Por: Fabio Lacolla
Anda circulando por ahí un corto llamado “Chicken or The Egg” de Christine Kim & Elaine Wu donde cuenta la dulce historia de un cerdo que tiene una adicción a comer huevos… le gustan, los disfruta. Los huevos son para él, oralidad mediante, un modo de ser feliz. Una tarde, en el bar donde está comiendo su anhelada ración, entra una hermosa gallina que lo encandila con sus bellos atributos; el cerdo desespera de amor y no puede hacer otra cosa que perderse entre sus curvas. Es ahí donde se le presenta el dilema ¿con quién se queda? ¿Con el huevo o la gallina?
Esta pregunta circular mantuvo entretenidos a más de un filósofo y a unos cuantos científicos a preguntarse sobre cómo se originó la vida y el Universo llevándolos a elevarse a cuestiones metafísicas con un planteamiento de tinte metafórico. El tema lo resolvió la ciencia diciendo que la gallina habría sido pionera en la existencia, relegando al mítico huevo a un segundo lugar. Esta disyuntiva se resolvió luego que los expertos concluyeran que para la formación del huevo es necesario disponer de una proteína específica que controla el proceso, la cual se encuentra presente en la gallina.
Perfecto. El cerdo comienza una dulce convivencia con su amada, está casi feliz. Pero lo inquieta la idea de no poder comer más huevos. Sueña con ellos, los desea… los necesita. Hace lo imposible para olvidarse de ellos y cae en la lamentable conclusión de que el amor es más fuerte. ¿El amor por quién? ¿Por ella o por él mismo? ¿Dejó de quererse por querer al otro?
Una de las conductas que le ponen fecha de vencimiento a los vínculos amorosos es cuando se supone que perderse en el otro es un acto de amor. Que dejar determinadas cosas que te hacen feliz merece un premio. De un lado supone una ofrenda que busca cierto reconocimiento y del otro una resignación al servicio del propio narcisismo.
Perder la individualidad es un modo de pensar al amor como modelo de exclusión. Una cosa es un dilema, otra un problema. Una cosa es un conflicto y otra una confusión.
El dilema nunca va a tener una respuesta correcta y participan del mismo la confrontación y la incertidumbre. Siempre es una indecisión personal y te lleva a dudar permanentemente. El problema puede tener muchas caras de resolución, que inclusive, con una buena negociación, puede dejar contentas a ambas partes. El conflicto es una lucha de poderes donde solo se resuelve poniendo el cuerpo. Es una situación tensa que implica el enfrentamiento entre ambas partes. La confusión es un modo de escapar a las otras tres posiciones. Contiene una mala interpretación de los hechos, gobierna el malentendido y el escenario está compuesto de contraposición de ideas y distintas interpretaciones de una sola realidad.
¿Qué debería haber hecho nuestro amigo el porcino?
Hacete fan de Amores Tóxicos AQUI