Por: Fabio Lacolla
Como si fuera tan fácil. Una separación es el inicio de otras separaciones; distancias que a la larga te van acercando más a vos mismo. No hay separaciones infelices, si dolorosas, agónicas y traumáticas, separaciones que atraviesan un dolor para evitar una dolencia mayor, pero… insisto, a la larga separarse siempre es buen negocio. Por supuesto que no hay un interruptor de emociones que con su sola activación genere el deseo de olvidar. De afuera es matemático, de adentro es filosófico. El de afuera lo ve sencillo: si ya no lo querés, si ya no te calienta, te aburre, no soportás lo que dice ni cómo lo dice… entonces separate. Si cuando los jueves se va a jugar al futbol te sentís aliviada, y cuando trabaja hasta tarde te alegra no tener que dar la vuelta al perro… entonces separate.
“Vos tenés que separarte. Mirá la cara que tenés. El sábado en el cumple de Marce te la pisabas. No podés mirar para otro lado cada vez que te habla. Que estés con él habla mal de vos. El otro día me dijiste que ya no te hace feliz, entonces ¿qué esperás?”.
¿Copada la amiga no? ¿Desde cuándo la felicidad de uno es responsabilidad del otro? Lo que la amiga no advierte es que el problema no es del pobre muchacho que simplemente es como es, cuando dice que él ya no la hace feliz a ella, de alguna manera pone en el joven tamaña responsabilidad. Simplemente ella no sintoniza con su “ser como es”, que alguna vez hayan funcionado tal vez haya sido producto del azar, más no del amor. Lejos están del amor los que lo piensan como un problema físico cuando en realidad deberían pensarlo como una solución química.
La decisión de separarse no se piensa
Es algebraico, a mayor pensamiento, mayor dilatación. A la hora de separarse, el pensamiento acude como un retardativo que evita la acción correcta. Entre la sensación de querer separarse y la decisión concreta, suelen pasar varios meses ya que siempre está la sospecha de que, tal vez, se trate de una pequeña crisis y que en cuestión de días esa rareza desaparezca. Y en ese período, entre la sensación y la acción, acuden preguntas como: ¿Tengo claro el por qué me quiero separar? ¿Por qué quiero separarme ahora y no antes? ¿La estoy remando lo suficiente para salvar este vínculo? ¿Por qué me pongo tan defensiva?
Los modos de ser no tienen nada que ver
No sirve hacer una lista de lo que te disgusta ni pensar que su modo de ser te desagrada. Por más que él intente cambiar aquello que ilusoriamente vos le pedís, nada va a cambiar tu posición de alejamiento. Cuando un vínculo se desconecta no hay nada que pueda hacerse, no sirve ni pedir ni prometer, porque así como es difícil explicar porque dos personas se atraen, también es difícil entender cuando dejan de hacerlo. No sirve dejar que el tiempo cambie milagrosamente las cosas ni que un tercero convenza a alguna de las partes. La mayor tristeza de una separación es la inexorable llegada de la verdad.
El negocio de separarse
El problema es el mientras tanto. Ahí es donde se sufre y se agoniza. Sentís que el tiempo no pasa más y lo único que querés que eso termine de una buena vez. Todo vinculo que sufre una separación a la larga hace su negocio. Sencillamente el vinculo que atraviesa una crisis no es el mismo que sufre una separación, la diferencia está en el soporte vincular que hace de escenario para que ese malestar transcurra. La vida es una sucesión de separaciones que contribuyen a no tener que sufrir la penosa estática del pegoteo. Mas vale separado que pegotearse neuróticamente a las faldas de un vinculo que no te deja crecer y que sufre de la omnipotencia destartalada del infinito.