Por: Fabio Lacolla
Cuando se sufre o se transita por un amor tóxico se inaugura una nueva forma de pensar al amor, intentando derribar al recurso más ancestral a la hora de meterse en sus laberintos, habitualmente llamado el otro. El otro es un invento de nuestra propia neurosis por eso, cada uno tiene la pareja que se merece. Un amor tóxico tiene fecha de vencimiento y daña, hasta que vos lo permitas. Si ya saldaste tus deudas emocionales, nadie va a hacerte sufrir; y si no, sufrirás por la pretensión de que el otro se haga cargo de esas deudas.
Un amor tóxico es la dilatación de un vínculo en el tiempo, negando omnipotentemente el daño que esa relación ocasiona. Tóxico es aquello que activa repentinamente al impulso impidiendo la llegada del pensamiento como dique de dicha descarga. El intoxicado tiene la esperanza milagrosa de que, eso que consume en forma compulsiva, deje de hacerle daño. El que niega la toxicidad de un vínculo recurre habitualmente a la palabra crisis para negar ese maltrato. Por supuesto que en una pareja hay momentos de crisis y períodos de turbulencias pero, cuando esto se sostiene en el tiempo, pasa de ser una situación crítica a una toxicidad. Una crisis es parte del proceso vincular, un amor tóxico es la detención de ese proceso. En plena toxicidad amorosa todo se ve como si necesitaras un buen par de anteojos… ergo, los amores tóxicos son miopes.
De un amor tóxico se sale solo, distinto es estar atrapado en un amor patológico donde el nivel de complejidad es aún mayor y solo no podés. En lo tóxico perdés el tiempo, te confundís los espacios, abrís la puerta equivocada y hablás por boca de ganso.
El término tóxico es un adjetivo que se utiliza para designar y calificar a todos aquellos elementos externos a uno mismo que resultan nocivos y dañinos para tu organismo. La palabra “tóxico” viene del idioma griego, para el cual toxon significaba “punta de flecha”, en referencia al veneno que se cargaba en la punta de la flecha para matar al enemigo, y en general se usa para cualquier sustancia exógena que, aplicada o introducida en el organismo, produce alteraciones y, habitualmente, esas alteraciones también repercuten en las personas que están a tu alrededor. En definitiva mantener un vínculo tóxico no deja de ser un acto de cobardía. Si ya te enteraste que, lo mismo que te cura puede matarte, estás a salvo. Si lo sabés pero aun seguís repitiendo la misma historia, estas en el horno. Si nunca lo habías pensado, sos el horno.
Un amor tóxico es aquel duele en la vida cotidiana, que te deja con las ganas y te roba las palabras que, si fueran para un amigo, abundarían en tu boca.
¿Quiénes están a salvo de un amor tóxico? Aquellos que aprendieron a estar bien consigo mismos, que definieron un proyecto de vida saludable y, sobre todo, que están dispuestos a compartirlo. Las personas generosas y frontales suelen construir vínculos sólidos más allá del tiempo que duren. El amor saludable no es para los tibios, las personas que se quedan a mitad de camino obtienen amores por la mitad, las que no arrancaron no arrancan y los que se asoman a la vida pero nunca se animan a entrarle consiguen amores con destino touch and go. Decía la canción del cubano que la cobardía no era asunto de los amantes y que los amores cobardes, nunca llegan a hacer historia.