Por: Fabio Lacolla
1. Sorpresa
Muchos sostienen que con el tiempo la pasión decae. Y, en nombre de eso, se bancan lo peores ninguneos. Pero a veces, decae el vínculo, y cuando eso sucede, la relación explota en cuestión de días. Uno de los dos comienza a comportarse cada vez más raro, se abraza al silencio como quien quiere huir del conflicto, como quien esconde la mano después del piedrazo.
Entonces preguntás qué pasa y ahí ocurre la primera detonación. Creés que es un mal sueño, quedás en estado de shock. No podes creer que esa persona tan cercana, ahora parezca tan lejana.
2. Corte abrupto
Te hacés fuerte, pensás que no mereces que te hable así. Canchereas con la decisión abrupta de un corte definitivo. “O estás como tenés que estar o esto se acaba ya mismo”. Sentís que tenés que ser valiente, que la dignidad ante todo. A la vez especulás, suponés que poniéndote firme el otro podría llegar a recular. En el post de Los actos heroicos y el amor decíamos que un acto heroico es hacer todo lo contrario a lo que te dicen tus amigos. El único súper poder de las rupturas amorosas se llama verdad.
El otro te dice que no te quiere más y vos aceptás racionalmente, sin tener la menor idea de lo que está por venir. También es cierto que no hay nada que puedas hacer cuando el amor ya no habita en el corazón del otro.
3. Recalculando
Pasan unos días y tenés la desgracia que tu partenaire (producto de la culpa de verte así) empiece con la perorata de la duda. No sabe, duda, necesita tiempo, si pero no, no pero sí. Y vos ahí expectante como quien espera que se apaguen las luces de un cine. La duda del otro te fortalece engañosamente. Le decís que se decida porque vos no te tenés toda la vida para esperar una decisión. Ponés condiciones absurdas cuando la manija no está de tu lado. El que duda somete: tiene la puerta, la cerradura y la llave.
4. Odio feroz
Y en un momento las fichas caen como cuando a una máquina traga monedas le coinciden los tres limoncitos. Irrumpe en tus cachetes un odio feroz, te comerías crudo a su corazón, su cabeza y su IPhone. Querés que desaparezca de tu vida en treinta segundos. Que se le caiga un piano en la mandíbula, que lo pise el camión de la basura, que se paspe. Ahí te agrandás, decís que lo mejor que te pudo pasar es darte cuenta que es lo peor que te pasó en la vida. Celebras que pasó ahora y no más adelante (como si eso aliviara el dolor). Llamás a tus amigos y les decís que tenían razón.
Pero a la noche, cuando nadie te escucha, extrañás como nunca antes habías extrañado a alguien. Querés dormirte para soñar que todo está en su lugar. Querés que un sueño te dé la clave para salir de ese laberinto. Y pensás en la esperanza.
5. Recaida
Pasaron varias semanas, empezás a estar mejor. Extrañás pero no tanto. Hasta que suena ese maldito teléfono. Que hace unos días que vengo pensando en vos, que tal vez me apresuré. Que seguramente me estoy perdiendo la oportunidad de mi vida. Que mejor lo charlamos personalmente. Que tomemos una birra sin pelear. Que podríamos intentarlo. Que el tiempo pone las cosas en su lugar.
Y así, como una serpiente a punto de comerse a un jabalí, te lleva a sentarse a un barcito al cual nunca habían ido y, obviamente, te hace despertar sospechas de si fue con otra persona en todo este tiempo. Te dice las palabras justas, con los gestos justos y esos ojitos que siempre te pueden.
6. Confirmación
Dura tres días. Volviste a caer. Más de lo mismo. La duda vuelve a instalarse entre ustedes. Vos te empobrecés mientras el otro se culpabiliza. Te duele el corazón. Se miran resignados: uno porque se va a probar otros rumbos, el otro porque se queda solo y piensa que será para siempre. Es cruel, inexorable, triste; pero nunca para peor.
7. Duelo
Muchas veces hablamos en el blog sobre el duelo. Mientras no te toque a vos, lo sabés de memoria. Sabés que tenés que adaptarte emocionalmente a esa pérdida. Que el vacío no se llena con nada y que es cuestión de tiempo. Pero ese olor, esa carcajada contagiosa, ese gesto con la nariz no vuelve más. Perdiste algo que querías y ya no va a estar más. Es el tiempo que empiece el real proceso de una separación, tarda, es lerdo y duele. El avance de un duelo traza nuevos horizontes hasta el momento desconocidos. Terminar un duelo es reconocer que sin utopías amorosas es imposible seguir viviendo.
HACETE FAN DE AMORES TOXICOS AQUI
Infobae no se responsabiliza por las opiniones vertidas por los columnistas, como así tampoco por el contenido de las publicaciones.