Por: Fabio Lacolla
Hola Julián, no pensaba escribirte. Mi amiga la Negra me dijo que no vale la pena escribirle a un pelotudo pero ¿sabés qué? Hay tipos tan idiotas que ni siquiera saben que son idiotas. Me importa un cuerno tu infancia y todas esas justificaciones absurdas, vos, como persona, sos un desastre… no tenés corazón. Sos un pésimo especulador, creíste que iba a bancar tus ausencias de por vida. No man, te equivocaste fiero. El que miente lo hace porque no tolera quedar al descubierto y eso te transforma en un cobarde. ¿Tan difícil era decir que ya estaba bien, que fue bueno mientras duró y toda esas sartas de frases comunes que se utilizan para mandar a la mierda a la otra persona? Explícame cual es el negocio de estirar todo hasta las últimas consecuencias. No me vas a decir que sos de los que piensan que las propias decisiones las tienen que tomar los demás.
¿Nunca pensaste que mientras vos me chamuyabas con el tema del estrés laboral y la crisis existencial, yo te creía con total ingenuidad? Esos tiempos que pedías no eran otra cosa que búsquedas adolescentes de sentirte libre. Y a vos quién carajo te dijo que estar en pareja es carcelario. ¿De dónde sacaste que el amor es una forma de esclavitud? La Negra me dijo que los que piensan así nunca fueron queridos y que los padres rara vez lo miraron con ternura. Que los forros como vos se cobran activamente lo que sufrieron pasivamente, dicho de otro modo, que le hacen pagar los platos rotos a la boluda de turno.
En estos meses aprendí que la espera deteriora el corazón. Mi amiga me hizo leer a un tipo que se llama Roland Barthes, no se quien carajo es, pero dice algo de la espera que me ayudó a cortar esta relación mal parida. Él dice que la espera es un delirio, una especie de encantamiento. Que uno se arma la escenografía para sufrir por el que no está. Que esperar no es otra cosa que privarse de vivir y que eso angustia de tal modo que la ausencia es un monstruo que ni siquiera ataca.
Por eso te odio, te odio porque no estás y sobre todo porque no te terminas de ir. Odio que no me quieras como yo te quiero, pero más odio que todo lo que yo te quiero no llegue a convencerte. Estoy harta de pensar esa estupidez que cuanto menos querés, el otro más te quiere. Eso sí que es un delirio. Las estrategias son el virus del amor, mirá si uno pudiera regular las intensidades amorosas con el único objetivo que el otro te quiera más, no flaco: el otro debe quererte porque sí.
Odio que no sueñes conmigo y que cada vez que yo te sueño, te estás yendo a algún lado diciéndome que regresás pronto. Odio que siempre haya cosas más importantes, que no le puedas decir que no a otras cosas para estar conmigo, que nunca sea prioridad. A la única boluda que le decís que no es a mí. Odio ver, cómo mi furia se transforma cuando venís con esa cara de carnero degollado a contarme los problemas que tiene tu mama con esa maldita diabetes.
Odio a la gente que me dice con total soltura que no valés la pena y que tengo que cortarte ya mismo. La Negra no entiende como dejé a Lautaro de un día para el otro y con vos me cuesta tanto. Yo no creo eso del miedo al compromiso, el compromiso no es voluntario, no tiene ni llave ni cerradura, es una puerta vaivén donde estás de un lado o del otro. Los sentimientos siempre escapan al control voluntario, para bien o para mal, siempre escapan.
Odio que me quites la libertad, tu ausencia no me permite ser yo misma y ahí es donde más me angustio… nadie se enamora de una persona que se auto priva de su libertad por alguien que no lo quiere. ¿Será cierto eso de que te elijo a vos para asegurarme la soledad? Soy una forra.
Odio que el odio y el amor compartan la misma zona cerebral porque a esta altura no puedo diferenciar esas intensidades que me aceleran el corazón, quiero que el corazón ande a su ritmo y no que se ponga como loco cada vez que suena un whatsapp y no sos vos.
De afuera es re fácil, muchos creen que el amor se resuelve a los portazos, pero el amor es como el agua de una inundación, no hay portazo que lo detenga. Odio a la gente que está de vuelta, que ya la pasaron y te martillan a consejos que vos entendés perfectamente pero tu neurosis impide que los pongas en acto. Odio que la razón tenga un dialecto diferente, que sea tan fria, tan gelatinosa.
Odio a las personas que me hablan del tiempo y me dicen esa pelotuda obviedad de que el tiempo todo lo cura, es como esos que te ven mal y te dicen que no tenés que estar mal, como si una no lo supiera. Los que pretenden ahogar tu llanto con cara de afligidos, son odiosos; dejame llorar tranquila forro, si no querés que llore comportate como un caballero.
Lo que mas me duele no es tu ausencia sino la ausencia de la verdad. Mil veces te pedí la verdad y me diste la promesa de que después me llamabas. Tengo la esperanza que, este odio feroz que siento, me ayude a desintoxicar este vínculo, me gustaría despertarme una mañana y que todo haya sido un mal sueño y que me enseñe –de verdad- que mientras yo no me quiera, seguirán apareciendo pelotudos como vos.
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