Por: Sol Iametti
“¿Qué son cuatro paredes? Son lo que contienen, la casa protege a los soñadores.”
Bajo el sol de Toscana
¿Y si soy el movimiento? Entonces, soy mi propio hogar. Entonces, las paredes son reemplazadas por la piel, y en un sentido menos limitado: piel cartográfica. Entonces, soy el movimiento, y mi hogar… y me ilumino. Elijo mi propio camino: yo me protejo.
Hace unos días me regalaron una hoja con una guía de meditación. Desde el martes, dedico 10 minutos de mi día a meditar. Tan sólo 10 minutos por día. Desde el martes, la felicidad de los pequeños momentos plantó bandera en mi agenda invitando a mi rutina a salir y tomar aire fresco. Fue así como de a poco comenzó la metamorfosis.
Viajé a Ezeiza cuando recién empezaba la semana y me llevé de regalo el dibujo de una clave de sol; y la textura de una torta de chocolate acurrucada en mi boca; y también señales de aeropuerto y autopistas, siempre marcando la ruptura entre el convencionalismo y yo. Compré albahaca y la convertí en flor, permitiéndole que siembre su fragancia en toda la cocina. Escribí un poema que decía: “Me nacen flores“.
Soy mi hogar y me habito. Me doy tiempo de reagruparme después de la tormenta. Tengo grietas, y el agua filtra, y el agua se convierte en humedad. Pero soy mi hogar. Y aunque más de una vez cierre por derribo; aunque a veces los días nublados se dupliquen en mi patio; aunque las grietas y las tormentas… Me habito. Estoy en mí porque elijo estar en mí: yo conmigo.
Y me remodelo las palabras de tanto en tanto. Escribo poemas. Transito mapas de distancias infinitas y de una hora de trayecto con la misma intensidad. Me crezco océanos por dentro para sentirme viva. Me dejo fluir. Me despejo y me dejo despejar… y dejarse despejar también es una elección.
Elegir la aceptación de nuestro hogar marca el sendero al equilibrio.
***
El miércoles escribí esto para convivirme la piel con más facilidad. Espero que de alguna manera les sea útil, puedan despejarse y, como dice la foto de portada, puedan permitirse la necesidad de descanso:
Programá la alarma 5 minutos antes con una canción que te haga sonreír.
Aprovechá esos 5 minutos extra para desperezarte.
Levantate, abrí las cortinas, abrí las ventanas.
Dejá correr el aire, dejá entrar la luz.
Meditá 10 minutos antes de comenzar con la rutina.
Preparáte el desayuno con música de fondo.
Cantá como si nadie te estuviera escuchando.
Bailá hasta que las tostadas estén a punto y el café delate que está listo.
Dedicate una lectura antes de que termine el día.
Rodeate de plantas y tu aroma preferido.
Escribí lo que te hace mal en un papel y transformalo en cenizas.
Mirá el cielo al menos una vez al día.
Sonreí en la calle porque sí.
Ejercitá estas palabras: gracias, buen día, buenas tardes, buenas noches.
***
Además, les dejo una charla inspiracional que salió a encontrarme ayer de casualidad:
“A veces perdemos la vida corriendo.”
… y como no podía ser de otra forma, un soundtrack para el camino:
[...] cuando el viento apareció para voltearme
me aferré tan firme como tú te aferraste a mí,
me aferré tan firme como tú te aferraste a mí…
Y construí un hogar [...]