Por: Fernando Taveira
Decían que no cantaba el himno porque no lo sabía, que no jugaba con las mismas ganas que en el Barcelona, que sólo vestía la camiseta de Argentina por compromisos comerciales… tantas estupideces. Todavía hoy quedan algunos ignorantes que desde sus cómodos sillones se atreven a criticar al mejor jugador del mundo. Seguramente estarían haciendo otra cosa cuando el enano apiló a todos los bosnios para festejar en el Maracaná. Tal vez, muchos tienen amnesia, y no recuerdan el golazo que hizo contra Irán. La magia ante Nigeria, la asistencia a Di María frente a Suiza, el sacrificio con Bélgica y Holanda… qué van a saber, si en su vida patearon una pelota. A veces creo que los argentinos no nos merecemos a Messi, somos tan exitistas que la “Pulga” es demasiado grande para nosotros. Necios, desinformados, incultos y oportunistas son aquellos que no le agradecen a “Leo” el Mundial que nos ha regalado. Hacía 24 años que la Selección no jugaba una final, pasó una generación que se acostumbró a que el quinto partido sea la despedida del representante albiceleste… para Messi sólo caben palabras agradecimiento.
Y qué decir del entrenador. A él hay que pedirle perdón. Antes de que comience la incursión criolla por Brasil, debió resistir las innumerables críticas que recibió de los hinchas y los periodistas. Que Romero no podía atajar, que Marcos Rojo es un desastre, que la defensa va para atrás, que tenía que convocar a Carlos Tévez… como ocurre habitualmente, los cuarenta millones de técnicos creen saber más que la persona que está al frente del grupo, en este caso, Alejandro Sabella. Pero ¿quién se puso a pensar en el “Apache” cuando el equipo construyó su camino hacia la final?. “Pachorra” absorbió la presión y se la quitó a los jugadores. Asumió la responsabilidad con la idea de conformar un plantel unido y su resultado fue fantástico. Demostró hacer los cambios en el momento que el equipo lo necesitaba, no murió con su idea, sino que se fue adaptando, dependiendo de las circunstancias. Sería ideal que todos hagamos un mea culpa y le pidamos disculpas a un hombre que demostró estar a la altura con honorabilidad, trabajo y esfuerzo.
Javier Mascherano es otro de los que se merece una ovación permanente. Su tarea fue conmovedora, y con su espíritu combativo, contagió a sus compañeros. El capitán sin cinta estuvo en todos los detalles y se adueñó de la mitad de cancha para organizar, defender y atacar. Ojalá que lo tengamos por un largo tiempo con el 14 en la espalda rompiéndose el lomo y ordenando a la Argentina.
Particularmente, hoy me sentí un desubicado caminando por las calles del centro. Mis lágrimas no coincidían con los festejos populares que invadieron al Obelisco. Tal vez, los cientos de fanáticos que se reunieron en la emblemática 9 de Julio, ya habían entendido que perdimos ante el mejor del certamen. Yo todavía estoy dolido, porque pienso que se pudo haber ganado. Las oportunidades de Higuaín, Messi y Palacio todavía retumban en mi cabeza. El supuesto penal que no cobró el italiano Nicola Rizzoli. La desconcentración en el gol de Mario Götze, el cabezazo en el palo que tuvieron antes de irse al entretiempo… todo ya es cosa del pasado. Alemania ganó, pero en Argentina también se festejó. Los análisis quedarán para más adelante, dado que en este momento sólo hay que felicitar a un grupo de “guerreros” que dejaron todo. Muchas gracias jugadores por permitirnos soñar, por recordarnos lo que significa jugar el último compromiso, por demostrar que en la unidad nace la fuerza. Dicen que el fútbol siempre te da revancha… ustedes no la necesitan: ganaron algo más importante que la Copa del Mundo.