Por: Fabio Lacolla
Se viene la entrega de los premios Oscar y nos invade una lista de títulos como si te dijeran “tenés que mirarlos todos antes del 22 de febrero para saber de qué se trata y no sentirte un tonto”. Más de un lector (en su mayoría hombre), me escribió pidiéndome una reflexión sobre la película Perdida, como requiriendo complicidad, auxilio o hasta solicitando un aventón. Es un thriller, una historia de amor tóxico, una infidelidad con mal destino, un policial bien americano o de cómo nunca hay que confiar con quien dormís. O de cómo caretear las emociones, o de cómo el amor es una media que se da vuelta de un momento a otro.
Perdida (titulada originalmente Gone Girl) es más una película misteriosa que de misterio. Está basada en la novela homónima publicada en el 2012 por la gran escritora Gillian Flynn y dirigida por David Fincher. La parejita encantadora la componen Ben Affleck y Rosamund Pike.
El día de su quinto aniversario, Nick Dunne sale tempranito a tomarse un cafecito al bar que tiene con la hermana en North Carthage, a orillas del río Mississippi. Cuando regresa a su casa encuentra que su esposa Amy ha desaparecido. Hay vidrios rotos y rastros de sangre. Llega una sargento medio latina, hace las preguntas de rigor y arranca la película. A medida que la investigación policial avanza las sospechas apuntan al desorientado Nick que a esta altura parece estar más perdido que ella. Dice que es inocente pero tiene cola de paja. Los medios se hacen eco y todo el pueblo se dispone a buscar a la rubia. Perdida es un thriller que trata temas como el matrimonio, la deshonestidad, la venganza y la manipulación.
Vos ves la película y saltas de un clásico de misterio policial sombrío –marido sospechoso de asesinar a su mujer el día de su aniversario– a un thriller psicológico que critica la cultura mediática y de ahí a una desoladora sátira sobre los reproches y desencantos de las relaciones conyugales con todos los condimentos que se te ocurran.
Sería exagerado decir que estamos frente a una película de terror sobre el matrimonio, no estaría mal pensar que es una sátira brutalmente cínica o un turbio retrato de una brillante y bella psicópata. De ultima, Perdida, es, como dice Carlos Riviriego en su crítica, “una película sobre los encantos y los desencantos, sobre la superficialidad y el vacío, sobre las máscaras y las mentiras que construimos de nosotros mismos para ser (o dar la impresión de ser) lo que creemos que merecemos ser”.
Para mí es una película sobre el capricho neurótico de querer algo que creemos que nos hace bien cuando en realidad nos hace mal. Todo capricho neurótico en los territorios del amor necesita un cómplice.
Él ya no la quiere pero sigue estando con ella, ella lo odia porque él no quiere tener hijos y porque la llevo a vivir a un pueblo anacrónico e híper aburrido. Él tiene un romance apasionado con una joven de veinte años que lo desea todo el tiempo, ella goza con la venganza y perpetúa un plan. Ella no puede dejarlo, él tampoco.
Un capricho es la insistencia arbitraria de un propósito cuya razón, en general, es insostenible. Un acto de voluntad imperfecto realizado por una persona flojita de carácter. En la película tanto Nick como Amy ya están presos antes de ser condenados. Están presos de su forma de elección, de su falta de autonomía y de una profunda crisis de creatividad. Para amar hay que ser creativo, una persona que no desarrolla su capacidad creativa tendrá el gusto amargo de la venganza como forma de satisfacer el hambre narcisista. Ya lo decía Jacobo Levy Moreno: “para ser creativo primero hay que ser espontáneo”. ¿Y qué es ser espontáneo? Dejar que el viento te pegue en la cara.
Ella pone la creatividad en la perversión a través de la venganza, él recurre al triste recurso del peterpaneo para sentir que todavía puede ser deseado por una mujer (asimétrica). A ninguno de los dos se les ocurre que, tal vez, el uno sin el otro puedan encontrar la paz que no tienen cuando están juntos. En ambos casos, los dos, se privan del inmenso placer de tener, en un silencio, el secreto mismo del amor.
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