Prosa del escritor versus prosa del lector

#AsíSeEscribe

Para completar nuestra entrada acerca de la importancia de pensar en el lector a la hora de escribir, vamos a referirnos al proceso de composición de un texto. Entender qué abarca este proceso nos permite tener a mano estrategias, aprovechar nuestras competencias y desarrollar habilidades de verdaderos escritores.

En primer lugar, conviene distinguir la prosa del escritor de la del lector. Linda Flower (1979) analiza las características de ambas a partir de su función, su estructura y su estilo.

Función y estructura

Prosa del escritor

Prosa del lector

Es la expresión del autor

para sí mismo, quien ordena

sus ideas de acuerdo a cómo

estas van surgiendo. Refleja

el proceso de descubrimiento

del tema.

Es el intento del autor de comunicar

informacióna un lector buscando

la forma más adecuada para la

audiencia de acuerdo con su

propósito.

 

Es importante que, al terminar un escrito, evaluemos si cumplimos nuestros objetivos y –sobre todo– si elegimos la forma más clara, concreta y eficiente de llegar al lector. Una cosa es escribir a medida que se nos ocurren las ideas, y otra es organizar nuestro texto jerarquizando esas mismas ideas, relacionándolas y eliminando las repeticiones. Linda Flower habla del pasaje de las “ideas privadas” a la “expresión pública”.

Estilo

Prosa del escritor

Prosa del lector

Utiliza palabras con significados

personales para el autor. Presenta

problemas de coherencia y cohesión.

Utiliza un lenguaje compartido

con el lector. El texto presenta

progresión temática y elementos

de cohesión léxica y gramatical.

 

Por consiguiente, si queremos escribir bien, hay que superar la primera escritura. Al comienzo nos puede encantar lo que quedó plasmado en el papel, pero si dejamos reposar el texto veremos que para el lector, quizás, no signifique nada o, lo que es peor, termine significando lo contrario de lo que queríamos decir.

Podemos afirmar, entonces, que la prosa del escritor se relaciona más con los borradores, con los textos previos a la versión final que necesita transformarse en un escrito revisado y corregido con la mirada puesta en la comunicación.

Lo anterior nos conduce a detectar algunas faltas que cometen los escritores poco competentes:

- Consideran que la escritura es algo simple que no merece demasiada atención.

-  No tienen en cuenta a su potencial audiencia.

- Quedan satisfechos con el primer borrador porque no sienten necesidad de corregir; y si corrigen, solo atienden a la revisión de palabras sueltas y no a las estructuras más profundas.

- No son conscientes de las diferentes dimensiones y niveles de un texto.

En síntesis, es muy importante poner atención al proceso de composición, es decir, el momento en el que pasamos de la planificación al texto producto de numerosas estrategias y habilidades que van más allá de lo meramente gramatical. ¿Cuáles son en líneas generales esas habilidades? Para responder esta pregunta, tomamos algunos conceptos de  May Shih (1986), más precisamente de su “modelo de las habilidades académicas”. Un escritor competente –que en principio es un lector competente–, entonces, debe manejar los siguientes saberes:

- Recoger, clasificar, sintetizar, interpretar y adaptar la información obtenida.

- Aprovechar la experiencia y los conocimientos personales.

- Leer críticamente un texto.

- Investigar y manejar la bibliografía.

- Tener conocimientos de semántica, sintaxis, morfología, normativa, coherencia, cohesión y registro.

- Revisar y corregir con un método y con una finalidad.

- Adaptarse a la audiencia.

En la medida en que leamos como escritores, podremos aprender a usar el lenguaje como lo usan los que saben y, entonces, desarrollar las destrezas que nos llevarán a un buen proceso de composición del texto.