Por: Fabio Lacolla
El pasado como amenaza
El pasado es un arma de doble filo, puede ser usado tanto para el bien como para el mal. Si está del lado del recuerdo y la evocación, realza determinados momentos felices que, de solo recordarlos, volvés a transitarlos como si nunca antes. Ahora, cuando el pasado es utilizado como fantasma que acecha al presente o como un arma para herir intencionadamente las propias elecciones, estás en problemas. El pasado como fantasma es un recuerdo dentado.
Los problemas de Laura
“¿A vos te parece lo que me hace? Le pregunto si tuvo muchas novias y me constesta que si, pero que la mayoría no fueron importantes. ¿Qué me está queriendo decir? Que yo podría no ser importante para él. Entonces que se vaya al cuerno, si se quiere hacer el guaresnei conmigo está frito. Yo no quiero estar con alguien que me ubique en el lote de las menos importantes.
Pero también quiere decirme, porque lo conozco, que hubieron un par, que fueron súper importantes; es decir que no puede olvidarlas. ¿Qué tienen esas minas que yo no tengo? No puedo sacarme de la cabeza que se haya ido de vacaciones a Mendoza con esa Vero. Ahora ya no puedo ir a Mendoza, porque voy a estar ahí y voy a pensar que se anduvo revolcando con esa, que encima se la pasaba ninguneándolo.
El otro día le pedí que me enseñe a manejar y ¿sabés qué me dijo? Que era un experto en esos menesteres. ¿Qué me quiso decir? Que ya le enseñó a un par de locas y seguramente aprendieron a la perfección. No puedo tolerar que haya besado a otras minas antes que yo. No puedo estar celosa de su pasado, pero su pasado me impide pensar en nuestro futuro”.
Los problemas de Gastón
“Ya no sé como hacerle entender que lo que pasó, queda en el recuerdo. ¿Cómo puede ser que tenga celos de algo que ya no existe? Hay días que todo está bien y de repente se me pone a hablar de Vero como si yo acabara de estar con ella. Le explico que hace dos años que no se nada y que a veces me lo cruzo al primo. Ella cree que a la hora de soñar, preferiría soñar con algún amor histórico. ¿Puede una persona ser tan enferma al punto de creer que los sueños se programan? Si es por elegir, prefiero mil veces a Drew Barrymore. Para la próxima, cuando me pregunten por mi pasado, voy a decir que soy virgen”.
El problema de ambos
Ella, temiendo que el pasado se haga presente, elude su futuro. Necesita sentirse excluida motivada por alguna escena infantil sin elaboración. No puede vivir sin que el otro la reafirme en su elección. Quiere ser mirada, nombrada, avasallada en un reconocimiento artificial. Y… pobre, no le importa lo artificial con tal de ser reconocida. Compite con el fantasma de sus ex como quien va a un mundial paraolímpico. Es de esas personas que no pueden vivir sin un tercero: si es real –madre, hermanas, amigos-, tironean al tipo como en ese juego de la soga, conformándose con un miembro desgarrado como trofeo. Si es imaginario, busca en el arcón del pasado algún recuerdo para echarle la sábana encima y convertirlo en fantasma que acecha en cada silencio, en cada desvío de mirada por la ventanilla del auto.
Él se defiende como puede. Trata de explicarle que eso no tiene ninguna importancia, que para él ya fue. Prueba enojarse, reirse y callar. Pero, a la vez, goza con el tironeo. Nadie está obligado a estar con alguien que sospecha todo el tiempo. La confianza del otro es lo que te hace digno. Entonces… ¿por qué vivir bajo sospecha? ¿Cuál es la gracia de vivir de a tres cuando querés vivir de a dos? Tal vez, sin perseguir ese objetivo, él, con sus comentarios livianos sobre su pasado, va construyendo un Frankenstein débil e inseguro que, producto del propio miedo, puede llegar a hacer desastres.
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