Por: Fernando Taveira
Si bien la bandera oriental cuenta con cuatro franjas azules, cinco blancas y un sol dorado, su selección se viste de celeste. Naturalmente, los colores originales eran otros, pero hubo un acontecimiento deportivo que estableció el uniforme y el apodo del equipo que supo conquistar los mundiales de 1930 y 1950.
El primer partido internacional que disputó Uruguay fue el 15 de mayo de 1901, y para ese compromiso los charrúas salieron a la cancha con una indumentaria roja y azul que incluía la bandera del país. Un tiempo después la ropa pasó a ser completamente azul con una franja diagonal blanca. Sin un objetivo claro, y con la escasez de diseñadores del momento, el uniforme continuó mutando por pantalones negros con camisetas blancas, o casacas verdes con boinas blancas. La variedad era tan habitual que en algunos compromisos los jugadores salieron vestidos con franjas celestes y blancas verticales (como los que hoy lleva Argentina).
Sin embargo, casi una década después se produjo un partido que cambió la historia de Uruguay. El 10 de abril de 1910, River de Montevideo, flamante bicampeón local, disputó un encuentro ante el glorioso Alumni de Buenos Aires, pero antes de que se lleve adelante el partido los delegados de ambas instituciones tuvieron que ponerse de acuerdo para ver qué equipo cambiaba su uniforme, dado que eran muy similares. Fue allí, cuando los uruguayos optaron por el celeste con el que se impusieron por 2 a 1 en el Parque Central, un resultado impensado para los especialistas de la época.
Unos meses más tarde, en agosto, las selecciones de ambos países se encontraron para competir por la Copa Lipton. Como todavía no estaban definidos los uniformes, los criollos le comunicaron a sus vecinos que iban a utilizar bastones celestes y blancos verticales. De ese modo, el delegado de Wanderers, Ricardo Le Bas, propuso homenajear al club que había logrado la hazaña unos meses antes. La iniciativa fue apoyada por el presidente de la Liga Uruguaya de Fútbol, Héctor Gómez y su proposición fue aceptada por unanimidad.
Con la “Celeste”, los charrúas derrotaron 3 a 1 a sus vecinos y se quedaron con la cuarta edición de la competición internacional. Más tarde, lograrían la consagración en la primera Copa del Mundo disputada en su capital. Hoy ese color tiene una identificación notable para un pueblo que sueña con mantener el honor de ser el más ganador de la Copa América.