Por: Mauro Gago
Las Sirenas, las doncellas de la muerte
Tal vez hayan sido los seres más encantadores entre aquellos que en la Mitología Griega (y posteriormente en otras culturas) poseían cualidades físicas bicorporales, es decir, mitades de cuerpos de humanos y mitades de cuerpos de alguna especie animal. En ese sentido, recordaremos al Minotauro (cuerpo de hombre y cabeza de toro), a los Centauros (mitad inferior de caballo y mitad superior de hombre), a los Sátiros (hombres con patas de cabras) y por supuesto, las Sirenas, entre otros.
Sin embargo, el costado atrayente y ameno de éstas últimas resulta de un proceso de exaltación por parte de las distintas culturas, ya que originalmente estas criaturas poco tenían de bondadosas. Es más, su fisonomía preliminar no era una fusión entre bellas mujeres con extremidades inferiores de pez, sino que su parte animal era similar a la de ciertas aves. Precisamente, la Sirenas originarias tenían alas y los antiguos griegos creían que eran las encargadas de trasladar a las ánimas al Hades, luego de la muerte de la persona. Este mito explica en parte la presencia de estatuas alusivas en los distintas celebraciones funerarias de los antiguos helenos.
Lo cierto es que paulatinamente las mujeres- aves fueron trocando en mujeres-peces. Tal transformación puede remitirse a un paralelo establecido con las nereidas (hermosas deidades acuáticas con aptitudes artísticas y musicales). Es decir que las Sirenas adoptaron peculiaridades de las nereidas y acogieron el perfil por el cual hoy la conocemos y bastará con recordar a la personaje de Hans Andersen, La Sirenita, que posteriormente será llevada al cine por Disney.
Si nos detenemos a recordar ciertos hechos relacionados con las nereidas, tendremos las tragedias de Narciso y de Hermafrodito, que hemos narrado en publicaciones anteriores. En ambos casos, fueron las nereidas las que llevan a la perdición a estos dos jóvenes, rogando castigo a los dioses por rechazarlas como amantes. Así, uno de ellos murió ahogado al querer abrazar su propia imagen reflejada en una fuente de agua (Narciso) y el otro sufrió la fundición de su cuerpo y con el de su acosadora, quien había pedido nunca separarse de él (Hermofrodito). En efecto, nuestras personajes del día también llevaran a la perdición a los hombres…
Las Sirenas adquieren así el don del canto de las nereidas y náyades, y dicha emisión de sonido poseía un efecto hipnotizador que llevaba a los navegantes a lanzarse inconscientemente al mar o, en el peor de los casos, estrellarse contra las rocas y morir. Se dice que el objetivo de las astutas Sirenas era provocar el deceso de la víctima para luego comerse su carne, sin tener que esforzarse en una innecesaria e fortuita cacería. No obstante, y a pesar de que muchos les sirvieron de banquete, dos grupos diferentes de héroes griegos lograron vencer y provocar su suicidio a las Sirenas, a causa de la frustración que esto les producía.
Cronológicamente, el primero de los grupos fue el de los Argonautas (guerreros oriundos de Argos), cuyo líder era Jasón. En su misión por obtener el Vellocinio de Oro, tropezaron con las magníficas Sirenas, que con sus cantos comenzaron a hipnotizar a los viajeros y a punto estuvieron éstos de lanzarse al mar, obnubilados con las dulces melodías que los engendros proferían, si no fuese porque entre ellos se encontraba Orfeo, el eximio músico. En efecto, el artista, abstrayéndose del canto de las Sirenas, comenzó a tocar una melodía para que sus compañeros no oyeran las pérfidas sinfonías de aquellos seres femeninos y fue de esta manera como lograron salvar la embarcación y sus propias vidas.
El segundo grupo es quizá más famoso que el anterior, ya que se trata de Odiseo y sus compañeros, cuya circunstancia fue narrada en La Odisea de Homero. El legendario rey de Ítaca, luego de errar largamente en las aguas y sortear distintas peripecias marítimas luego de incendiar Troya, tenía bien en claro a qué se enfrentaría si se encontrase con las Sirenas ya que la hechicera Circe lo había puesto al tanto de los peligros. Por ello, precavido, ordenó a todos sus compañeros a cubrirse los oídos con cera, pero dicha disposición no lo alcanzó a él, ya que curioso como pocos, quería conocer el canto de aquellas mujeres acuáticas. Sin embargo, solicitó que lo ataran al mástil del barco, para no enajenarse y caer en la trampa de las Sirenas.
Como conclusión, podemos decir que aquellas extremidades de aves originales dejaron su lugar a la extremidades de pez. Por un lado debemos agregar que la antigua fisonomía de las Sirenas fue de alguna manera apadrinada por lo que se conoce como Harpías y, por otro, que las Sirenas fueron nereidas transformadas por un castigo divino. Precisamente, acerca de esto hay varias versiones, pero me quedaré con aquella que dice que fue una pena impuesta por Afrodita, ya que estas nereidas osaron desafiar a la diosa para ver quién era más bella. Así, la diosa del amor y la sexualidad, les juntó las piernas y las arrojó al mar. Dada su discapacidad, se entiende por qué odiaban a los varones…
A pedido de la fiel lectora Paula Funes