón. El, desde el lugar de “su majestad” reclama sin pensar lo que pide, lo único que quiere es saciarse sin tener la mínima capacidad de empatía con el otro, para El, el otro es pura servidumbre, está ahí para satisfacerlo y considera una obligación la pleitesía infinita de su partenaire. No puede postergar, porque toda espera lo angustia y, como toda angustia, en el mejor de los casos, hace pensar.
“Cómo ser un hombre” es una pregunta fundamental a la hora de salir al mundo. Suele ser una pregunta que llega tarde, pero cuando llega es muy difícil poder eludirla. Los que transitan por esa pregunta acceden al mundo adulto sabiendo que hay cosas que son imposibles no resignar y entienden que sólo sabiendo pagar, se aprende a cobrar. Otros deciden eludir esa pregunta a puro síntoma y decretan en sí mismos, una eterna pero dulce infelicidad. Personas que se acostumbran a vivir con el corazón mutilado y la realidad fragmentada; en general muy dependientes del otro sin importar quién esté enfrente. Si Ella lo deja, a El no le importa, buscará, con todas las armas de seducción que tenga a su alcance, una nueva presa que lo deje preso.
Las personas que tienen una personalidad muy infantil suelen fascinar de entrada con un “grandes éxitos” de cosas que a ellas les gusta escuchar aunque, con el correr del tiempo, se vayan desinflando como un globo sin jamás explotar por nada. Son los famosos alcanzame, traeme, llevame, personajes que encubren su fuerte componente edípico a través de su buena onda y de su capacidad para eludir los conflictos. Tienen muy bien aceitados sus mecanismo de huida que activan cuando se están por sentir descubiertos. Saben vivir del otro, pero no “con el otro”. Una de sus armas más efectiva es la victimización, que utilizan cuando no pueden dominar con el carisma, empobreciéndose para que el otro se sienta un sádico que los está haciendo sufrir y así obtener otro poco de saciedad creyendo que ganaron algo.
El amor egoísta no encuentra otro modo de empatizar con el otro sino es a través de sacarle algo para su provecho. La forma de cuidarse de estos adictos al chupete emocional es manteniendo distancia y no creyéndote una redentora que puede salvar a esos pobres muchachos que sólo encuentran felicidad en una linda siesta después de un buen tetazo.
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