Crónica de una argentina enamorada de París

#TodasMisPalabras

París

“En París hacía frío y llovía, pero el tiempo no importa cuando se está enamorado.”
- La sonrisa de las mujeres

Llegar a París es como volcar el alma en el cuerpo; como sentirme cómoda en mi propia piel; como cada vez que escribo…Esta nota es la continuación del post anterior. En ese momento les escribía desde Florencia y todavía no me había reencontrado con París.

Mi primera cita con París fue hace 2 años atrás. Fue una cita inolvidable, de esas que quedan reverberando en el aire de la noche hasta la mañana siguiente.

Volver a París después de 2 años representaba el punto de encuentro de miles de sensaciones, el nexo entre lo que era y lo que soy, el nuevo veredicto. Era como reencontrarme con un viejo amor y no saber si lo que iba a sentir era lo mismo; la incertidumbre suspendida como prendas al sol; una duda, la duda, todas.

Y todas esas dudas hallaron su respuesta con mis primeros recorridos de otoño en París. Fue así como la entonación, los carteles azules y los balcones vestidos de fiesta me recordaron que hay besos que no se olvidan.

Entonces, ella. Ella y su enormidad despejaron la inquietud; ella aproximó la incertidumbre a su rostro, sintió su perfume y la dobló con mesura para guardarla en el armario. Ella, tan elegante; consumiendo el final del puente y vertiendo su belleza en los Campos de Marte.

Así llegó la primera noche, admirándola a la distancia, con mi índice buscando la canción perfecta. Así ella fue faro, y luego intermitente para volver a deslumbrar.

A la mañana siguiente, ya no más itinerarios. - Soltar las brújulas. - Seguir el corazón. Notre Dame se puso firme, clamó su presencia en mi cuaderno de viaje, y no pude decirle que no. Acompañado del Barrio Latino, coronaron mi día de arte gótico y calles de neón que saben seducir. - Perder las latitudes. - Decidí sentirme Celine por un rato y caminé en el sentido de Antes del atardecer, con el sol en sintonía. Así llegó la noche (la segunda), y con la noche, las ganas de que no existan calendarios.

Día 3: un domingo en París. Salir a caminar y cruzar una maratón alentada por una banda de jazz en plena avenida (desayunar música es mimar el corazón). Caminar las longitudes de la ciudad como si fueran renglones. Volver al Barrio Latino. Visitar Shakespeare & Co. y encontrarme con poesía de Walt Whitman en los labios de una señora galesa que ofrecía té y torta de chocolate para reforzar el sabor de la lectura. - Sincronicidad. - Atardecer atravesando los puentes. Pararse en el medio de uno y ver la sucesión de todos, como mitades de anillos de diamantes. París sabe anochecer, y se me va… París se me va de las manos. Siento la despedida a la vuelta de la esquina, y también el cielo.

Las ciudades en un día de lluvia tienen un tinte especial, pero París, París es un anexo distinto. En París la lluvia y el viento forman maridaje para ponernos a prueba, y los Campos Elíseos se transforman en un desfile de paraguas y rostros frescos sin refugio. La gente corre, la gente camina tranquila, la gente habla en francés, en inglés y en español. - Semáforo en verde: avanzar. –

Todos vamos hacia algún lado. París va hacia la noche pasado de agua;  me invita a fotografiarlo y encontrar en mi lente el reflejo de sus luces, haciendo de las gotas destellos de jazz y amor en los rincones. En París cuando llueve, llueve como en la vida: a todo o nada.

Último día. Recorrido final por mis lugares preferidos: el Barrio Latino; el recuerdo de un piano en plena vereda; los Jardines de Luxemburgo en un día nublado, el recuerdo de una orquesta en su glorieta durante el primer día (cada ciudad tiene una forma de dar la bienvenida, y la magia de París está en la música).

Último día. Último café. Última noche: puente Alejandro III; ella vestida de fucsia (para vibrar un hasta luego); ella intermitente, de nuevo… y otra canción, un clásico que habla de amor. Y así, mi último beso con París (por ahora).

Lugares que dan magia al recorrido:

* Shakespeare & Co.: en el ático hay rincones de lectura, máquinas de escribir, y un piano para quien quiera darle vida a las teclas.

* Puente Bir Hakeim: París entre líneas y una vista hermosa del Río Sena. Escenario de El último tango en París y de El Origen.

* El Canal de St. Martin: una sucesión de pequeños puentes en una paleta de verdes nostálgicos. Locación de Amélie y Siempre el mismo día.

* Iglesia St. Étienne du Mont: sentarse en las escalinatas laterales para sentirse Owen Wilson. Caminar por la Rue de la Montagne Sainte Geneviève para visitar las disquerías La Dama de Blanco y Crocojazz.

* Puente Alejandro III: ver el anochecer y las luces de la Torre, acompañado de la esencia de Medianoche en París que aún parece estar suspendida en el aire.

* Música de fondo para ver la Torre Eiffel. Sountrack 1:

* Música de fondo para ver la Torre Eiffel. Soundtrack 2: