97. Los que no encuentran el amor

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Hay personas que viven bien consigo mismas, que lograron entenderse en sus tránsitos laberínticos y que aman lo que tienen sin desesperar por lo que no hay o por lo que todavía no llegó. Personas que saben disfrutar de un encuentro con amigos pero también fabrican una tarde de caminata para pensar en voz alta sin interlocutores. Hay gente que acepta el sube y baja afectivo que la vida les propone y son adaptativas de su entorno sin desesperar. Cenan, bailan, beben; leen, escuchan música, meditan. Gente que si bien no transitan por la paz constante y regular, aceptan las turbulencias como parte de un proceso. Personas amigas de la realidad.

En cambio hay otra gente que no puede vivir tranquila. Son los que nunca están conformes donde están y buscan compulsivamente nuevos lugares, considerando que, resolviendo el problema del espacio, se les resuelve el tema del tiempo.

El “qué dirán” comienza en los propios dichos, por eso las personas que miden sus vidas a través del “deber ser” suelen frustrarse con más facilidad que las que andan con lo puesto.

muchedumbre

La pregunta es si el amor se espera o se busca. La respuesta es que ninguna de las dos alternativas terminan siendo felices. El que espera puede esperar toda la vida, sentado en el trono del merecimiento y escuchando ofertas que nunca son las adecuadas. Si tiene una cosa le falta la otra, por ende la falta va a gobernar la elección quedándose siempre con las manos vacías y el corazón secretamente mutilado. Esperar es inflar una esperanza que, si el viento lo decide, puede salir volando como un globo. Es ilusionarse cada día con el milagro del azar soportando la secreta presión del vacío que no se llena con nada.

El que busca, en apariencia, la pasa mejor. Es un nómade emocional que anda de cornisa en cornisa creyendo que “el” lugar siempre está en otro lado. Se pierde en la búsqueda y, lo que debería ser un fin en sí mismo, se convierte en un medio para esquivar el bulto. El que busca nunca termina de buscar porque una nueva búsqueda desvía a la anterior. Para el que busca, encontrar, es un modo de morir. Buscar es llegar tarde a lo que acontece, es delegarle al instante previo la responsabilidad de armar la escenografía para que algo ocurra. Ahí no se construye, se llega un segundo después a los construido.

Y justamente, una tercera posición es la invención. Inventar es crear condiciones para que algo ocurra, montar el escenario antes que lleguen los actores, crear sombras en tus zonas de oscuridad e iluminar con un blanco profundo tus zonas de alegría. El amor debería ser una invención compartida, de lo contrario podría llamarse delirio.

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