116. El arrastrado

#AmoresTóxicos

Querida Nacha:

                                  Disculpame que te escriba, pero ya no sé cómo acercarme a vos. El tiempo se detuvo hace muchos días y ando como un tonto. Me cuesta estar despierto, y a la mañana lo único que espero es que se haga de noche para tomarme una pasti y dormirme con la esperanza de soñarte.

No puedo entender que no quieras estar más conmigo, me lo dijiste de mil maneras, pero no puedo asimilarlo. Me da vergüenza decírselo a mi familia, y tampoco quiero hablarlo con mis amigos porque seguro que me van a decir que ya me habían dicho que vos no eras para mí.

¿Y cómo es una persona para uno? Decime una, una sola cosa que estuviera mal entre nosotros. Si siempre la pasamos bien. Vos te reías conmigo, me llamabas por teléfono, pasabas por mi trabajo. Me decías que te gustaba dormir conmigo… la cucharita… el desayuno. No entiendo nada.

Todos los viernes me preguntabas qué íbamos a hacer el finde. Cuando tu abuela estuvo internada me decías todo el tiempo que yo era lo único que te mantenía entera. Y resulta que ahora me decís que te aburriste de mí. Pero… ¿qué es lo que tendría que hacer para que no te aburras? Estoy en un punto de tanta humillación que haría cualquier cosa para que vuelvas a estar conmigo.

Los momentos donde más lloro es cuando se me viene tu imagen, arriba de mis hombros, cantando  “Mírenla” en el recital de Ciro y Los Persas del Luna Park. Cuando usabas mis remeras de Racing, cuando me ponías mermelada en la punta de la nariz, cuando te ponías bizca. Cuando pienso que esas boludeces cotidianas ya no están más, me siento sumamente desamparado. Vos no te das una idea cómo duele sentirse desamparado. El abandono es más doloroso que el dolor mismo.

Al lado tuyo soy feliz y se que vos también lo sos… o lo eras. Nunca se me ocurrió que te ibas a aburrir. Nunca. Decime, por favor, qué tengo que hacer. Soy capaz de cualquier cosa. ¿Querés que cambie el auto? ¿Qué nos vayamos a Brasil? ¿Me dejo la barba? No se… decime porque estoy desesperado.

No sé cómo decirte, pero yo soy una buena persona. No le deseo el mal a nadie, creo en Dios y quiero lo mejor para todo el mundo. No sé qué buscás en un hombre. ¿Qué querés, que te maltrate, que te la haga difícil? ¿Vos ya no me querés porque decís que soy muy confiado y siempre me terminan cagando? Espero que no te estén llenando la cabeza. 

Te pido por favor que me contestes los mensajes, que me ayudes a olvidarte y si estás con alguien no me importa. Seguramente es algo pasajero y no necesito decirte que voy a esperarte el tiempo que sea necesario.

Te amo, Tomás.

arrastrado 

Una temporada en el horno

¡Guau! De pronto se abre la tapa del horno, suena la música de War on Drugs y Tomás va entrando su cabecita sin ningún tipo de protector. ¡Atención! En minutos Tomás en carne viva. El pibe achicharrado pide clemencia porque -por ahora- no puede entender que simplemente el amor de ella se pegó el palo… está en San Bernardo jugando al tejo.

El joven supone que puede llegar a reconquistar a Nacha a través del empobrecimiento. Considera al sincericidio como una buena estrategia para volver, cree que mostrándole las gotas de sangre que caen de su corazón, ella podría reconsiderarlo.

Se arrastra el que perdió las fuerzas de sus piernas, el que quiere llegar a toda costa y el que considera que la lástima es una táctica colonizadora. Con la lástima el único que se lastima es uno mismo. Insistir, después de un suculento portazo en la nariz, es empobrecerse frente a ese otro que ya está a cincuenta kilómetros de nuestro cuerpo. El que se las toma, cuando puede decirlo, ya se fue hace rato.

Cuando se intenta recurrir al berreta artilugio de la factura, lo que se logra es el efecto contrario al que se quiere llegar. Primero porque es sabido que nadie hace nada por nadie y segundo porque queda en evidencia la acción especulativa que se llevó a cabo en su oportunidad. Nada seduce menos que el pasado, a una persona se la conquista con el futuro.

El arrastrado es un hipocondríaco afectivo: busca el padecimiento en los dolores del alma con la esperanza que el otro se apiade de ese sufrimiento. No, querido Tomasito, la única escopeta que tenés (y con balas de salva) es la distancia y la hombría de aceptar cuando hay que perder. La lucha por la permanencia de un vínculo se da dentro del campo de batalla. Los misiles, por fuera del territorio amoroso, se pierden en el camino.

Un arrastrado es un inseguro y un inseguro, para una mujer, es un frezzer.

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