Por: Sol Iametti
“Nunca encontrarás tiempo para nada. Debes crearlo.”
Charles Buxton
Esta semana el Tiempo estuvo presente en el 90% de las conversaciones, casi como si quisiera dejar de administrar agujas para administrar protagonismo; y hoy cedo, porque lo merece. El Tiempo merece tiempo.
Hoy elijo escribir Tiempo con mayúscula y cursiva, en un intento de que se transforme en personaje de esta nota porque, como decía más arriba, lo merece; porque esta semana el Tiempo estuvo tan presente, que fue pasado, presente y futuro; tres micro-tiempos condensados en una sola unidad.
Me detengo a mirar el titular de mi primera nota en este espacio: Tu tiempo es hoy; que además es parte de la letra de una de mis canciones de la infancia (pasado). Y por decantamiento recuerdo la simplicidad de ser niña, la facilidad de disfrutar el “hoy” como si durara semanas. Y también por decantamiento recuerdo la post-adolescencia y el nacimiento de las responsabilidades; el “tener poco tiempo para…”; la intención de maximizar el rendimiento de mis tareas con respecto a las horas disponibles; la automatización del Tiempo.
No fue hasta un viaje que realicé hace algunos años, que el Tiempo dejó de ser apto para mediciones y empezó a entrenarse para sentir un poco más de la cuenta. Hoy creo que sin ese viaje mi vida sería muy distinta. La magia de esos días en Europa y el posterior diagnóstico de cáncer terminal de mi mamá me enseñaron que, por el contrario a lo que había creído durante años, para el Tiempo no existen reglas, ni números, ni agujas: para el Tiempo existen sentimientos.
Por eso comencé a escribirle al Tiempo; por eso empecé a dedicarle todas las notas de mi cuaderno, todas mis palabras. Comencé a escribirle al Tiempo para curarme a través de encuentros breves con Europa; recuerdos que en ese momento debieron durar minutos, pero que de alguna forma habían hallado la manera de perdurar en mi memoria, indelebles, salvaguardando no sólo los recuerdos de la Torre de París o la inmensidad-intensidad del Coliseo, sino además los recuerdos de la mujer que me dio la vida.
Entonces pienso en frases sueltas que leí o escuché esta semana: El tiempo es relativo; es cuestión de tiempo; tiempo al tiempo; ese segundo en que el tiempo es pausado y diseñado por tu intención; y me detengo en ésta última, porque es justamente lo que siento cada vez que escribo; porque cada vez que me siento a escribir intento extender una mano a través de mi experiencia en llamados de atención. La vida diciéndome: abre los ojos, siente el corazón; la vida diciéndome: tu Tiempo es hoy.
Hoy, de regreso a casa vi dos niños riendo y corriendo en círculos, y no hice más que sonreír. Sonreí porque corrían porque sí. Sonreí porque quizá corrieron durante 5 minutos, pero puede que sus sonrisas duraran para rato. Quizá sólo corrieron 5 minutos, pero sé que en mí reverberaron al menos un par de horas, tanto que ahora escribo sobre eso. Lo que me lleva a pensar en otra nota de mi blog, “somos los únicos gestores de nuestra propia felicidad, y los únicos actores para acercarnos a ella.”
Entonces, ¿cómo medimos el tiempo?, ¿cuánto dura un para siempre? Hoy renuncio a las mediciones y me animo a que dure lo que dura el sentimiento. Hoy estoy contenta porque me siento un poquito más cercana al no-sentido de esos niños: escribiendo y sonriendo sin análisis del Tiempo; escribiendo y sonriendo porque elijo el Sentimiento… con mayúscula y cursiva.
“Como no tenemos nada más precioso que el tiempo, no hay mayor generosidad que perderlo sin tenerlo en cuenta.”
Marcel Jouhandeau