Por: Fabio Lacolla
Para Ángeles Ferré
Ella lo conoce (¿lo conoce?), advierte en él una mirada suave y verdadera. La verdad depende de la creencia, puede algo no ser verdad pero, si ella lo considera verdadero, así será. No se anima a decirlo en voz alta pero imagina un “futurito” junto a él. Está bueno cuando la acaricia, le gusta su tono de voz y sobre todo la puede esa sonrisa que le hace latir el pecho al ritmo de un tema de Skrillex. A ella le gusta pasar el tiempo con él, considera que si puede estar al pedo con alguien sin aburrirse, es un buen síntoma de que ese vínculo podría funcionar. Las teorías sobre el amor son la desgracia del amor.
Una vez le habló de las vacaciones, otro día sobre “cuando estemos juntos” y otro del casamiento de la prima en Chivilcoy. Ella pensó “si me dice todas estas cosas es porque evidentemente la cosa va en serio”. El problema del amor se aloja en la palabra “evidentemente”.
Un día el muchacho mira al piso en lugar de descansar en esas pupilas maravillosas que portan el celeste cielo del contorno femenino. De pronto la batería de su celular empieza a agotarse más rápido. Se me hizo tarde, tengo fútbol, mi vieja arrancó otra vez con las migrañas. Y de pronto llega. inesperadamente, la escena temida: -Mirá Agus, estoy teniendo unos quilombos bárbaros. En la empresa hay un aire enrarecido, tengo miedo que se vaya todo al carajo. También me tiene mal que mi hermana no me hable, la verdad que yo no sé qué le hice. Vos no te merecés tenerme a medias, yo quiero estar con todo pero en este momento no puedo… tengo la cabeza partida. No es con vos la cosa, pero yo me siento muy disperso para asumir el compromiso que esta relación se merece. Sólo te pido tiempo y paciencia. Esperame que arregle todos estos líos y vuelvo a llamarte. Te pido que me esperes… que me des un tiempito.
Y ella acepta y lo espera y cree que si a él no le interesara estar con ella, no le hubiese hablado así, con tanta ternura. Le cree y va a esperarlo. Toda mujer esperanzada tiene un banco de estación donde ponerse a tejer.
El complejo de Penélope
Para muchas mujeres existe una sola cara del amor: el imposible, el escurridizo. Se fascinan con los tipos que las ilusionan y después se toman el palo, aunque cada tanto les dejan mensajes sorpresivos en su celular cuando ellas daban todo por perdido. Son señoritas que detestan al hombre previsible y disponible. Caer en la triste teoría de que sólo se enganchan con aquello que no pueden tener es, al menos, empobrecedor. El Complejo de Penélope alude a la interminable espera que la muchacha hizo de su amado Ulises. Según la leyenda que relata Homero, Ulises partió hacia la guerra de Troya, dejando en Ítaca a su joven esposa Penélope y a su hijo Telémaco. Antes de salir, se despidió de su mujer diciéndole: “cuando veas que mi hijo ya tiene barba, cásate con quien quieras y abandona tu casa”. El tiempo pasó y la historia cuenta que por la casa de Penélope fueron desfilando 108 pretendientes, pero que a ella no le interesaban, porque siempre estaba en espera de su amado.
Por eso, las mujeres “penelopeanas”, dan hasta lo que no tienen, en espera del amor que no vendrá.
Hoy en día encontrás más de una Penélope por las calles, ocultas en una negación importante. Mujeres que siguen amando a aquel muchacho que no regresará, aquel que no reconoce legalmente a sus hijos o no le proporciona cuota alimentaria. Muchas, en esa espera, se conforman con ser la otra, la segunda, la que se esconde, la que acepta cualquier condición solo por el enunciado de una promesa que nunca va a cumplirse.
Le dice la amiga: -Parecés tonta. Qué tenés que andar esperando. ¿No te das cuenta que te está chamuyando? Desde cuándo uno se aleja de alguien que quiere para poder estar mejor. No seas ingenua por favor. Ese tipo no tiene los huevos suficientes para cortarla, por eso te deja esperando. Seguro que tiene otra historia y está especulando con vos por si le sale mal. La espera, lejos de apaciguar un vínculo, lo empobrece lentamente.
Es probable que esas mujeres busquen su felicidad en el recuerdo y no en el futuro. Pero, como nada es eterno, se supone que en algún momento la cabeza te hace un click, sea porque una buena amiga te dijo las palabras justas en el momento justo, porque un sueño te revelo cómo sacarte las lagañas de tu neurosis o simplemente porque te tocó un buen psicólogo. Lo bueno de esto es que, si no la destejiste, tendrás una buena bufanda para pasar el invierno.
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